¿NUESTRO REGALO DE AÑO NUEVO?Por Hugo J. Byrne En las comunidades cristianas se acostumbra a hacer regalos durante las Navidades. Sucede que para los cubanos exiliados quizás el reglo nos vino después de ellas. De acuerdo a la información oficial de la tiranía, el dictador Castro está enfermo y esa enfermedad es lo suficientemente seria como para impedirle la asistencia a un evento tan importante para su régimen como lo es la "sesión inaugural" de la pomposamente llamada "Asamblea del Poder Popular". Si tomamos literalmente esa información castrista, el tirano fue víctima de la picadura de un insecto en la pierna izquierda, que infectándose le provocara linfangitis. Dos elementos de esta noticia merecen comentarse. Uno es que nunca antes el régimen había admitido dolencia alguna en quien siempre ha tratado de mantener una imagen de ilimitada fuerza y salud. Esa salud es, por supuesto, parte de la leyenda machista del "egregio e invencible líder máximo". Es importante apreciar que Castro en el presente caso no se enferma por su propia cuenta, como el resto de la gente. Al igual que en su revolución, sus fracasos se deben siempre a la presencia de factores externos y antagónicos. Si la economía cubana está en ruinas, de acuerdo a la propaganda de su régimen el culpable es el embargo norteamericano y no la notoria e inevitable ineficacia socialista. Si la producción tabacalera es frustrada por una plaga, dicha plaga nunca refleja la incompetencia castrista para fumigar y acondicionar adecuadamente las vegas de tabaco, sino que es el resultado directo del "zarpazo imperialista" y su agresión ecológica. Cuando desenmascaran y apresan a sus espías en territorio norteamericano, afirma que él es la víctima y nó el victimario. Esos espías según su retorcida lógica, tienen derecho a espiar y sabotear. De acuerdo a esa "lógica" esos miserables testaferros son héroes y mártires de la revolución, dedicados a la tarea "noble" de defender su régimen, pues todos los medios se justifican ante un objetivo tan "loable". Tal es el caso del asesinato de los cuatro aviadores de "Hermanos al Rescate". Cuando Putín trató de cobrar una pequeña parte de la fortuna multibillonaria que Castro recibiera de la fenecida Unión Soviética, este ultimo le ripostó que es Rusia quien le debe mucho por haber suspendido unilateralmente un subsidio al que el tirano de Cuba consideraba su derecho divino. Comprobando por propia experiencia que Castro nunca ha sido capaz de vivir sin explotar a alguien, o negarse a pagar sus deudas, Putín regresó frustrado a Rusia. De haber consultado con los cubanos se pudo haber ahorrado el viaje. Le podrían haber dicho que cuando joven Castro vivió a expensas de su padre, más tarde de su suegro y por último del pobre pueblo cubano. Le podían haber dicho que el tirano de Cuba jamás ha trabajado un sólo día de su miserable vida. Sabemos que las infecciones a menudo producen inflamación de los ganglios. La linfangitis puede efectivamente ser causada por la picada de un insecto, pero también puede ser estimulada por otras dolencias más serias que no son raras en un anciano de setenta y seis años, quien se ha desmayado ante las cámaras de televisión y el que con frecuencia se babea. Aunque no tenemos evidencia por razones obvias, es probable que el tirano use "pampers", ya que su incontinencia mental puede reflejarse también en su tracto urinario e intestinal. Quien dude de esa incontinencia mental, debe ver el video en el que el tirano balbuceante y desquiciado duda si Cuba tiene seis o cinco provincias, después de que él mismo las aumentó a catorce. Y esto fue en medio de un discurso incongruente, en el que confundió el orden de los papeles que leía y en el curso de cual contemplara a menudo el infinito con la mirada extraviada. La otra circunstancia comentable en la enfermedad castrista es la posibilidad (¿o probabilidad?) de que la presente dolencia sea el comienzo de su fin. Si este es el caso, desgraciadamente ese fin encontrará a un exilio cubano, no solamente dividido y pasivo, sino envuelto en mil y una actividades frívolas y absurdas como el sempiterno enamoramiento con la llamada "disidencia". Pero esa reflexión objetiva no debe empañar nuestro júbilo ante un posible mutis permanente del tirano. Mantengamos el champaña frío y hagamos los más píos votos por su rápida pudrición. FIN
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