LA CUERDA FLOJA

Por Hugo J. Byrne


Dirigir la nación más poderosa del planeta nunca ha sido empresa fácil, pero ese liderazgo ha tomado ciertas características dificilísimas en los últimos años, durante los cuales ese poder relativo se ha tornado abrumador para quien lo ejerce . En efecto, Estados Unidos no es solamente hoy la primera potencia mundial, sino que con la feliz desaparición de la Unión Soviética se ha convertido en prácticamente la única.

Ese poderío acarrea la envidia de muchos. También implica ciertas responsabilidades inalienables. El diccionario define como inalienable todo lo que no puede ser transmitido. Para Estados Unidos eso afirma la obligación permanente no sólo de defender la libertad e integridad de esta nación, sino también la de hacer avanzar esos legítimos y justos intereses nacionales más allá de sus propias fronteras. Es la simple obligación de preservar, no sólo la soberanía nacional, sino esas cualidades que hicieron esta república lo que es hoy. Preservarlas para esta generación y para las futuras.

Quien no aprecie esta realidad absoluta nunca será capaz de entender por qué Estados Unidos se tiene que ver tan profundamente envuelto en diversos conflictos, tales como los que en este momento se desarrollan con Iraq y Corea del Norte. La tendencia al aislacionismo es el sempiterno resultado de la ignorancia. Es en términos vulgares, la reacción primitiva de "Joe Six-pack" ante conflictos que es incapaz de compreder y situaciones que escapan a sus limitados alcances. Por eso es que el aislacionismo tiene siempre gran vigencia política entre los estratos más ignorantes de la población. Antes de la Segunda Guerra Mundial esa ignorancia era explotada por la derecha política. Hoy la explota la izquierda con éxito notable.

Nos viene a la memoria una discusión que sostuvimos hace muchos años con un aislacionista y que surgiera como resultado de nuestras quejas al sistema de impuestos de "Uncle Sam". Este nos dijo: "Si Vd. resiente nuestras leyes, lo que debe hacer es las maletas y regresarse a Cuba". Disimulando nuestra indignación le contestamos que Estados Unidos fue precisamente fundado por personas que resentían los impuestos injustos y quienes concluyeron que obtener la independencia de Gran Bretaña era la única manera de eliminarlos. Agregamos que habíamos servido a Estados Unidos honorable y voluntariamente, cuando para nuestra incredulidad, muchísimos nativos corrían en todas direcciones tratando de evitar ese servicio (no nos imaginábamos entonces que uno de ellos sería más tarde electo presidente dos veces).

Afirmamos en fin, no sólo nuestro derecho a expresar esa opinión, sino que desarrollamos claramente la intrínsica superioridad de ella. Nuestro éxito en ese debate fue sólo parcial. Algunos de nuestros argumentos pasaron velozmente "por sobre la cabeza" de nuestro interlocurtor.

Entre los problemas graves que la presente administración enfrenta está la crisis política en Venezuela. Estados Unidos, como resultado de la política energética irresponsable que ha seguido por los útimos treinta años, depende de la importación de petróleo crudo para más de la mitad del consumo nacional. Esa miope política energética se basa en la simple proposición de que resulta más barato importar petróleo que extraerlo y en la noción "políticamente correcta" de apaciguar a los llamados "protectores del medio ambiente". Sucede que Venezuela proveía aproximadamente el 17% del consumo norteamericano.

La presente crisis política e institucional de Venezuela, quien sufre una huelga general que ya dura más de un mes, ha obstruccionado substancialmente la provisión petrolera de ese país a Estados Unidos. De más de tres millones de barriles de crudo diarios, la extracción en Venezuela ha bajado a menos de 400,000. La consecuencia es un automático aumento en el precio mundial del petróleo, que se refleja dramáticamente en las bombas de gasolina norteamericanas.

Esto no habría podido ocurrir en medio de peores circunstancias. Con el peligro de una guerra inminente con Iraq y enfrentada al lunático desafío nuclear de la tiranía norcoreana, La Casa Blanca se ve obligada a caminar por una cuerda floja diplomática. En este caso, como en casi todos, la solución más fácil no es la correcta.

Cualquier "solución" a la crisis venezolana no es necesariamente lo que Estados Unidos debe contemplar en la defensa de sus intereses presentes y futuros. El mantenimiento del presente "status quo" no es realmente una verdadera solución. A estas alturas se hace evidente que es el gobierno de Chávez, quien por incapaz y dogmático ha provocado la presente crisis. Por ejemplo, su insistencia en mantener el abastecimiento petrolero a Castro, quien adeuda millones a Venezuela, mientras que ese país se ve obligado a importar gasolina para el consumo doméstico, demuestra más allá de toda duda la naturaleza irresponsable del régimen.

Al mismo tiempo, en caso de dudas, las limitaciones mentales del Presidente Hugo Chávez, quedaron de manifiesto cuando dos populares locutores de radio de Miami se burlaron de él olímpicamente, pretendiendo que lo llamaban a nombre de su mentor, el tirano Castro. Al "gorilócrata" Chávez, ni siquiera se le ocurrió verificar la llamada antes de contestar en persona. Esto dá la medida de su probable "I.Q".

En otras regiones del planeta quizás sea posible para un jefe de estado sobrevivir tal ridículo. Pero esa grabación que está dándole vueltas a Venezuela, lo ha convertido en el hazmerreir nacional. De burla semejante en una sociedad de la cultura hispana, nadie se recupera políticamente. Ese elemento de juicio debe pesar en Washington, en la busca de una solución al conflicto que sea satisfactoria para ambas naciones.


FIN



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