IDENTIFICANDO AL ENEMIGO

Por Hugo J. Byrne


"Primero hubo libertad intelectual y científica. Después vino la libertad del comercio."

Jean-François Revel
("Regain Démocratic")

Si pudiéramos confeccionar una referencia de todas aquellas fuerzas que la mayoría del exilio cubano considera aliadas, probables aliadas, o posibles aliadas del régimen castrista, en ese grupo se destacarían el Partido Demócrata, los claustros universitarios norteamericanos (en las disciplinas de humanidades) y la llamada "prensa liberal."

Indiscutiblemente la historia norteamericana contemporánea registra la tendencia evidente de la mayoría de esos sectores de nuestra sociedad hacia más control estatal y su indiferencia hacia el creciente deterioro de la autonomía individual. Por lo menos se observa un desprecio de estas fuerzas hacia nuestros derechos más fundamentales. Esto los hace proclives al entendimiento con Castro.

Es notable su interpretación selectiva de la Primera Enmienda, antaño "vaca sagrada" del "liberalismo" y sólo aplicada hoy en estricto contexto cuando se trata, por ejemplo, de la separación entre la iglesia y el estado. Pero esa Primera Enmienda es olvidada por las izquierdas en el capítulo de tolerar opiniones que no sean "políticamente correctas."

Otras partes del "Bill of Rights", como la Segunda Enmienda, son muy a menudo bautizadas como "derechos colectivos" por los "liberales", para avanzar el argumento espúreo de que no existe un derecho constitucional a la posesión individual de armas de fuego. Este absurdo se basa en la referencia que hace la Segunda Enmienda a "una milicia bien regulada", pretendiendo ignorar que "milicia" durante la era revolucionaria significaba todo el pueblo armado. Las diez primeras enmiendas de la Constitución fueron precisamente agregadas como protección a los derechos individuales frente al poder estatal y sin ellas la Constitución de Estados Unidos nunca habría sido aprobada por los forjadores de esta nacionalidad. Si la Segunda Enmienda no fuera un derecho individual sino "colectivo" (concepto irracional), ¿por qué fue agregada al "Bill of Rights" y nada menos que en el segundo lugar?

Por desgracia, no todos los que propugnan un entendimiento con la tiranía castrista lo hacen en virtud de sus trasnochadas ideologías. Existen muchos pro-castristas por conveniencia y no sólo aquellos que militan en un extremo del espectro político. Algunos se proclaman anti-castristas y declaran, sin rubor ni justificación racional o intelectual, que la mejor forma de terminar con Castro es aliviar su desastre económico. Afortunadamente Máximo Gómez nunca abrigó esa noción sobre el régimen colonial español. De haberlo hecho, todavía Cuba sería colonia.

Mencionemos unos pocos nombres entre aquellos individuos, corporaciones y políticos cuyo poder persuasivo no podemos ignorar, cuya filiación es en muchos casos republicana y cuya ideología es también a menudo pretensamente "conservadora", pero quienes desean apuntalar la economía castrista para beneficio de los intereses económicos que los respaldan políticamente. Estos, quienes no tienen escrúpulos en forzar a los contribuyentes norteamericanos a mantener una satrapía sangrienta e incapaz de una economía viable, son también nuestros enemigos.

No son necesariamente "idiotas útiles." Son útiles al enemigo, pero en su mayoría no son idiotas, lo que los hace moralmente peores y más peligrosos. Constituyen una verdadera desgracia tanto para Estados Unidos como para Cuba. Entre ellos se cuentan los ex-Presidentes Jimmy Carter y Gerald Ford, los antiguos Secretarios de Relaciones Exteriores Henry Kissinger y George Shultz, el ex-Consejero del ex-presidente George Bush (padre), Gen. Brent Scowcroft, el Presidente del Senado Thomas Dashle, el Senador por Pennsylvania Arlen Specter, el Senador por Connecticut Christopher Dodd, el héroe de la Guerra del Golfo y antiguo "Zar" antiodrogas, Gen. Barry McCaffery, varios empresarios multibillonarios como Soros, múltiples corporaciones billonarias del "agro-business" como Archer Midland y casi todos los congresistas representando estados con una agricultura poderosa, quienes el año pasado aprobaron (por voto de 240 a 186) una legislación que diluía Helms-Burton. Si ese aborto no se llegó a implementar, fue solamente porque los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre crearon un clima poco favorable a esa impúdica componenda.

La historia nunca ha sido ni puede ser un proceso racional. De haberlo sido, las bendiciones de la libertad individual, la econmía de mercado y la democracia habrían regido soberanas en un universo en paz, desde los tiempos de la revolución industrial. Por el contrario, los dos últimos siglos han contemplado guerras devastadoras, tiranías, genocidio, explotación y otros muchos crímenes sin nombre. Las decisiones de los pueblos, aunque se tomen de manera civilizada (por medio de un proceso democrático) no necesariamente conducen a un objetivo beneficioso. Si algo puede eseñarnos la historia es que las mayorías se equivocan mucho más a menudo de lo que aciertan.

Recordemos que nuestra vocación civilista se basa en reconocer el sistema republicano y la democracia como la mejor alternativa para escoger gobernantes, cuando se la compara a la tiranía, al caos anárquico o a la guerra. Empero, la democracia no es panacea que todo lo resuelve. La mayoría debe prevalecer siempre que ampare el libre arbitrio individual, pero sólo acertará cuando se apoye en la razón.

Para lograr ese objetivo necesitamos educarnos y mantenernos informados. Nuestro peor enemigo es casi siempre nuestra propia ignorancia.


FIN


Hugo Byrne


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