ANALISIS INGENUO

Por Hugo J. Byrne


"Las utopias mueren despacio y una de las manifestaciones de su agonía consiste en establecer falsas equivalencias."

Jean-François Revel


("Democracy Against Itself")

Un incisivo "comercial" de televisión presenta a un ejecutivo de negocios preguntando a un consultor asociado cuál de dos planes aparentemente contradictorios en una estrategia de inversion, es el correcto. Después de una pausa, el interrogado contesta: "¡Ambos lo son!"

Eso nos recuerda las dificultades que tan a menudo confrontamos al analizar los acontecimientos recientes y en especial aquellos que se relacionan con la niebla surrealista que rodea a la Cuba totalitaria de hoy.

¿Está el viejo tirano incapacitado ya para gobernar a Cuba con puño de hierro? Ciertamente no. Su capacidad de control, quizás disminuída en la periferia, se mantiene incólume en todos los puntos de apoyo importantes. ¿Cómo es eso posible cuando las pantallas de televisión registran a diario su condición senil de anciano incoherente, de mirada perdida, apenas capaz de digerir la realidad que lo rodea, aunque esa realidad se desarrolle a pocos pasos de su rostro arrugado, cetrino y babeante?

Algunas veces es imperioso racionalizar el absurdo, y para que ese análisis no se torne en un ejercicio ingénuo estamos forzados a mirar la situación a la luz de la realidad. Esa realidad con frecuencia no es grata a nuestro ego y pudiera ser precursora de un juicio histórico muy severo para nuestra generación cubana.

La fábrica del terror que Castro fue capaz de implantar, en parte a pesar nuestro y en parte con la cómplice colaboración de muchos durante los años sesenta y que perfeccionara más tarde usando turbas "controladas" como agentes directos de represión estatal, se mantiene eficiente e intacta. El terrorismo del estado contra la ciudadanía que Vladimir Lenin, Joseph Stalin y Mao Zedong usaran para subyugar a casi la mitad del mundo durante el pasado siglo, fue corregido y aumentado por Castro. En ese crimen totalitario el tirano es, como Hitler, Stalin o Mussolini, el catalizador que facilita toda actividad criminal y el mortero que une toda maldad. Si su presencia desaparece violentamente, ya sea por suicidio como Hitler, o por que sus víctimas lo cuelguen por los pies, como Mussolini, el oprobioso sistema que han impuesto al pueblo se derrumba sin demora. No obstante, debemos entender que eso sólo ocurre cuando la violencia que los totalitarios ejercen contra los intereses populares se ve a su vez encarada también con una violencia superior.

Pues el viejo axioma de Maceo sobre cómo obtener la libertad, lejos de reflejar un sentimiento romántico, representa una simple afirmación de la realidad. Cuando los tiranos son capaces de morir en su cama, por lo general la tiranía sobrevive algún tiempo. Brevemente, como lo fue en el caso de Franco, o por medio siglo, como en el de Lenin. La renuncia a la violencia por parte de ciertos liderazgos "económicos" del exilio cubano (pues carecen de reclamo a una legítima lideratura nacional), equivale en términos prácticos a la aceptación de la tiranía.

La archifamosa (para nosotros archinotoria) y fantástica noción de una "transición pacífica a la democracia" en Cuba, no es otra cosa que la probable extensión del régimen actual sin el tirano, en medio de una parcial apertura capitalista. O quizás su substitución por una dictadura neofascista que dé aval al "derecho de propiedad" de empresas controladas por los jerarcas castristas, quienes usufructan hoy bienes robados a sus legítimos propietarios bajo Castro, e impunidad para los asesinatos "legales" del castrimo.

Un verdadero estado de derecho para nuestro país implicaría la resolución legal de crímenes pendientes y es por lo tanto totalmente incompatible con las peregrinas nociones de "perdón", "reconciliación nacional" o, para usar un término populachero, "borrón y cuenta nueva." El perdón en un estado de derecho es facultad inalienable de un ejecutivo electo de acuerdo a las normas estrictas de una Ley Fundamental y nó una gracia concedida a priori por quien carezca de base legal para otorgarla. Para violaciones como el asesinato o el homicidio no existen términos límites en ningún código penal de un país civilizado.

O de veras aspiramos a una Cuba republicana, civilizada y libre, o debemos tener la honradez de admitir que ese no es realmente nuestro objetivo. Para muchos de nosotros sí lo es y no nos avergonzamos de admitirlo, ni nos preocupa que nos tilden por ello de extremistas o de intransigentes. Por insistir en esa aspiración ha sufrido mucha gente y se ha vertido mucha sangre de mártires. Nunca permitiremos que su sacrificio sea en vano. Insistiremos en esa aspiración pase lo que pase en Cuba y nunca renunciaremos a cuanto método la avance.

Una vez más recordamos a los amables lectores que hay cuatro patriotas cubanos todavía prisioneros de la injusticia en Panamá. Sólo cubanos como ellos, más tarde o más temprano, harán posible que Cuba pueda llegar a ser nuevamente una república "con todos y para el bien de todos."

No los olvidaremos nunca y hacemos votos porque no sean olvidados por los amables lectores.


FIN


Hugo J. Byrne

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