POSADA O VLADIMIRO: ¿"DISIDENCIA" O "DIALOGO"?

por Hugo J. Byrne


"El déspota cede a quien se le encara, con su única manera de ceder, que es desaparecer: no cede jamás a quien se le humilla."

José Martí


Durante los años de la década del 70 salieron por primera vez a la palestra pública aquellos a quienes el "Exilio Histórico" llamara "dialogueros" con muy justificada repugnancia. La náusea producida por la actitud entreguista de individuos o entidades beneficiándose de la traición a la patria, redundó en el rechazo universal del exilio y, en casos extremos, en violencia. Algunos traidores y sus cómplices, envueltos directamente en colaboración con el enemigo mordieron el polvo. Un caso típico fue el de Luciano Nieves, antiguo oficial del ejército de Castro, estridente defensor del "diálogo" y probable oficial de la DGI, quien fuera ejecutado por patriotas cubanos en un estacionamiento en febrero de 1975. Otro caso fue el del mercader castrista Ramón Donéstevez, quien también recibiera su merecido en abril del 76. El caso más conocido es el del espía Orlando Letelier, ex ministro del gobierno comunista de Chile que presidiera el felizmente finado Salvador Allende. Esta sabandija, a quien la prensa de aquí ha presentado como diplomático legítimo y víctima inocente de un atentado terrorista, era un agente a sueldo de la DGI, de la que recibía $1,000.00 mensuales. Sus relaciones de dependencia con la inteligencia del tirano a través de operativos castristas en Washington, quedó ampliamente demostrada durante la investigación de su muerte. No sé con exactitud cuales eran sus actividades en la subversion, pero sí sé que entre los restos de la explosión de su automóvil, junto a muchas otras evidencias inculpatorias para esta "víctima del terrorismo", el FBI encontró una pistola con silenciador.

A principios de la década del 90 esa experiencia de un resultado tan negativo, aunada a las dificultades económicas en la Isla consecuentes al colapso de la Unión Soviética, produjeron cambios en el "modus operandi" castrista. Estas modificaciones tácticas de la tiranía, no se ciñeron a la admisión del dólar como divisa cambiable aceptada en los establecimientos que se dedican a explotar el turismo (que más tarde se ampliara a las llamadas "remesas extranjeras"), sino que se reflejaron también en una especie de tolerancia a ciertos pronunciamientos de supuesta oposición al sistema. Esta "tolerancia" se manifestaba no sólo en un relajamiento universal de la represión a las críticas verbales hacia el régimen, sino que parecía incluir una tácita reducción en las penas impuestas por supuestos delitos contra el estado. Por otra parte, el sistema jurídico de protección al totalitarismo se reforzó con nuevas leyes draconianas que incluían penas de 20 años de prisión por sostener una entrevista "no autorizada" con representantes de la prensa extranjera y se agregó el supuesto delito de "peligrosidad" a los códigos penales del tirano. Curiosamente esas nuevas leyes totalitarias casi no se han aplicado, y muchos de los presuntos violadores de las mismas reinciden con impunidad. Otros son arrestados con frecuencia y con la misma frecuencia sacados de la cárcel en un sorprendente sistema de "puerta giratoria." La tiranía establece una diferencia consistente entre los "disidentes" y aquellos que han atentado seriamente contra su integridad: Por lo menos un cubano y dos salvadoreños guardan prisión en espera del día de su ejecución. Sólo Castro decidirá su destino.

Simultáneamente a este fenómeno (y no crea, amable lector, que se trata de coincidencia), es que surge el llamado "movimiento disidente."

¿Es la "disidencia" una nueva modalidad de "diálogo" aceptable al exilio? Veamos. No cabe duda de que muchísimos exiliados, sus organizaciones y publicaciones han roto lanzas en favor de los "disidentes", los "periodistas independientes" y otros grupos dentro de Cuba. La simpatía del exilio por la "disidencia" sólo rivaliza con la absurda tendencia a confundir los intereses permanentes de la nación cubana con la política de Norteamérica. Es bien cierto que la inmensa mayoría de esos exiliados simpatizantes son patriotas legítimos que poseen intachables hojas de servicio a la libertad de Cuba, las que incluyen en muchos casos riesgo de sus vidas y largos años de prisión en el "gulag" castrista. Esta realidad hace esta problemática más frustrante.

Una forma lógica de contestar la pregunta con que inicio el párrafo anterior, es analizar los pronunciamientos de dos de los más conocidos dirigentes de la "disidencia": Vladimiro Roca y Elizardo Sánchez Santa Cruz. El último afirma sin sonrojo que sólo Castro es capaz de conducir los destinos de Cuba hacia una "transición pacífica" a la democracia. Por su parte Vladimiro sirve cinco años de prisión (record de longevidad penal para la "disidencia") por haber firmado un documento llamado "La Patria es de Todos", en el que se recaba la liberación de los presos políticos, el pluripartidismo y la restauración de la Constitución de 1940. Objetivos incuestionablemente loables. No obstante, ¿a quién estaba dirigido ese documento? ¿Acaso a la Sociedad Interamericana de Prensa o a la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra? No. El destinatario era ni más ni menos que el Décimo Congreso del Partido Comunista de Cuba, que sesionaba en esa ocasión. ¿Desde cuando es preciso dialogar con el crimen para disentir?

Ante el monólogo castrista solamente existe una disidencia adecuada. El "Bambi" Posada y sus tres colegas de prisión en Panamá, aún en medio del presente fracaso la han formulado elocuentemente. Respaldemos su esfuerzo con el nuestro.


FIN


Hugo J. Byrne


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