DISTRACCIONES

por Hugo J. Byrne


Años atrás, cazando por las lomas que circundan la Misión de San Miguel en el condado californiano de San Luis Obispo, tuve una distracción de casi fatales consecuencias. Por exagerada cortesía deportiva ofrecí a otro cazador la oportunidad del primer tiro a un cerdo salvaje que llegó a pesar 255 libras sin vísceras y piel y al que tenía alineado en el telescopio de mi rifle. Al declinar este último mi ofrecimiento traté de obtener una segunda alineación.

Dicen que a la oportunidad "la pintan calva" y en ese momento me convencí de la veracidad del refrán. No sólo el cerdo no se encontraba ya en el mismo lugar, sino que cargaba en mi dirección, lo que pude determinar por el movimiento de la hierba que nos daba más arriba de la cintura. Cuatro plomos de 30-06 de los que sólo el primero dió en el blanco (con muy convenientes resultados) hicieron posible que ese día no fuera el último para mí. Los detalles de esa experiencia, que ya narré en otro artículo llamado "Encuentro Cercano de la Peor Clase" no vienen al caso. Pero esa circunstancia constituye un ejemplo apropiado de como las distraciones más ridículas y estúpidas pueden afectar terriblemente nuestras actividades, nuestro trabajo, nuestras aspiraciones y hasta nuestras vidas. Un instante de distracción conduciendo un auto a setenta millas por hora en una carretera puede representar la diferencia entre la vida y la muerte para motoristas y pasajeros por igual. Recuerdo vivamente una fábula en un libro de lectura de las escuelas primarias de Cuba antes de la tiranía, que describía la discusión absurda entre dos conejos sobre si los perros que los perseguían eran galgos o podencos. Por supuesto la distracción hizo posible que los perros alcanzaran y mataran a los conejos. La moraleja es que toda actividad vital demanda ciertas prioridades. Una distracción en cualquier trabajo técnico siempre redunda en pérdidas económicas y en ciertos casos en lamentables pérdidas de vidas humanas.

La historia triste y heroica de Cuba Libre en su contínua lucha contra la tiranía castrista está plagada de tales distracciones trágicas. Distracciones que infortunadamente todavía perduran. Nos distraímos de la realidad cuando confundimos los intereses de Cuba con los de un partido político norteamericano. Nos distraímos de esa realidad cuando confiamos en el gobierno norteamericano para salvaguardar o avanzar nuestros intereses. Nos distraímos cuando esperamos que otros compatriotas siempre asuman nuestras responsabilidades nacionales. Nos distraímos cuando confundimos nuestros temporales intereses personales con los intereses permanentes de nuestra patria.

En Fort Jackson otro soldado de mi misma compañía, uno de esos hombres que por dedicación y militancia se fingieron más jóvenes para poder servir en las Unidades Cubanas que creíamos representar una tenue esperanza de liberación en aquellos días y cuyo nombre me reservo (no sé si todavía vive o si su conducta vertical cambiara desde entonces), criticó acervamente a nuestros compañeros de armas. Mi interlocutor, antiguo profesor universitario en Cuba y un verdadero intelectual, resentía la frivolidad de una generación que era en promedio diez años más joven que la nuestra: "Estoy decepcionado de la calidad humana de quienes nos rodean", me dijo con amargura.

Este soldado cubano demandaba más seriedad en la tarea común. Pude convencerlo de que las apariencias lo distraían de la realidad. La realidad era la presencia voluntaria respondiendo al llamado de la patria de esos pocos cubanos (menos de 3,000), en contraste a la ausencia culpable de tantos otros miles.

Sin embargo, aunque no era capaz de entenderlo totalmente en ese entonces, nuestra presencia en el Ejército Norteamericano constituía en sí misma una gran distracción a nuestro deber nacional. Sólo nos percatamos de esto al ser licenciados y desbandados. Quien decidía nuestro destino no era el interés cubano, sino el de los Estados Unidos, tal como su gobierno lo entiendía e interpretaba.

El fracaso de Bahía de Cochinos responde a la misma lógica. Fue simplemente una distracción de inmensas proporciones y de trágicas consecuencias para los destinos de Cuba. La razón de ese fracaso tan costoso en vidas de cubanos libres como fatal a la República reside en que en la práctica nuestros intereses nacionales fueron, por fuerza de la dinámica aceptada por la dirección del exilio cubano de ese entonces, supeditados a los intereses de Estados Unidos.

Es bien cierto que la vertiente política que dominaba a Washigton en ese momento no nos era favorable, pero eso es simplemente la eventualidad que se encara al aceptar una premisa errónea. Increíblemente, muchos antiguos brigadistas, hombres cuyo patriotismo no puede ponerse en tela de juicio, aún ignoran esa lógica y todavía confían en organismos del gobierno norteamericano tales como la Agencia Central de Inteligencia, tan protagónica en la entrega de Cuba a la maldad castrista.

Nuestra distracción más común hoy es confundir la libertad de Cuba con los negocios de de la llamada "comunidad cubanoamericana." A riesgo de las críticas de algunos compatriotas del destierro es mi deber preguntar ¿qué relación existe entre la lucha contra el tirano Castro y que la celebración de entrega de los llamados premios "Grammy se realice en Miami o en el infierno?


FIN


Hugo Byrne
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