EL CLUB DE LOS BITONGOS MEXICANOSpor Hugo J. Byrne Nota: La versión en idioma inglés de este artículo titulada "Mama's Boys Mexican Club", sera enviada en breve a "Los Angeles Times." No tenemos más esperanzas de su eventual publicación en ese rotativo que la que tendríamos si se la enviáramos a "La Opinión" o a "Granma International." No obstante, creemos que el "Times" debe tener la primicia, ya que este trabajo está inspirado en otro artículo publicado por ese diario en marzo 18. En un ensayo escrito conmemorando la ocasión luctuosa del fallecimiento de esa cumbre del pensamiento mexicano que fuera Octavio Paz ("Camino de Paz", "20 de Mayo" ¿1996?) afirmé que México era un país cuya característica más determinante eran los contrastes. Y no cabe duda que esos contrastes se acentúan tanto en los variadísimos paisajes de su bello suelo, que incluye desiertos, selvas, montañas desafiantes y dulces playas, como en el diverso carácter de sus hijos. En Octavio Paz ese carácter se definía por la honestidad. Honestidad personal (virtud a la que Martí llamaba "pulcritud de alma") y honestidad intelectual. La primera se demostró sin dudas cuando el poeta renunciara irrevocablemente a la cómoda carrera diplomática con que el estado mexicano había premiado su bien ganada fama literaria. Esa renuncia, la única de un funcionario mexicano de su categoría en esa ocasión, fue a modo de protesta ante los excesos de violencia policial, desatada por el entonces gobernante Luis Echeverría contra la revuelta anarco-comunista de la "Plaza de las Tres Culturas" de la Universidad de México en 1968. Contrastemos esa actitud valiente con la de otros muchos personeros de la izquierda mexicana, quienes se limitaron a la denuncia verbal de la ofensa, mientras se aferraban a las inmerecidas prebendas oficiales. Esa honestidad física, ese valor ético que trasciende el beneficio personal, siempre provoca la envidia de los espíritus mezquinos. Empero, la virtud imperdonable, aquella que acarrea el odio feroz de la gente subalterna, es la honestidad intelectual. Paz nació en el epicentro de la izquierda mexicana y a ella renunció. Su renuncia la hizo evidente en un libro en el que denunciaba sin misericordia ese cáncer social que es la burocracia estatal parasitaria, bandera de "liberación social" del izquierdismo endémico que sufrimos en la América hispana. Su sólido anticastrismo, aunado a una filosiofía social ética que lo hermanaba con Vargas Llosa y Jean François Revel, le acarreó la furia de los marxistas mexicanos. Y eso nos lleva al tema que motiva este artículo y al contraste que deseamos establecer entre individuos como Octavio Paz y los personeros de esa otra fauna política tan al uso del estatismo y de la burocracia azteca: El sindicato de los bitongos mexicanos. En la versión castellana de este trabajo es quizás menester una definición de la palabra "bitongo." De acuerdo a Larousse (el diccionario más cercano a mí al escribir esto), bitongo es un adjetivo que quiere decir "consentido" o "mimado." Para consentir y mimar es imprescindible poseer los medios y nadie dude que en México existe una super élite económica, social y racial que no sólo detenta esos medios, sino que los usa con largueza, no sólo para hacer avanzar el interés de su estirpe en privilegio, sino para influenciar el discurso político de forma tal que ese privilegio se mantenga. Las "causas de la izquierda" y del "nacionalismo" siempre han sido banderas políticas del "Club de los Bitongos Mexicanos." La divisa más evidente en ese club es la hipocresía, tras la que se esconde (recóndito y furtivo) el sexismo, la arrogancia y el racismo. ¿Cuál es la apariencia física promedio de un miembro de esa élite mexicana que denunciamos hoy aquí? Es casi siempre del sexo masculino y a diferencia de la inmensa mayoría de sus compatriotas, completamente blanco y en muchos casos rubio y de ojos azules (el síndrome de Hernán Cortés perdura). Sus raíces políticas las han afianzado firmemente en todos los partidos, incluyendo al PRI, al PAN y al relativamente novel PRD. Todos tienen una educación universitaria adecuada, casi siempre financiada por sus padres y casi siempre adquirida fuera de México. Muchos son graduados en humanidades, pero los hay con títulos en economía e ingeniería. Todos hablan leen y escriben propiamente en uno o más idiomas, además del castellano nativo. El "Club de los Bitongos Mexicanos" incluye muchos presidentes como Miguel de Lamadrid, Salinas de Gortari, Cedillo y el presente gobernante Vicente Fox, quien ridículmente trata de "reciclar" la imagen arrogante de los miembros de esta elite politico-económico-racial. Una lista completa de bitongos detentando el poder en México es ciertamente imposible, pero puedo garantizar que actualmente controlan el servicio exterior azteca que dirige el izquierdista de lujo y biógrafo laudatorio del "Ché" Guevara, Jorge G. Castañeda. Ejemplo de esto último es el nuevo embajador mexicano en La Habana, llamado Ricardo Pascoe, quien pretende servir como "puente" entre los "antagonistas" Fidel Castro y George W. Bush y quien se duele de que el presente gobierno norteamericano trate (tibiamente) de incluir al ex embajador cubanoamericano Otto Reich, como consejero en asuntos hispanoamericanos. Pascoe, antiguo comunista de la facción de León Trotsky es entusiasta simpatizante de Castro, a quien de acuerdo a Mark Fineman, escritor del "staff" de L. A. Times, ha visto una docena de veces desde su introducción como embajador de México. Pascoe afirma que a Bush, a Fox y al tirano los relaciona "el haber sido terratenientes los tres." Pascoe agrega que Castro y Fox iniciaron una buena amistad durante la toma de posesión de este último, pues recuerda que el dictador de Cuba le preguntara en esa ocasión al gobernante azteca "su opinión sobre los vinos españoles." Trotskista arrepentido (¿?), Pascoe no ha tenido escrúpulos en representar a su gobierno ante el régimen que diera asilo a Ramón Mercader, asesino de León Trotsky. Esa capacidad de adaptación camaleónica es característica de estos "niños de papá y mamá", pero su verdadero denominador común es que son totalmente incapaces de pensar en términos que no sean corruptos y frívolos. ¿Terrateniente Fidel Castro? Aparte de ser hijo de un campesino gallego quien llegó a poseer una considerable propiedad agraria en Cuba mediante el robo a sus vecinos, Castro sólo manifestó su condición de "land baron" masacrando a las gallinas de su padre con una vieja escopeta calibre doce. El futuro tirano nunca se interesó en labor agrícola alguna y no trabajó en la administración de esa finca un solo día. Es muy cierto que Fox y Castro "simpatizaron en muy breve tiempo", pues las fotos de abrazos y sonrisas que publicara "Granma International" no dejan lugar a dudas. Esto no debe sorprender a nadie (excepto algunos cubanos del destierro que siguen dándose con la misma pared en la cabeza): Vicente Fox, el más prominente de los bitongos mexicanos de hoy, tiene la cara tan dura y es tan desvergonzado como todos sus predecesores. Quizas el llamado "Subcomandante Marcos", el más reciente miembro del club, usa pasamontañas por un rezago ("políticamente incorrecto") de pudor. FIN
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