¿QUIENES SOMOS LOS CUBANOS DE HOY?
Por Hugo J. Byrne
La historia no se puede estudiar como una diciplina aislada. Así
como las otras ciencias básicas no pueden separarse de las
matemáticas, es imposible comprender el proceso histórico sin
analizar la geografía política y sociología de la época en estudio.
Este cronista no es historiador, ni pretende ser más que un
estudiante de historia. Pero es un estudiante serio.
Por eso afirmo que no es sorprendente que las dos obras más
importantes que sobre Cuba y su pasado reciente se publicaran en el
exilio no fueran producto del trabajo de historiadores, sino de un
economista y un sociólogo. Me refiero naturalmente al "Estudio
Sobre Cuba" que la Universidad de Miami bajo la inspirada
dirección del desaparecido José Álvarez Díaz
publicara en 1963, así como de "Cuba, Mito y Realidad" del
eminente sociólogo cubano y veterano paracaidista de
Girón, Juan Clark.
Una lectura sistemática de estas dos obras monumentales nos
enseña no solamente el proceso criminal que durante cerca de
medio siglo destrozara nuestra nación, subvertiendo las mas
básicas virtudes nacionales. También nos demuestra la
posición relativa de Cuba en el concierto mundial antes de
Castro y el alto nivel de autonomía económica que
disfrutaba la sociedad cubana comparado no sólo al del resto
de Hispanoamérica, sino al de los países más
desarrollados. Empero, su primordial enseñanza histórica
es de carácter demográfico y sociológico. Es relativa
a lo que podemos apreciar sobre nuestra identidad nacional. Responde a la
interrogante de quienes somos los cubanos, aunque la pregunta está
incompleta, pues en el terreno práctico lo que debía
preguntarse es ¿Quienes somos los cubanos de hoy?
El historiador inglés Hugh Thomas en su notable obra "Cuba:
"The Persuit of Freedom", señala que la toma de La Habana por los
ingleses fue un evento primordial en nuestra formación. Tan fundamental considera Thomas este acontecimiento, que empieza
con él su brillante estudio de la Cuba contemporánea.
En ese momento histórico, Cuba empieza a desarrollar una
identidad separada de España. La lucha desesperada contra el odiado invasor,
en la que el peso de la resistencia no cae en peninsulares sino en nativos dirigidos
por el criollo Pepe Antonio, unida a la gran expansión mercantil que surge
después de la derrota y que continúa a pesar del retorno a la
soberanía española, producen de acuerdo a Thomas, el nacimiento
de nuestra identidad.
El primer criollo que en nuestra historia se identifica
netamente como cubano es el bayamés José Antonio Saco, discípulo
de Félix Varela, en un curso anterior a Luz y Caballero.
Como Varela, Saco se vio expulsado de Cuba. A diferencia de
sus contemporáneos, nunca claudicó. Fue un exiliado irreductible.
Fustigó como ninguno la esclavitud y la trata. Quería liberar a
los negros y retornarlos al Africa. El anexionismo, popular entre
muchos de los separatistas de aquella época, fue anatema para Saco,
quien se opuso a él con uñas y dientes.
Aunque La Guerra de los Diez Años desoló a Cuba y arruinó a
España, al producirse el Zanjón las esencias nacionales estaban
intactas. Cuba era una isla de blancos y negros con un interés
común, opuesto al interés colonial. La proporción étnica entre los
cubanos de ancestros europeo y africano se había balanceado en la
segunda mitad del siglo XIX por migraciones de peninsulares
meridionales y muy especialmente de Islas Canarias. Estos últimos
colonizaron el campo, pues por tradicional antagonismo a Madrid,
deseaban poner el mayor espacio posible entre ellos y el gobierno
de la Metrópoli. Este antagonismo fue caldo de cultivo en nuestra
lucha independentista que siempre fue esencialmente rural. Esa
influencia isleña y meridional, tambien influyó en nuestra lengua.
El cubano visitante de Las Canarias y Andalucía puede facilmente
comprobar este aserto.
Cuando en 1895 Arsenio Martínez Campos regresa a
Cuba con la orden de sofocar la insurrección tal como lo
había logrado en el 78, su incisivo genio militar y
político asimila de inmediato la imposibilidad de lograrlo y el
absurdo de intentarlo: "Aunque los insurrectos fueran derrotados o
forzados a rendirse es mi opinión sincera y leal que,... con o
sin reformas, ofreciendo perdón o exterminio, tendremos guerra de
nuevo en diez años y si no hacemos otra cosa que desangrarnos,
tendremos después otra guerra y después otra. ¿Puede
España darse el lujo de continuar ese ciclo...?" La respuesta
de Cánovas fue Weyler.
La "Reconcentracion" costó a Cuba, de acuerdo a historiadores
españoles, casi cuatrocientosmil muertos, despoblando las áreas
rurales de Camaguey y Oriente y exterminando una tercera parte de
la población campesina de la Isla. También alteró la composición
étnica cubana, pues muchas de las víctimas del genocidio eran
campesinos blancos, pequeños propietarios rurales. Cuba entró en
la Guerra de Independencia con una población de aproximadamente dos millones de habitantes. En 1899, durante la Primera Intervención
Americana, Cuba contaba con 1,570,000 habitantes, siendo la mitad
cubanos negros.
Al inaugurarse la República en 1902, el temor irracional a que Cuba se convirtiera en "otra Haití", abrió de par en par las
puertas a la inmigración europea. Esa política migratoria
continuada por Gómez y Menocal admitió a más de 658,000 inmigrantes entre 1902 y 1919. En menos de dos décadas Cuba absorbió más de
450,000 europeos, de los cuales 436,000 (98%) venian de España.
En otras palabras, la población cubana de 1920 se
componía de inmigrantes en más de una cuarta parte. Con el advenimiento
de La República los españoles perdieron el poder político, pero
mantenían el control del comercio y la vida económica del país
en general. Por eso en 1934, el Presidente Provisional Grau (de ascendencia catalana)
estableció la llamada "Ley del 50%" que imponía una cuota de ciudadanos
cubanos en la mitad de la empleomanía comercial.
¿Quienes somos los cubanos de hoy? Un estudio sereno de
nuestras superficiales raíces cubanas, nos sitúa a menudo en la
primera generación de nativos. Cuba, como La República Argentina en Sudamérica, era una nación de inmigrantes recientes, con los mismos problemas de identidad que a veces afligen a nuestros hijos aquí.
Esa crisis de nuestra identidad nacional contribuyó grandemente a la tragedia que ha torturado a Cuba por más de cuarenta años.
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