SINODO DE OBISPOS EUROPEOS Y CUBA

En el reciente sínodo de los obispos de Europa, efectuado en Roma, resonaron las palabras de algunos cardenales y obispos que, con lenguaje claro, deploraron la devastación producida en Europa por el flagelo comunista, rindieron homenaje a los mártires de la fe y mostraron la necesidad de pedir perdón por el silencio de tantos Pastores, durante tantas décadas, mientras se practicaban los crímenes inspirados en esa ideología intrínsecamente perversa. En este fin de siglo y de milenio, que se desvanece con más penas que glorias, es indispensable resaltar esos valiosos testimonios, de tanta importancia histórica.

El cardenal Cristoph Schönborn, arzobispo de Viena, después de hacer un conmovedor recuerdo de los mártires del comunismo en el Este europeo, señaló que "mientras los crímenes del nacional socialismo han sido discutidos, los del comunismo están todavía envueltos a menudo en una ‘nube de no saber’ y en el silencio". Y preguntó en seguida, de manera dramática: "También nosotros, cristianos y obispos de Occidente, ¿no participamos en este silencio? ¿No deberíamos pedir perdón por ello en este Sínodo, para que el recuerdo de los mártires pueda celebrarse con corazón puro?"

El arzobispo de Ljubljana, Mons. Franc Rodé -un prelado que pasó parte de su vida en el exilio, impuesto por el régimen socialista de Tito, en la antigua Yugoeslavia- mostró la necesidad de insistir en el fracaso de la "utopía marxista" y el "ateísmo", "que dejan a sus espaldas inmensos sufrimientos y millones de víctimas". "Se trata de un fenómeno colosal, que debería hacer reflexionar", añadió, explicando que "la caída del comunismo en 1989 tiene un significado espiritual inmenso: nos ofrece la prueba, por así decir empírica, de que una sociedad sin trascendencia, sin Dios, no es viable". El obispo de Scutari, Albania, Mons. Angelo Massafra, reconoció por su parte que "la fe en Albania no se perdió gracias al testimonio de los mártires", así como a la dedicación de religiosos que, "con el riesgo de la cárcel" y la perspectiva del martirio, ofrecieron sus vidas para asistir al rebaño perseguido. Otros discursos de obispos del Este europeo merecerían ser también mencionados.

Todos aquellos que, desde hace años, llevan adelante una lucha publicitaria y doctrinal en favor de la libertad de Cuba, podrán sacar legítimamente algunas conclusiones de esos históricos pronunciamientos. Por ejemplo, tal como vimos, el cardenal de Viena reconoce con humildad y pesar el silencio de tantos prelados mientras en Europa del Este y Rusia el comunismo cometía atroces crímenes y se ensañaba con los cristianos, en particular, con los católicos. ¿Cómo no pensar en Cuba comunista y en el silencio, de ayer y de hoy, de tantos eclesiásticos del continente en relación al drama cubano? ¿Se llegará algún día a pedir perdón al pueblo cubano, y en especial a sus mártires, sobre los silencios en relación al sistema comunista en la isla-cárcel, que en buena medida han hecho posible la prolongación del drama de la otrora Perla de las Antillas?

En efecto, tal como afirmó el ex preso político Armando Valladares a comienzos de 1999, en carta a los participantes de la Reunión Interamericana de Obispos, efectuada en La Habana, "difícilmente hubiera sido posible la prolongación, durante tantas décadas, de la dictadura comunista en Cuba si no fuese ora por el silencio, ora por la contemporización y hasta complacencia, de tantas figuras eclesiásticas de las Américas; actitudes que, en líneas generales, han continuado desde el comienzo de la revolución cubana hasta hoy" (cfr. DIARIO LAS AMÉRICAS, Enero 31, 1999).

Por una feliz coincidencia, en momentos en que cardenales y obispos europeos rendían homenaje a los mártires de la fe en la Europa del Este, y condenaban al comunismo, desterrados cubanos entregaban en la Secretaría de Estado de la Santa Sede una carta al Santo Padre, suscrita por 500 personalidades del exilio, implorándole que durante el Jubileo del 2000 rescate del olvido a los mártires cubanos, víctimas del comunismo. Cuánto desearíamos que en Iberoamérica se levantasen voces eclesiásticas adhiriendo a tan noble petición, emulando así los citados pronunciamientos de prelados del Viejo Continente.


Gonzalo Guimaraens

Diario Las Américas, Miami
Dic. 15, 1999

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