Diario Las Américas, Miami, "Artículos y Comentarios", Feb. 18, 1999

El Cardenal Mindszenty y los católicos cubanos


Hace 50 años, el 8 de febrero de 1949, el régimen comunista de Hungría condenaba a cadena perpetua al Cardenal Josef Mindszenty, arzobispo de Esztergom y primado de Hungría, acusado de "alta traición, espionaje, amenaza a la seguridad del Estado y tráfico de divisas". La noble figura del Purpurado que se caracterizó por rechazar cualquier forma de entendimiento con los comunistas- constituye desde hace décadas un admirable ejemplo de santa resistencia para los católicos cubanos de la isla y del destierro que se han negado a quemar siquiera una pizca de incienso a los ídolos revolucionarios.

En efecto, testimonios de antiguos militantes católicos de la isla señalan que la figura del Cardenal Mindszenty ya era muy conocida y admirada en la década del 50. Y cuando en 1960 el régimen castrista comenzó las persecuciones contra la Iglesia, su ejemplo sirvió de estímulo para la perseverancia en la fe de incontables cubanos, entre los cuales, aquellos mártires que murieron en el paredón gritando "¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo el comunismo!"

Fue él un auténtico Pastor dispuesto a dar la vida por sus ovejas. El 8 de febrero de 1999, al cumplirse exactamente el 50o. aniversario de la injusta condena a cadena perpetua del eminente Purpurado, S.S. Juan Pablo II recibía las cartas credenciales del nuevo Embajador húngaro ante la Santa Sede. Y aprovechaba la solemne ocasión para rendir homenaje al "óptimo Pastor" que supo defender "la libertad del pueblo", así como reivindicar "los sagrados derechos de la Religión": "Recuerdo con emoción la figura del Cardenal Josef Mindszenty, que sigue siendo para todos vuestros compatriotas un defensor de la fe y de la libertad del pueblo. Conocemos muy bien los méritos de este óptimo Pastor; conocemos su tenacidad y la pureza de su fe; conocemos su fe apostólica para tutelar la integridad de la doctrina cristiana y en la reivindicación de los sagrados derechos de la Religión".

Pío XII lo hizo Cardenal el 18 de febrero de 1946. Al entregarle el capelo cardenalicio le dijo en tono profético: entre los Cardenales presentes, "tú serás el primero a sufrir el martirio, simbolizado por este color púrpura"... Dos años más tarde, en 1948, comienza su largo via crucis. Los comunistas expropian las escuelas, inclusive las católicas. La firme y pública oposición del Cardenal Mindszenty a dichas medidas lo convierte en un blanco prioritario del régimen, que intenta de todos los modos posibles quebrar y destruir la figura del eminente Purpurado, quien ha conseguido catalizar en torno de sí las admirables reacciones anticomunistas del pueblo magiar.

En la Navidad de ese mismo año el Cardenal es arrestado y sometido a 33 días de torturas físicas y vejaciones morales. El 8 de febrero de 1949, tras un proceso-farsa que duró sólo tres días, el Cardenal es condenado a cadena perpetua por "alta traición, espionaje, amenaza a la seguridad del Estado y tráfico de divisas". Se hizo célebre una fotografía del Purpurado en el banquillo de los acusados, con una mirada que refleja su inquebrantable decisión de cumplir el deber hasta el fin. Mons. Mindszenty permanece preso durante ocho años, hasta el levantamiento del pueblo húngaro contra la ocupación soviética, a fines de octubre de 1956. Pero su libertad dura pocos días, pues el 4 de noviembre dicho levantamiento es aplastado por 2.500 tanques y carros de combate soviéticos.

El Purpurado se ve forzado a pedir asilo político en la embajada de los Estados Unidos en Budapest. Comienza así un largo cautiverio de 15 años dentro de la propia representación diplomática durante el cual -¡oh misterio!- los norteamericanos le prohibieron el contacto con cualquier persona, hasta con los propios funcionarios. Sin embargo, continúa él creciendo en la adversidad, siendo consolado por el apoyo valiente, firme y continuo de Pío XII, así como por la admiración conmovida de toda la Cristiandad.

Pasados casi tres lustros, Paulo VI le pide que renuncie a su aislamiento en medio de las ruinas de Hungría, y acepte el exilio. El gran Cardenal obedece, partiendo al destierro el 28 de septiembre de 1971. Abandonar para siempre su patria y su arquidiócesis fue el hecho "que le provocó el dolor más grande de su vida", afirma la agencia romana Zenit en reciente cable desde Budapest, rememorando esos acontecimientos históricos. "Nunca la voz de Pedro se mostró más poderosa que al poner de rodillas a aquel varón altanero a quien ni la presión conjunta de Moscú y de Washington había conseguido doblegar", escribió el Prof. Corrêa de Oliveira en 1974, poco después que salieran a público las Memorias del Cardenal. Luego de una breve estadía en Roma, Mons. Mindszenty parte a Viena desde donde proyectará sobre la patria cercana su influencia bienhechora.

En sus Memorias, el Cardenal narra los objetivos pastorales por él trazados para sus actividades en la capital austríaca: "Pastorear centenas de millares de húngaros en el exilio; advertir a la opinión pública mundial sobre los peligros del bolchevismo, con la publicación de mis memorias; y, siempre que me sea posible, interesarme por la trágica suerte de la nación húngara". Pero pronto se harán sentir los efectos de las presiones del régimen comunista húngaro, hechos que son narrados en las Memorias.

Solicita el Purpurado que le sea devuelta la facultad de indicar sacerdotes para las comunidades húngaras en el extranjero. Amarga decepción: el pedido es rechazado por el Vaticano "para no incomodar al régimen de Budapest", según asevera el Cardenal. También, los obispos húngaros nombrados por Paulo VI -pero enteramente sujetos al gobierno húngaro- comienzan a multiplicar junto a la Santa Sede protestas contra las actividades anticomunistas de Mons. Mindszenty. Estalla entonces una sorpresa-bomba: la Nunciatura en Viena informa al Cardenal que la Santa Sede había dado una garantía al gobierno comunista húngaro, durante las tratativas de 1971 que conducirían al Purpurado al exilio, de que una vez puesto en libertad éste nada podría decir que contrariase las conveniencias de Budapest. A ese respecto, comentó Plinio Corrêa de Oliveira: "Mediante tal concesión al gobierno húngaro, Paulo VI empleó la autoridad conferida por Nuestro Señor Jesucristo a San Pedro, con el fin de forzar al Cardenal a no contrariar los planos del imperialismo comunista. Las llaves de Pedro funcionando según los deseos de ateos, perseguidores implacables de la Religión: ¿qué es esto sino una bomba, probablemente la mayor bomba en la Historia de la Iglesia, desde Pentecostés hasta hoy?"

Pero lo peor estaba para suceder. Algún tiempo después, Paulo VI escribió al Cardenal Mindszenty pidiéndole que renunciase a la archidiócesis de Esztergom. El Cardenal se negó y Paulo VI lo destituyó. Un trago particularmente amargo: la carta de dimisión le fue entregada precisamente en la fecha en que se conmemoraba el 25o. aniversario de su glorioso encarcelamiento por los comunistas... Mons. Mindszenty ya no era más Arzobispo de Esztergom. El sacrificio había llegado a un auge. Pero crecía al mismo tiempo, hasta las estrellas, la figura moral del Pastor que supo dar la vida por sus ovejas, inspirando aliento, fuerza y esperanza invencible a todos los católicos anticomunistas del mundo.

El Cardenal Mindszenty falleció en el destierro a los 83 años, el 6 de mayo de 1975. En 1991, su cuerpo, que estaba enterrado en el Santuario de Mariazell, en Austria, fue exhumado; y, para sorpresa de los allí presentes, encontrado incorrupto, en buen estado de conservación. Habiendo ya caído el régimen comunista húngaro, se decidió el traslado de su cuerpo a la Basílica de Esztergom. Lo aguardaba una inmensa multitud, integrada por decenas de millares de húngaros. Era el conmovido reconocimiento del rebaño al buen Pastor que volvía a una Patria liberada, para su descanso eterno, tras un largo y forzado destierro desde el cual jamás dejó de velar por su grey... Su tumba es hoy lugar de peregrinación. No en vano la Iglesia ha introducido su proceso de beatificación. Sin duda, los amantes de la libertad de Cuba tienen en él un seguro intercesor en el Cielo y un admirable ejemplo de santa intransigencia anticomunista.


FIN


Gonzalo Guimaraens es analista político, experto en asuntos cubanos.
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Diario Las Américas, Miami, "Artículos y Comentarios", Febr. 18, 1999

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