Bolivia, ¿revés del expansionismo bolivariano?

Por ERNESTO F. BETANCOURT

Boliva está al borde de la ruina. La percepción de que Castro y Cháve están a punto de obtener una gran victoria por medio de su agente local Evo Morales es errada. Irónicamente, el nacionalismo en Bolivia está chocando con países socialistas como Chile, Brasil y Argentina. Internamente, hay un peligro de secesión muy serio y el nacionalismo ignorante de los seguidores de Evo Morales los lleva a la ruina. Bolivia pudiera ser la fuente de energía del desarrollo industrial del Cono Sur pero no es una fuente confiable. Mesa se ha movido con habilidad pero puede que no prevalezca. La triste realidad es que sin hacer uso de la fuerza, no tiene chance de derrotar a Evo Morales. La producción de Sao Paulo que se exporta a Asia necesita un corredor terretre confiable para llegar a los puertos del Pacífico. Eso podría beneficiar inmensamente a Bolivia, pero los bloqueos de camino lo han anulado.

EL AUTOR

Por medio de desesperadas maniobras, el actual presidente de Bolivia, Carlos Mesa, ha retado al líder cocalero Evo Morales, a quien acusa de crear el caos a través de los bloqueos de caminos que han paralizado todas las ciudades bolivianas. La excusa ha sido una demanda de que se aprobara una Ley de Hidrocarburos que eleva las regalías petroleras a 50 por ciento, lo que agregado a los impuestos implicaría que las empresas petroleras recibirían solamente un 15 por ciento de ingresos. Eso vestido de un nacionalismo imbécil que ignora que Bolivia carece de la tecnología y el capital de inversión para desarrollar su inmensa riqueza energética.

Bolivia es un polvorín socio-económico y étnico. La gran masa indígena vive en condiciones pavorosas de miseria y la izquierda, principalmente representada por el Movimiento al Socialismo (MAS), que encabeza Evo Morales, ha tenido éxito en convertirla en una fuerza de presión política, con un alto contenido nacionalista.

El MAS surge con la resistencia de los cocaleros a erradicar el cultivo de la coca, acción promovida por Estados Unidos en el Valle de Chapare. El conflicto viene de la época de Gonzalo Sánchez de Losada, quien renunció después de reprimir motines contra la inversión extranjera en el gas. Pero el nacionalismo que se movilizó en contra de la explotación del gas es basado en un odio ancestral de los bolivianos a Chile por la pérdida del acceso al mar. Los embarques de gas se iban a hacer a través de Chile.

Las fuerzas armadas han sido un elemento estabilizador en la balanza del juego político. Y también de autoritarismo y corrupción. Cuando se produce el derrocamiento de Sánchez de Losada hay dos factores inhibidores que, en cierta forma, anulan ese papel estabilizador. Uno, que se producen acusaciones de abuso de la fuerza y, en estos momentos, hay un juicio por genocidio contra el presidente derrocado. El otro es que Carlos Mesa carece de una base política propia. Además, los partidos que controlan el legislativo perdieron apoyo popular en elecciones locales en las que tuvo mayoría el voto indígena de Evo Morales. Mesa, consciente de lo precario de su legitimidad, anunció que prefería renunciar antes que apelar al uso de la fuerza, como su predecesor. Morales decidió aprovechar esa renuncia al uso de la fuerza para promover el caos.

A nivel interamericano, Evo Morales se suma como líder boliviano del movimiento bolivariano regional que promueve Chávez, con Fidel en el trasfondo. Ya, antes, había sido financiado por Muammar Gadafi, vía Fidel. Pero la situación tiene complicaciones. Primera, que los principales inversionistas extranjeros envueltos en este caso representan intereses regionales izquierdistas, Petrobras de Brasil y Repsol/YPF de Argentina. Segunda, que la riqueza energética está en departamentos como Santa Cruz de la Sierra y Tarija donde prevalecen fuerzas conservadoras que se veían enriquecidas por la bonanza de explotar el gas, lo que ha generado un movimiento secesionista. Y, tercero, que el caos de los bloqueos acaba afectando la vida cotidiana de todos, pequeños productores y consumidores.

Consciente de estos tres factores, Mesa reta a Morales. Planteó su renuncia a menos que hubiera un pacto social. Eso se discutió en una sesión de tres horas, en el Banco Central, entre todos los diputados y senadores y el presidente. De ahí surgió la ratificación unánime de Mesa para que terminara su mandato en el 2007 y un programa de cuatro puntos, incluyendo una Ley de Hidrocarburos razonable, elecciones departamentales para legalizar la autonomía y evitar la secesión, una constituyente y cese a los bloqueos. Sólo se opuso el MAS y algunos de la izquierda. Acto seguido, Mesa hizo un llamado a la población para que salga a la calle a retar a los bloqueos. Eventualmente, Mesa tendrá que volver a poner a las fuerzas armadas en la balanza política. El Congreso pasó una Ley de Hidrocarburos que evadía lo planteado por Mesa y los fiscales sabotearon la invocación de la ley que requería Mesa para recurrir a los militares para acabar con los bloqueos.

Al momento de escribir esta columna, Mesa ha alzado la parada de nuevo convocando a elecciones presidenciales. El pulseo continúa. Aun si gana Morales, será una victoria pírrica. Bolivia encara la posible ruina por la parálisis de la inversión energética y bordea el abismo de una secesión.

A nivel internacional, Lula, Kirchner, Vázquez y Duarte dieron su respaldo a Mesa. Lagos tuvo la sensatez de guardar silencio. Al final, aislado, Chávez tuvo que apoyar a Mesa, a pesar de que Evo es el hombre de la revolución bolivariana en el altiplano. ¿Y Fidel? Automarginado de la inauguración de Vázquez --dicen se ofendió porque Tabaré le pidió limitara su verborrea-- decidió hablar de las ollas de presión.


The Miami Herald


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