La intervención cubana en Venezuela ERNESTO F. BETANCOURT La quemada de varios soldados en un calabozo en el Fuerte Mara en Venezuela ha envuelto a los cubanos en un feo enredo. Un diputado ADECO denunció que los soldados se habían negado a servir de ordenanzas a oficiales cubanos. Después de un altercado verbal, uno de los cubanos, en un momento de furia, usó un lanzallamas contra el calabozo. La legislatura investiga y el testimonio del jefe del ejército refutó la tesis del lanzallamas, pero no la de los cubanos. Sea cierto o no, esto refleja una realidad: hay una intervención cubana en Venezuela no cuestionada. Se ha aceptado la ficción de que éste es un conflicto interno venezolano. Pero esa ficción ignora la intervención masiva y evidente de Castro a favor de Chávez, la que ya alcanza a Colombia. Desde hace rato, la alianza entre Castro y Chávez ha generado toda clase de informaciones de una presencia cubana en apoyo al aparato represivo de la revolución bolivariana. En Cuba se han vaciado las escuelas donde se daba instrucción a los nuevos maestros integrales para alojar a miles de cuadros de las Brigadas Bolivarianas, a quienes se está adiestrando como tropa de choque para el conflicto que, a todas luces, se avecina en esa nación hermana. Hay reportes persistentes de miles de cubanos entrando en Venezuela y recibiendo documentación venezolana para ser ubicados como ciudadanos de ese país en unidades militares, de inteligencia y policiales. Uno de los reportes que recibí sobre el incidente del Fuerte Mara precisamente atribuía a esos oficiales cubanos esa entrada tenebrosa y su dotación con una identidad venezolana ficticia. Ha habido reportes de que altos funcionarios cubanos, entre ellos el jefe del Grupo de Coordinación y Apoyo del propio Fidel Castro y el general Julio Casas Regueiro, mano derecha de Raúl Castro en el Ministerio de las Fuerzas Armadas, se han desplazado por largos períodos de tiempo a Venezuela en labor de supervisión de estas fuerzas. Además, miles de médicos cubanos han sido sustraídos de sus labores de médicos de familia para ser enviados a trabajar en los barrios más pobres de Caracas y otras ciudades venezolanas. Algo semejante se hace con educadores y entrenadores deportivos. También se reporta que Cuba ha acumulado un saldo negativo comercial con Venezuela de cerca de mil millones de dólares. Sencillamente, Cuba no paga por el petróleo. Tenemos que llegar a la conclusión de que el envío de esta ayuda para consolidar a Chávez en el poder es parte de un arreglo secreto entre los dos mandatarios. La situación venezolana también incide sobre Colombia. Hay dos mil kilómetros de frontera. Allí, los cubanos tienen viejos intereses estratégicos en las guerrillas de las FARC y el ELN. En respuesta a las infiltraciones de armas y la provisión de bases a las FARC y el ELN, el Senado colombiano pasó una resolución pidiendo la intervención de la OEA en declarar ilegítimo al régimen chavista de acuerdo con la Carta Democrática. Chávez ha socavado el referéndum revocatorio con argucias leguleyas. Eso lo hace ilegítimo de acuerdo a la Carta. Basta de los tiquismiquis cómplices de Carter y Gaviria. En 1980, Michael Manley intentó un autogolpe con apoyo cubano antes de las elecciones de ese año: aducía que el sistema parlamentario era un lujo para una nación pobre como Jamaica. Habían adiestrado a mil brigadistas jamaiquinos en Cuba, tenían una brigada de construcción cubana destacada en Kingston y había cinco mil soldados en Oriente para ser transportados a una pista al oeste de Kingston. El embajador cubano en Kingston, Ulises Estrada, lugarteniente del siniestro comandante Piñeiro, amenazó con represalias a la oposición. En las paredes de Kingston aparecieron graffiti: ''Cubans, go Home''. Pero las elecciones se celebraron y ganó Eddie Seaga. Después de la crisis, un oficial de reserva de la inteligencia jamaiquina, con quien trabajaba en mis labores de consultor, me preguntó por qué Castro abandonó a Manley, retirándole su apoyo. En julio de ese año, los republicanos postularon a Ronald Reagan. Carter advirtió a Castro y actuó, reforzando Guantánamo, y eso que tenía la crisis de Irán andando. Castro se replegó. Ahora, sólo una seria acción de parte de Estados Unidos, con la OEA o sin ella, parará la intervención castrista en Venezuela y, por carambola, salvará a Colombia. Cierto, la maraña de Irak se enreda por días. Pero titubear envalentona a Castro. Ese envalentonamiento explica la crisis con México y Perú. Por favor, no esperen más. FIN
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