COLOMBIA NECESITA AYUDA MILITAR, NO BOBADAS

Por Ernesto F. Betancourt

Ahora que la Comunidad Europea se apresta a revisar su posición sobre Cuba, uno de los temas derivados que debe encarar es la posición sobre Colombia. Los esfuerzos de Castro por borrar su imagen de promotor del terrorismo después del 11 de septiembre han llevado a muchos a olvidar que Colombia ha sido a todo lo largo uno de los blancos de la exportación de terrorismo por parte del régimen cubano.

El primer encuentro de Castro con el terrorismo en Colombia se produjo cuando el asesinato de Jorge Eleicer Gaitán en 1948. Estuvo allí por cortesía de Perón, quien financió una reunión de estudiantes latinoamericanos para sabotear la reunión creadora de la Organización de los Estados Americanos. Posteriormente, Castro, ya en el poder, promovió la ayuda a grupos guerrilleros colombianos, como el de Camilo Torres, durante la etapa de exportar la revolución a América Latina. Durante los sesenta y setenta, Tirofijo y su gente de las FARC se adiestraron en los campamentos Petis creados por el régimen en la Sierra de los Organos, en Pinar del Río, para adiestrar guerrillas del tercer mundo en poner bombas, hacer emboscadas, robar bancos y hacer secuestros.

Más tarde, Castro vincula los envíos de armas al M-19 colombiano con los embarques de los carteles de drogas, caso que lleva al encausamiento de Jaime Guillot Lara y cuatro altos funcionarios del régimen castrista en las cortes americanas en 1982. Para 1986 Castro ya ha vinculado a su régimen con gente como Pablo Escobar, pero bajo un arreglo que lo eximía a él de toda responsabilidad. Arreglo que falla ante la demanda de Ronald Reagan de que el régimen defina su posición en cuanto al tráfico de drogas y provoca el famoso juicio echando toda la culpa al general Arnaldo Ochoa y otros.

Cuando las FARC se independizan de la ayuda cubana, al contar con los cuantiosos recursos del tráfico de drogas, Castro promueve el ELN. Además, sigue dando ayuda a las FARC en base a sus contactos con el terrorismo internacional. Los irlandeses del IRA, en la actualidad esperando ser juzgados en Colombia por dar ayuda terrorista a las FARC, fueron por gestión del representante del IRA en La Habana, uno de los enjuiciados.

Cuando el presidente Andrés Pastrana inicia su gestión de paz, Castro y Gabriel García Márquez son sus asesores, según reportara Andrés Oppenheimer. Castro participa como mediador durante la farsa de negociación que se montara con la cooperación de Naciones Unidas. Cuando ya ni siquiera Pastrana podía seguir con la farsa, apareció James Lemoyne, ex reportero del New York Times, como representante de Naciones Unidas, con un último esfuerzo por prolongar la farsa. Por suerte para los colombianos, fracasó. Ahora, el ex Presidente Pastrana se ha acogido a la hospitalidad de Castro para escribir sus memorias.

Su gestión de paz partió de una premisa falsa: las FARC y el ELN eran fuerzas políticas respetables que respondían a legítimas demandas populares. Tanto Europa como América Latina compraron esa ficción y reconocieron a las FARC y el ELN como fuerzas revolucionarias, aunque sus tácticas de lucha son esencialmente terroristas de la peor especie. Esa ficción entra en crisis con el 11 de septiembre, al declarar Estados Unidos inaceptable el negociar con el terrorismo y plantear una guerra universal contra las prácticas terroristas. Además, Estados Unidos abandonó la idiotez de que había que distinguir entre la guerrilla y el narcotráfico al usar la ayuda militar americana. Distinción imposible cuando se combate con narcoguerrillas.

Ojeando un reciente informe del Banco Mundial, Colombia: The Economic Foundation of Peace, descubrimos que a resultas de los esfuerzos de grupos como las FARC y el ELN, así como las AUC derechistas, el pueblo de Colombia encara la tasa de asesinatos por 100,000 habitantes más alta del mundo, siete veces más alta que la de Estados Unidos. Anualmente mueren 30,000 personas a resultas de la violencia. A pesar de ello, de 1978 a 1999 los índices de pobreza fueron bajando tanto en las ciudades (de 70 a 55%) como en las áreas rurales (de 94 a 79%), a resultas de programas de reformas que deben ser continuados y reforzados, pero que son entorpecidos por la violencia. La elección del presidente Alvaro Uribe en el 2002, después del fracaso de la farsa negociadora de Andrés Pastrana, se basó en que ofreció derrotar a los violentos.

Colombia necesita una ayuda militar efectiva, no para transar con las FARC y el ELN, sino para derrotarlos decisivamente. Sólo una victoria nítida y clara sobre los ''violentos'' creará el clima de paz indispensable para llevar a cabo las reformas económicosociales necesarias, así como para extender a todo el territorio colombiano la presencia del estado en cumplimiento de su primera responsabilidad: garantizar la vida y hacienda de los ciudadanos. Eso hará innecesarias a las AUC.

Por tanto, hay que dejarse de bobadas como que Castro puede ser mediador. El es uno de los promotores del terrorismo colombiano. O que la ayuda económica basta, como propone la Comunidad Europea. O que Naciones Unidas es capaz de negociar la paz, como propone el Grupo de Río. La administración Bush ha dado un liderazgo mundial claro y vigoroso en la lucha contra el terrorismo y, en América Latina, Colombia es víctima de un ataque terrorista feroz. Basta de equívocos. Ayudemos al triunfo del Plan de Seguridad Democrática del presidente Uribe.


FIN


El Nuevo Herald, Posted on Sat, Jul. 05, 2003

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