ANTE LA INTOCABILIDAD

Por ERNESTO F. BETANCOURT


La respuesta de Castro al Proyecto Varela, a la visita de Carter y al discurso de Bush del 20 de mayo ha sido declarar su régimen intocable. Y, de esta declaración, ha hecho cómplice a toda la población de Cuba. Las implicaciones de este paso en lo externo y lo interno son muchas.

En lo externo, implica el reconocimiento por parte de Castro de que los esfuerzos por lograr una apertura al embargo que le permitiera seguir presentando a EU como enemigo, mientras solucionaba su problema de liquidez a corto plazo con la visita de un millón de turistas americanos, o no la desea o no la ve factible. El que diera consideración a esa opción se hizo evidente cuando, en diciembre, soltó al Gallego Fernández, al general Vecino Alegret y al fiscal del juicio del general Ochoa, Juan Escalona, por los pasillos de la Asamblea Nacional del Poder Popular a especular sobre que el uso de Guantánamo como prisión de talibanes era inaceptable. Como concesión a moderados dentro del régimen que buscan una transición pacífica para consolidar sus privilegios y prebendas, Fidel accedió a aceptar ese uso de la base, dejando colgados a los ilustres intransigentes de los pasillos.

Después vino el aluvión de visitas en enero de hombres de negocios, congresistas, senadores y otros promotores de relajar el embargo. O el bloqueo, como le llaman los castristas. La ignorancia del brazo de la estupidez, motivadas por la avaricia, iban a darle otra victoria al señor feudal de Cuba. Esto culminaría con la visita de Jimmy Carter, en un crescendo imparable para levantar el embargo, al menos parcialmente. Pero todos estos promotores partían de la premisa falsa, que comparten los europeos y los canadienses, de que ante las concesiones que ellos promueven el régimen respondería con concesiones.

En eso emerge el Proyecto Varela, que Fidel percibe claramente como el principio del fin de su régimen feudal. Dicho proyecto apela por lo sencillo y justo de sus planteamientos a cualquier persona decente. Y Jimmy Carter es una persona decente. Podemos imaginarnos la ira reprimida con que Fidel escuchó a Jimmy Carter promover dicha iniciativa en su presencia y por su cadena de televisión y, nada menos que, desde su Universidad de La Habana. Porque él es el dueño de Cuba.

La respuesta estuvo rumiándola por varias semanas. Consciente de que tenía una crisis económica gravísima entre las manos, necesitaba montar un circo nacionalista para distraer la atención de la opinión pública. Con la audacia que siempre ha caracterizado su actuación, montó tres actos de masas sabatinos y concentró su respuesta en Bush, ignorando a Carter, para levantar en la mente de la población una amenaza externa, inclusive de invasión, que justificara el apretarse el cinto aún más. Por salvar a la patria, claro está.

Dentro de esa cortina de humo, montó el show final con un pedido de organismos mal llamados de masas, que en realidad representan a la oligarquía que lo apoya, para declarar su régimen feudal y fracasado intocable. Para mayor crueldad, obliga a todos los ciudadanos, bajo presiones y amenazas que todos conocemos, a dar su respaldo a la abdicación del derecho soberano del pueblo a darse el gobierno que desee, primero en un desfile grotesco y después con una firma comprometedora.

En lo externo, la intocabilidad ha destruido el sofisma de que con una apertura económica a Cuba se prepara el camino para el respeto a los derechos humanos y la libertad. El relajamiento del embargo es claramente una forma de consolidar el régimen. La Unión Europea no puede seguir con la ficción de que su fórmula promueve el cambio, sólo sirve para fraguar en concreto lo constitucionalmente intocable: un régimen feudal vestido de socialista.

En lo interno, la tenacidad admirable de la disidencia en promover el cambio generará mayor represión. Ante la futilidad de la rebelión, aumentará la presión por emigrar. Eso es, hasta que la presión que genera el fracaso económico, que se acelerará, produzca una explosión social superior a la capacidad represiva del régimen. O, hasta que, los que dentro del régimen no comparten la terquedad suicida de la posición intocable, reconozcan que ha llegado la hora de actuar, ya sea por vía del regicidio o del golpe de estado.

Con la intocabilidad, Fidel cierra la puerta al tránsito pacífico y acerca la hora cero de la solución violenta. Pobre Cuba.


FIN


Ernesto F. Betancourt
El Nuevo Herald
Posted on Sat, Jun. 29, 2002


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