LA MONA, AUNQUE SE VISTA DE SEDA...

Por Ernesto F. Betancourt


La visita del ex presidente Carter a La Habana nos ofreció una apertura inusual, al recibirlo Fidel Castro vestido de traje en vez del tradicional uniforme con zapatos tennis, que es su vestimenta de rigor en los últimos tiempos. Parecía que se estaba civilizando. Castro rindió honores de jefe de estado al inocente Jimmy --elevándolo en estatura a los ojos del pueblo cubano-- convencido de que tenía en sus manos a un tonto útil que podía explotar para realzar su maltrecho carisma después del rechazo latinoamericano en Ginebra y la desastrosa disputa con el presidente Fox de México. Pero, como dice el adagio popular, una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero.

Carter empezó su visita con el pie errado al enredarse en una disputa respecto a la veracidad de las acusaciones del subsecretario de Estado John Bolton sobre la potencial amenaza de la capacidad cubana para la guerra biológica. Posiblemente motivado por un ego herido y una arrogancia personal oculta bajo su pretendida humildad y sencillez --según me cuenta gente que ha lidiado con él--, Carter cometió el error de cuestionar la veracidad de la actual administración desde el extranjero y nada menos que al lado de un enemigo jurado de la nación que presidió. Le dio un cheque en blanco a su anfitrión sin tener ni la información ni la capacidad técnica para evaluar lo que estaba certificando. Esta actitud de autosuficiencia nos lleva a recordar los muchos fracasos en política exterior que dominaron su gestión presidencial. Fidel debe de haber dado saltos de alegría ante el inicio tan favorable de esta visita que podía resultar altamente riesgosa para sus intereses.

Porque, al día siguiente, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, Carter dejó caer el otro zapato. En sus palabras al pueblo cubano en español, y trasmitidas en vivo por radio y televisión nacional, Carter fue consistente con su posición tradicional de respaldo al respeto a los derechos humanos y las libertades democráticas. Y, para desconsuelo de su anfitrión, fue aún más lejos, dando su pleno respaldo al Proyecto Varela, que había sido endosado valientemente con 11,020 firmas de ese témpano gigantesco que es la disidencia cubana. Afortunadamente, esta visita coincidía con la formulación y presentación formal a la legislatura de esta estrategia para el cambio pacífico que, aunque generaba la desconfianza de muchos al aceptar de hecho la legitimidad de la actual Constitución, podía poner al régimen contra la pared al invocar sus propias leyes para demandar que se respeten los derechos más elementales del pueblo cubano y se establezca un procedimiento transparente de selección de gobernantes que culmine en la restauración de una verdadera democracia.

Fidel sabe que, de prevalecer lo planteado por el Proyecto Varela, eventualmente se pondrá fin al totalitario régimen feudal que preside. Por tanto, no debemos hacernos ilusiones de que aceptará esa opción, demostrando que quiere mucho menos a su país que Augusto Pinochet, quien, en presencia de un rechazo popular a su régimen en un plebiscito, optó por facilitar un tránsito pacífico por medio de unas elecciones que ganó la oposición chilena.

La primera reacción molesta del señor feudal cubano fue censurar en los medios impresos del régimen las palabras desfavorables de Carter, poniendo énfasis en las críticas que hizo a las políticas de su país. Pero, ante la crítica a esa censura de la prensa internacional que cubría la visita, se percató que el saldo favorable a él se iba a perder. Al día siguiente, permitió que se publicara íntegra en Granma la exposición del ex presidente americano. Lamentablemente, el discurso no fue trasmitido en vivo por Radio Martí, en franca violación de la misión asignada a esa estación por el Congreso, privando así a sus oyentes de tener acceso a una información que debió llegarles por ese medio.

En cuanto al tercer tema cubierto por Carter, el embargo, todos sabíamos previamente su posición, así que esta visita poco agregaba al debate. Es evidente que no ha influenciado ni influenciará a la administración del presidente Bush. Mientras que sus palabras serán recibidas con gran entusiasmo por los mercaderes dispuestos a lucrar con los sufrimientos del pueblo cubano. Pero el propio Carter reconoció, uno, que no era el embargo la causa del descalabro económico que agobia a Cuba; y, dos, que Fidel Castro no tiene intención alguna de abandonar su régimen totalitario. Con lo que nos dio la razón a los que mantenemos que levantar el embargo en estos momentos, sin concesiones de Castro, sólo sirve para consolidar su régimen y prolongar la agonía del pueblo cubano.

En definitiva, podemos concluir que la disidencia y el Proyecto Varela han sido los grandes beneficiarios de la visita de Jimmy Carter. Ahora, igual que pasó después de la visita del Papa, cuando el Partido inició lo que llamaron el proceso de ''despapificación'', se producirá un proceso de ``descarterización''.

Pero los tiempos han cambiado y la disidencia por primera vez ha elaborado una ideología atractiva para todos, incluso los disidentes mudos dentro del régimen, y Castro se vio obligado a difundirla. La frustración de Fidel con Carter se reflejó en que lo despidió con su vestimenta militar y no con el atuendo usual de jefes de estado en que le dio la bienvenida. La mona, aunque se vista de seda, mona se queda.


FIN


Ernesto F. Betancourt
El Nuevo Herald
Posted on Wed, May. 29, 2002

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