LAS OPCIONES DE CASTRO EN LA NUEVA ERA (I)

Por Ernesto F. Betancourt


Publicado el lunes, 5 de noviembre de 2001 en El Nuevo Herald


El brutal y vil atentado contra las torres gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington ha abierto una nueva era histórica: el período ``post-post-guerra fría''. Esta era plantea un conflicto de proporciones universales en que de un lado se alinean las fuerzas del estancamiento cultural y social, básicamente el fundamentalismo islámico y la izquierda marxista tradicional, y del otro lado las fuerzas de la modernidad, que en distintas formas han llegado a la conclusión de que lo único permanente es el cambio.

Los fundamentalistas quieren perpetuar regímenes teocráticos musulmanes que, por definición, son autoritarios e incompatibles con economías de mercado y rechazan la igualdad de trato a las mujeres. Los marxistas tradicionales añoran las glorias de la época del expansionismo marxista del siglo pasado y rehúsan aceptar el desmerengamiento de la URSS que demostró en forma dramática e incuestionable la inoperancia del sistema comunista en lo económico y en lo político.

En las Américas sus principales promotores son Fidel Castro y el Foro de Sao Paulo. Fundamentalistas y marxistas rechazan la globalización por ser incompatible con los poderes estatales monopolizadores que requieren sus esquemas de gobernancia. El terrorismo es el arma de guerra de ambos porque tradicionalmente es la estrategia de los grupos militarmente débiles.

Las fuerzas de la modernidad, por su parte, incluyen a aquéllos que han llegado a la conclusión de que la única forma estable y legítima de gobierno a largo plazo es la democracia basada en que la autoridad emana de la ciudadanía y en que el camino más seguro a la prosperidad es el de una economía de mercado que libere a largo plazo la capacidad productiva de todos los ciudadanos, grupos y asociaciones dentro de la sociedad.

Estados Unidos, seguido de cerca por Europa Occidental, es la expresión más nítida de esta posición; pero, en diverso grado, es básicamente la de los países en transición sistémica del comunismo en la antigua Unión Soviética, en la China post-Mao, en la América Latina, en el resto de Asia y en Africa. Inclusive en países islámicos, como Irán, Arabia Saudita y muchos otros, las fuerzas de la modernidad son mayoritarias aunque en muchos casos se ven intimidadas por el terrorismo de los fundamentalistas islámicos. Las fuerzas de la modernidad aceptan la irreversibilidad de la globalización, a resultas de la incontenible revolución informática, aunque en diverso grado reconocen la necesidad de atenuar las consecuencias sociales de su implementación. Al mismo tiempo, las fuerzas de la modernidad coinciden en rechazar el terrorismo como estrategia de lucha por inhumano e incivilizado. Este gran alineamiento de fuerzas a nivel universal es el contexto dentro del cual podemos analizar las reacciones de los diversos actores internacionales ante el acto terrorista del 11 de septiembre del 2001. Estados Unidos percibió muy nítidamente el momento histórico y estuvo muy claro al no caer en la trampa de convertir esto en un conflicto contra el mundo islámico. Las fuerzas modernistas dentro de ese mundo son los mejores aliados de todos nosotros.


FIN


Ernesto F Betancourt
El Nuevo Herald



LAS OPCIONES DE CASTRO EN LA NUEVA ERA (II)

Por Ernesto F. Betancourt


Publicado el martes, 6 de noviembre de 2001 en El Nuevo Herald

Europa, Rusia y China, cada una a su manera, y con las reservas que sus intereses estratégicos hacen aconsejables, están sumándose al lado de la modernidad. Igual hacen en Asia Central países como Pakistán y Uzbekistán y eventualmente harán los diversos grupos étnicos dentro de Afganistán. Es dentro de este gran realineamiento de fuerzas que se produce la decisión trascendental de Vladimir Putin de incorporar de lleno a Rusia en el campo de la modernidad, haciéndose aliado de Estados Unidos. Un corolario de ese viraje es la decisión de cerrar la base de Lourdes y tirar por la borda ese rezago de la Guerra Fría.

Un breve inventario de lo que ofrece el campo de la modernidad y lo que ofrece el campo de los Castro y los Bin Laden revela claramente que la opción escogida por Putin es la más lógica. En el nuevo esquema mundial, Castro es no tan sólo estratégicamente irrelevante, sino más obsoleto que nunca. La primera reacción de Castro ante la decisión de Putin de retirar la estación espía fue de ira, una clásica pataleta infantil. No se puede cerrar la base porque yo no he accedido a ello. Igual le pasó en 1962 cuando la retirada de los cohetes soviéticos. Pero el hecho tiene impactos estratégicos y de imagen que mellan en alto grado su liderazgo carismático. Eso sin contar con el impacto económico de perder US$200 millones de renta anual en momentos en que el turismo y las remesas se reducen apreciablemente a resultas de la crisis económica y de incertidumbre mundial y el fracaso rotundo del ``perfeccionamiento empresarial'', que trata de introducir el general Ulises Rosales del Toro en la industria azucarera, augura otra zafra miserable.

Castro encara tres opciones. Una opción, sumarse a las fuerzas de la modernidad, es incompatible con la naturaleza de su régimen y de su personalidad, así como con las fuerzas internacionales en que se apoya, las cuales son esencialmente antiamericanas. La segunda, el tratar de iniciar un período post-especial, con más ajustes y más carencias, es difícil de vender a un pueblo que ya pasó por el primer período especial y vio cómo la dolarización dividió a Cuba en dos sociedades: una, del diez al quince por ciento de la población, con acceso a dólares y a un bienestar mayor; y, la otra, del ochenta y cinco al noventa por ciento de la población, cuyo empobrecimiento ha llegado a niveles intolerables. La tercera opción, que ha preparado a lo largo de cuarenta años en el poder, es el final apocalíptico. Un esfuerzo loco de producir una crisis militar con Estados Unidos, con acciones como el ataque a la planta nuclear de Turkey Point, el provocar choques de aviones en aeropuertos de Estados Unidos, con los trasmisores de 1,500 Kwt del Plan Titán interfiriendo las plantas radiales de la red ARINC, que sirve al control de tráfico aéreo; el soltar las armas de guerra biológica que se hayan desarrollado por el frente biológico en centros como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, que lo integran. Ha llegado la hora de plantearles a los militares cubanos, muchos de los cuales han sido corrompidos y sobornados con la dolarización, el turismo y las empresas mixtas, si están dispuestos a sacrificarlo todo en la locura final del comandante en jefe, o si se van a acordar de que juraron lealtad a la patria y se van a negar a seguir las órdenes de la opción apocalíptica. Porque, señores, ésa es la opción más factible que decida seguir Fidel Castro. Y ésa será la opción de Fidel Castro, pero no tiene que ser ni la de Cuba, ni la de los militares cubanos, ni la de sus familias.


FIN


Ernesto F. Betancourt
El Nuevo Herald

Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

www.amigospais-guaracabuya.org