EL MULATO SAGRADO

por Esteban Fernández


Usted puede pasarse 50 años leyendo biografías, estudiando personalidades, enfrascado absolutamente en la historia universal y no encuentra a un solo hombre que se compare a un compatriota nuestro cuyo nombre se los digo al final.

Las leyendas nacen después de muertos todos los personajes grandes.

Ahí es cuando los pueblos dan rienda suelta a su imaginación. Sin embargo, este cubano fue una leyenda en vida.

Muy poquitos son los que viven toda una vida como héroes, nadie les discute su calidad de héroes, mueren como héroes, y son recordados eternamente como héroes. Y entre esos poquitos NINGUNO (absolutamente ninguno) puede compararse con nuestro héroe.

Ni Napoleón, ni Bolívar, ni San Martín, ni el más valiente General norteamericano en toda la historia americana, pudo captar tan bien el respeto y la imaginación de un pueblo.

Adorado por su gente, temido por sus enemigos. Y "temido por sus enemigos" es una frase muy suave, muy utilizada, porque en la historia hay muchísimos personajes que fueron "temidos", por lo tanto sería mejor decir que sus enemigos al escuchar las cinco letras de su apellido se ponían a temblar...

Fuerte como un toro, impresionante, su sola presencia en cualquier paraje era suficiente para que cientos de personas lo siguieran incondicionalmente a la guerra, a la muerte, al peligro, convencidos plenamente de que él estaría al frente.

Y no era cuento, ni mentiras, ni alardes, ni leyendas, ni inclusive él tenía que contarle a nadie "su historia, ni sus méritos", solo tenía que quitarse la camisa, tirar sus galones al piso, y todos podían admirar sus heridas de pies a cabeza.

No había televisión, ni aparatos de radio, ni propagandas, ni oficinas de relaciones públicas para hacerse eco de sus hazañas, su mística y su aureola las obtuvo a base de su valor personal y a través de sus victorias.

La empresa no era factible si junto a la empresa no se mencionaba su nombre. Por lo menos había que insinuar que "muy pronto él estaría ahí". Porque todos sabían que con él la empresa era seria, era a sangre y fuego, era "con todos los hierros".

Y que no había la más ligera posibilidad de rendición, ni de pacto, ni de entendimientos, y lo más grande e increíble aún: que con él NO HABIA CHANCE DE DERROTA.

Toda gestión que un hombre inicia la tiene que comenzar prácticamente solo, desde abajo, reuniendo a cinco amigos cuando más, explicándoles a todos su buena fe y su seguridad plena en el éxito de su empeño. El no, él solo tenía que decir "Voy para allá, voy por ahí" y junto a él, desde que daba el primer paso, una verdadera multitud lo seguía.

¿Usted se imagina lo grande que es decir "voy a hacer esto, voy a jugarme la vida" y que todo el mundo, antes que usted lo haga, está plenamente convencido de que usted lo va a hacer y están dispuestos a seguirlo en cualquier cosa que usted vaya a hacer? Honestamente yo nada más conozco este caso.

¿Y que todo el que quiera hacer algo parecido, inclusive algo más grande, esté esperando a que usted participe y solamente entonces la gente crea en la seriedad del empeño?

Y ya no hablemos del pueblo, de la gente humilde, sino de los Generales y de los héroes de mil batallas quienes también necesitaban y requerían su presencia junto a ellos.

No hay nadie en la historia que se le acerque en valentía, en victorias, en machetazos y balas recibidas, y que su muerte haya sido recibida con más desolación por los amantes de la libertad y más alivio y tranquilidad por sus enemigos que ANTONIO MACEO.



Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

www.amigospais-guaracabuya.org