RAMIRO

por Esteban Fernández


Cuando un alto ejecutivo del régimen castrista cae en desgracia es eliminado de su cargo y lo lanzan al ostracismo. No se habla más de él y se convierte en un fantasma.

El pueblo no solamente está acostumbrado a eso sino que lo disfruta.

La foto de un individuo en todos los periódicos, recibiendo a gobernantes extranjeros en el aeropuerto, y de pronto desaparece como Matías Pérez.

Cuando el tipo tiene enorme relevancia entonces merece una pequeña nota en el Granma diciendo: "El compañero fulano pasa a realizar otras funciones al servicio de la revolución".

Y esa gente se pasa todo el tiempo "viviendo en el pasado", con tremendas fotos de ellos junto a Fidel en las salas de sus casas, y alardeando en las colas de la carne de epopeyas pasadas.

Es algo verdaderamente patético, es como un marido que la mujer lo traiciona y lo abandona y se pasa el resto de su vida acordándose de "los buenos tiempos que con ella pasó".

Pero, como toda regla tiene su excepción, la revolución castrista tiene la suya y se llama Ramiro Valdés Menéndez. Ramirito ha sido apartado 20 veces pero Ramirito jamás ha caído en desgracia allí.

Ramiro Valdés es como un perro rabioso que su dueño (ahora Raúl) le pone o le quita la cadena a su antojo. A veces conviene esconder a Ramiro, desaparecerlo por un rato, y ponen en su lugar a cualquier mediocre o hipócrita (en una época el médico Sergio del Valle, en otra a Abrahantes, y desde hace rato a Colomé) y mandan a Ramiro a "no hacer nada", a descansar, a vivir la "dolce-vita".

Si la cosa se pone un poquito mala enseñan DE LEJOS al perro rabioso.

Es decir, no le dan un cargo definido en el aparato represivo pero lo sientan en todas las tribunas del país.

Al encargado de las cámaras de televisión le dan órdenes específicas de que (por lo menos cada 10 minutos) las enfoque en Ramiro. Con eso es todo el mundo (incluyendo a la plana mayor del gobierno) se preocupe enormemente porque ese es un síntoma de que existe la posibilidad de que le quiten las ataduras al perro de presa.

Y Ramiro no hace nada, no dice nada, está ahí tranquilo, observándolo todo, haciendo muy bien el papel de ser el matón más temido en la historia de nuestro país desde la época de Valeriano Weyler.

Ni por la mente le pasa actualmente a Raúl Castro eliminarlo, ni mandarlo a ordeñar vacas, porque Ramiro es demasiado H.P. para prescindir de sus servicios. Y se corren mil rumores sobre él, pero no es más que el desespero de un pueblo oprimido de salir de su principal verdugo.

El siempre está ahí aunque no esté ahí. Es como un cuchillo pendiente de un hilo sobre las cabezas de la población cubana.¡Qué clase de monstruo tiene que ser que hasta Fidel Castro en su lecho de muerte en determinados momentos tiene que mantenerlo a prudencial distancia y fuera de la mirada del publico!.

Mientras viva, todavía hoy, CASI MUERTO, seria capaz Fidel Castro de mandar a Raúl a quitarle las estrellas de General y lo envía a dirigir una granja avícola, eso pasa allí todos los días, pero todavía el moribundo sabe que cuando las cosas se pongan duras necesitarían sacar a su chacal para la calle.

Ramiro es, SIN LUGAR A DUDAS, la tercera persona que hay que arrastrar por las calles de La Habana el día de los cuchillos largos en Cuba. Y eso lo sabe hasta el Comité Central del Partido Comunista de la isla.

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