EL NIÑO CUBANO por Esteban Fernández Cuando el niño cubano cumple su primer añito de vida ya nosotros hemos tenido que hacerle 4 regalos. Uno en el “baby shower” que le hicieron a la madre, otro cuando nació, otro en el bautizo y ahora en su fiesta de cumpleaños. Como (a la hora de celebrar su primer añito) todavía el muchachito no tiene amiguitos entonces invitamos a NUESTRAS AMISTADES, y en realidad entonces esto se convierte en una fiesta de adultos. El niño mira a todos los que lo colman de atenciones y regalos pensando: ¿”Quién carijos será esta gente?”. No, no se sorprendan, la verdad es que el cubanito aprendió esa mala palabra desde que un día se escondió de sus padres y estos dijeron: “¿Donde carijo estará metido este muchacho?” Y como la fiesta es para nosotros, no para el niño, le reparten a la gente papas rellenas, croquetas, tamales cubanos y cierran con broche de oro con un arroz con frijoles negros, lechón y yuca. Pero le compran al muchachito un “cake” y nos tenemos que pasar media hora viendo como tratan infructuosamente que el muchachito apague su velita y se ría para sus fotos. Y ahí es cuando nos fijamos en el niño y le cantamos un Happy Birthday. Una mala costumbre cubana es que le permitimos al niño cubano que conteste el teléfono. Todavía no habla, solo hace extraños sonidos y cuando llamamos a la casa los padres cubanos nos dicen: “Espérate, espérate, que aquí te voy a poner a Pedrito para que te salude”. Y ahí, estoicamente, entablamos una tonta conversación con el muchachito: “Hola, Peter ¿cómo estás?” Y el niño contesta: “Uh, Uh, Uh” Y enseguida comenzamos a decirle cada vez más molesto: “¡Ponme a tu padre ahí, chico!”. De pronto, por el tono de nuestra voz, el niño comienza a llorar y ahí es cuando el padre decide meterse en la conversación y enojado nos dice: “Oye, compadre ¿qué le dijiste al pobre muchachito que lo hiciste llorar? Chico, si te estaba diciendo clarito ESTEBITA”... No sé por qué (¿será porque todos los cubanos en lo mas profundo de nuestros corazones somos “unos peloteros frustrados”?) todos deseamos que nuestro niño nos salga pelotero. Queremos que estudie duro (porque ya nosotros fallamos en nuestro empeño beisbolero y sabemos que una alternativa siempre es saludable) pero enseguidita que el niño levanta un poquito más de dos pies del suelo ya queremos que recoja mas pelotas que Héctor Rodríguez y batee más duro que “Perucho” Formental. Y yo siempre he pensado que los bautizos de los niños cubanos debían ser cuando ya el muchachito tiene uso de razón y puede escoger a las personas que mejor se portan con ellos como sus PADRINOS. Pero de eso nada, los padrinos son los mejores amigos nuestros. Y también pienso que los Padrinos debían ser unos niñitos igual que ellos. Vaya, para que les duren bastante los Padrinos. Aunque yo escogí muy bien a Carlos Hurtado y Jorge Riopedre. Una de las suertes del niño cubano es la creencia firme y militante de sus padres de que: “Yo quiero que mi hijo tenga todo lo que yo no tuve” y eso no es muy difícil porque aquí en los Estados Unidos hay un montón de artefactos (como computadoras, calculadoras, Nintendos, videos, y mil cosas más) que nosotros, los padres cubanos, jamás vimos. Desde luego, los niños aquí no tienen cosas que nosotros teníamos como papalotes, quimbumbias, canicas, jugar a la viola, a los trompos, a las pelotas de cajetillas de cigarros, etc.. Y entre cubanos han existido casos al revés: yo conozco de padres que eran millonarios en Cuba y por culpa del castrismo se vieron en la necesidad de que ellos y sus niños pasaran más trabajo que un forro de catre a los comienzos del exilio. La verdad: ¿Qué queremos que sea el niño cubano en el futuro? Campeón, macho, short stop, jonronero, enamorado, muy cubano, que le gusten los frijoles colorados y el ajiaco, que admire a Martí y a Maceo sin correr riesgos, y que estudie una carrera universitaria.
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