CIEN MIL PERROS

por Esteban Fernández


En el país donde yo nací y me crié nos decían ante cualquier temor “aquí el que tenga miedo que se compre un perro” y desde niñitos nos decían “el que te toque las nalguitas le partes un palo en la cabeza”. Eso era todo. Aquí ante tantos temores que nos inculcan parece que todos necesitamos 100 mil perros para cuidarnos.

Si, mis amigos, miedo a las lluvias, miedo a las inundaciones, miedo a los huracanes, miedo a los temblores de tierra, miedo a los incendios forestales, miedo a mucho azúcar, miedo a mucha sal, miedo a las grasas, miedo a los rayos del sol porque nos produce cáncer en la piel.

Miedo a engordar, miedo a bajar mucho de peso, miedo a las relaciones sexuales sin condones porque nos producen mil enfermedades venéreas diferentes incluyendo el terrible SIDA. Miedo a abrir la puerta de la casa sin mirar antes por un hueco, miedo cuando suena el teléfono de la casa después de las 10 de la noche. ¿Usted nunca ha estado de visita en una casa hasta tarde y de pronto suena el timbre del teléfono y todos se miran asustados y alguien dice “quien será a esta hora”?

Es tan intensa la propaganda del abuso sexual a los niños que los muchachitos miran a TODOS los adultos como si fueran unos predadores sexuales, mientras los adultos les tenemos miedo al niño porque pasarle la mano por la cabeza en señal de afecto puede ser mal interpretado y una acusación nos destruye la vida.

Miedo a las pandillas, miedo a la policía aunque no hayamos cometido ningún delito. Un mensaje en la máquina contestadora de una llamada como esta: “Es el Teniente García de LAPD y deseo hablar con el señor González” aterroriza a la gente. Después resulta que la institución policíaca lo que quería era una cooperación económica.

Una carta del IRS produce descomposición de estomago, miedo a que se quede una ventana o una puerta sin estar asegurada por 20 pestillos. Si el miedo es mayor entonces rejas en todas las ventanas y puertas. Y después de eso miedo a que surja un incendio en la casa y las rejas nos impidan salir a tiempo y morir achicharrados.

Miedo a los rayos, miedo a los limosneros, miedo a los locos, miedo a los “homeless”, existe el miedo racista de “miedo a los negros por el simple hecho de ser negros” y observe si este miedo es grande que ya nadie se atreve ni a decir la palabra “negros” y con temor y un temblor en la boca les llaman “afro americanos”.

Hay temores justificados como el cáncer en el seno y las mujeres deben chequearse los pechos varias veces a la semana para poder detectarlo a tiempo, los hombres tememos al cáncer en la próstata, pero si se exceden en el chequeo es porque comienzan a gustarle.

Miedo a fumar, miedo a beber en exceso, miedo a manejar sin licencia, miedo a conducir sin seguro, miedo a manejar sin tener el cinturón de seguridad puesto, y miedo a las personas que manejan sin licencia, sin seguro y sin el cinturón puesto. Y sobre todo terror a los que manejan borrachos. Y estos temores también los considero correctos.

Miedo a montar en aviones. Y ahora existe un nuevo miedo después de “9-11”: miedo a los terroristas, miedo a todo el que parezca oriundo del “Middle East”, miedo a un ataque bacteriológico, miedo hasta a montar en los trenes.

El año antepasado yo monté en un avión y entró un tipo con un turbante y todos los pasajeros se aterrorizaron, miedo a comer demasiado, miedo a las calorías (esa palabra yo ni la conocía en Güines) miedo a un virus en la computadora, miedo a un E Mail con virus, miedo a acostarnos tarde el domingo “porque el lunes tenemos que levantarnos temprano para ir a trabajar”, miedo a no ponernos la vacuna del “flu” cuando comienza el invierno. Y en realidad aquí el único miedo válido es el miedo a no leer La Nota Breve.



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