LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ

por Esteban Fernández


Quizás el triunfo mayor nuestro es no haber derrocado a Castro a tiempo. Hubiéramos salvado a Cuba pero hubiéramos, al mismo tiempo, salvado a Castro del ridículo actual.

Porque la verdad es que “de aquel Castro que un día fue” ya no queda ni su sombra. Observe usted que es un hombre que no puede ni reírse. ¿Qué tiempo hace que nadie escucha a Castro lanzar una carcajada? Inclusive hasta sus sonrisas son unas especies de muecas.

Y ¿eso es natural debido a su avanzada edad? Eso es incierto porque yo vivo rodeado, y hablo con ellos todos los días, de un montón de felices viejos cubanos. Viejos que ríen, que hacen chistes, que hablan con orgullo de sus hijos, de sus nietos, de sus triunfos honestos en la vida. Ya a Castro no le quedan ni “sus promesas para el futuro”.

Dicen que es multimillonario sin embargo tiene que ocultar sus millones, los niega, se indigna (en realidad vive indignado con todo) cuando alguien fuera de sus predios menciona su fortuna. Para poder disfrutarla tiene que esconderse o escaparse.

Vive con Dalia y varios hijos y también tiene que mantenerlos en el anonimato. No puede, ni sabe, ni quiere dar muestras de orgullo, ni cariño, por su familia.

¿Se acuerdan ustedes de aquel Fidel fuerte, con tremendo tabacón en la boca, con dos relojes en la muñeca, lanzando encendidos discursos de 5 horas de duración? Eso nada mas que está en la memoria de algunos. ¿Se acuerdan que lo llamaban “El Caballo”? ¿Se acuerdan de aquel estribillo que entonaban los fidelistas de “Somos socialistas lo dijo EL CABALLO y por eso vamos a celebrar el Primero de Mayo”?

Y quizás sus lacayos sigan allí celebrando el Primero de Mayo pero “de caballo” no queda nada. En realidad ni penco es. Para mí que está a punto de ser tasajo de caballo.

Debe ser desesperante para el tirano que no solamente en el exterior se hable de su inminente incapacidad para gobernar sino que HASTA SU SUPUESTO SUCESOR, su hermano Raúl, se ve obligado a tocar el tema a cada rato.

Nada más desesperante para sus seguidores que verlo encaramarse con tropiezos a una tribuna, y si la subida es difícil peor aun es su dificultad para poder hilvanar un discurso. Créanme que un niño de 8 años, o un guajiro analfabeto, puede hacerlo mejor que este hombre que hoy en día es un manojo de confusiones. Está totalmente inepto para sostener una polémica o un careo ni con un pionero allá ni con un boy scout aquí, en un país libre no pudiera dirigir ni un puesto de hacer hamburguesas.

Confundido en las hojas que está leyendo, enredado en el párrafo que debe pronunciar, molesto, incomodo con el mismo, con su vida y con su decadencia.

A mí me parece que si los cubanos lo hubiéramos derrocado el 17 de abril de 1961 hoy en día estuviéramos viendo a los fidelistas en Cuba y en el mundo entero exhibiendo (como sí hubiera sido ayer) aquella foto de él, fornido, encaramado en un tanque junto a su perro sabueso José Abrahantes. Hoy en día necesitaría cien ayudantes para subirlo en una bicicleta.

¿Se acuerdan ustedes de que nosotros decíamos, sin estar seguros a ciencia cierta, que no se lavaban nunca sus calzoncillos? Bueno, actualmente tal parece que lo que necesita es ponerse pañales. La peor ofensa para Castro ahora no es tirarle desde un avión una bomba sino un paquete de “pampers”...

En realidad lo único que le queda, y que lo mantiene en pie (aparte de un violento aparato de terror) es la negativa del diablo por aceptarlo a su lado. Además tiene un equipo de médicos que a base de no sé que medicamentos logran levantarlo a “guapear” por unas cuantas horas. Queremos verlo muerto, pero lo estamos viendo muerto en vida.



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