NUPCIAS EN DOS RIOS por Esteban Fernández El 19 de Mayo de 1898 cae abatido por las balas enemigas en Dos Ríos José Martí, el ideólogo de la nación, el bravo de la película cubana, el héroe, el mártir, el patriota, el predicador, el poeta, el orador. ¿Cae dije? Sinceramente es muy difícil definir lo grande, lo misterioso, lo eterno, que fue ese día en Dos Ríos. En realidad la mejor forma de explicar lo sucedido allí fue: un MATRIMONIO entre un hombre y una Patria. Ahí José Martí dejó de ser un ser humano, un hombre, para convertirse en un APOSTOL para sus conciudadanos. Pasó a ser “José de los cubanos”. Para mí que allí se casaron para siempre. Y el resultado de eso es que es casi imposible hablar de Cuba sin asociar a la Isla con su ídolo. Casi se convierten en sinónimos las palabras Cuba y Martí. Y el fruto de ese matrimonio en Dos Ríos es el patriotismo de los cubanos. Es muy difícil actuar patrióticamente sin tener que acudir en su ayuda, sin tener que mencionarlo, sin tener que leer sus prédicas y su pensamiento. Desde ese día José Martí se convierte en algo sagrado entre nosotros. Criticarlo o burlarse de alguna manera de él resulta una blasfemia entre todos los que nacimos después de su fallecimiento. Sus poesías, para nosotros, son como leer la Biblia. Es más, hasta la palabra “fallecimiento”, muerte en Dos Ríos, no concuerda completamente con la verdad ni con el acontecimiento histórico, porque lo cierto es que ese día se eterniza este hombre en las mentes y en los corazones de todos sus coterráneos. Difícilmente un solo cubano pueda decir con meridiana exactitud el día y el año en que nacieron y murieron sus bisabuelos, quizás ni sepamos cuando murieron nuestros tíos, sin embargo todos sabemos el día del nacimiento y el día de la caída en Dos Ríos de José Martí y Pérez. Porque Martí también, desde ese día, se convirtió en familiar cercano nuestro, en nuestro más brillante antepasado. En orgullo familiar. Y cuesta mucho trabajo encontrar un solo compatriota que los 28 de Enero y los 19 de Mayo no tenga aunque sea un minuto de místico recuerdo para él. Es que desde que nacimos, desde los primeros días en el Kindergarten, en las escuelas, en los libros, aprendimos a admirarlo. Y de la admiración quizás muchos saltamos a la veneración. Al caer de su corcel, ensangrentado, llenando de sangre la tierra cubana, de cara al sol como él lo deseaba, se casa con la Isla, eternamente, por los siglos de los siglos, de testigos estaban los mambises, y nunca fue, ni jamás ha sido, ni será, más verdadera esa línea del himno nacional que dice “morir por la patria es vivir”. Pero ni la Patria murió ni José Martí tampoco. Solo contrajeron nupcias. Se casaron. Y en realidad los cubanos no conmemoramos el 19 de Mayo su muerte sino que brindamos por otro aniversario de boda. Levantemos pues las copas en este brindis sagrado.
Porque nosotros somos, todos, los hijos, los herederos, los que nacimos producto de ese matrimonio. Y si la madre es Cuba el padre es el hombre con “los tres acentos”. Para José Martí nunca hay llanto los 19 de Mayo, nadie llora a Martí. Todos, ese día y siempre, lo recordamos con valentía, con la frente en alto, con orgullo, con deseos de ayudar a liberar a su Nación, a la nuestra, a la Cuba adorada por él. Es su esposa, es nuestra madre, es la Isla añorada. Si yo hubiera estado vivo en 1902 les aseguro que hubiera luchado por adelantar un día la iza de la bandera. Del 20 al 19. En honor a quien honor merece.
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