LOS QUINCE DE SOPHIE

por Esteban Casañas Lostal


Sus quince eran ajenos a esa vieja tradición que muchos se aferran en mantener vigente, aún, al costo elevadísimo de sacrificios que ello representa. Sacrificios que se extienden más allá de un amplio estrecho de agua salada e infestada de tiburones, esfuerzos que se multiplican entre el pensamiento del dinero que florece en el patio de la casa y las horas extraordinarias de trabajo para conseguirlo. Ridícula vanidad que somete y reduce estómagos y pega la piel a los huesos. ¿Para celebrar qué?, el paso de una inocencia posiblemente perversa (si la comparamos con los estandartes de nuestras abuelas) a la etapa de una pubertad con más experiencia sexual que la de cualquier viejita desdentada. Pero así son las tradiciones de los pueblos, quizás en el nuestro sea una manifestación de rebeldía contra todo lo que nos prohibieron. Como la celebración de la Nochebuena, luego convertida en Nochemala, Díamalo, Semanasmalas y Añosmalos sin esperanzas. Puede que sobrevivan razones para tales celebraciones y juzgue con ligereza, en tales casos, no solo se merecen esas fiestas, son dignas merecedoras de un monumento. ¡Ojo! Que la pureza o virginidad no puede encerrarse en la existencia de un frágil himen, hace mucho tiempo que los hombres dejaron de exigirla y se conformaban con otros valores que superaban el vano privilegio de ser el primero.

Los quince de Sophie son diferentes, nada de ensayitos en la azotea de la casa de su amiguita, nada de vestiditos cambiados con la frecuencia de un número musical. Vestiditos que someten a la víctima a extenuantes horas de angustias en medio de un ambiente asfixiante y el desespero de los presentes por el final de la comedia para sonarse un laguer y agarrar su cajita. Nada de un Chevrolet del 57 decapotable para exhibir a la niña y que sea la envidia de todo el barrio. Luego, cuando termine el espectáculo y se baje el telón, devolución de vestiditos, zapaticos, muebles prestados, equipo de música y el amargo sabor de una deuda extensa, tan larga, que nos tomará otros quince años de vida para pagarlas. ¡Yo nunca los tuve! Expresa la madre con una mezcla de resignación y satisfacción por el deber cumplido.

Sophie pertenece a otra cultura y creció con los pies pisando la tierra, sus quince pasaron inadvertidos, tal vez los celebró con un viaje a Europa o Centroamérica, pudo resultar una experiencia mucho más agradable que la de Yurisleidis. Hoy, ella estudia en una de las universidades de Montreal y se encuentra inmersa en un trabajo de grado. Sophie necesita quince, pero que sean de carne y hueso, como tú o como yo, sin disfraces, musiquita ni cajitas. No me hubiera conmovido tanto y aceptaría su invitación sin pensarlo dos veces, si no se tratara de un trabajo de historia relacionado con Cuba. Su español no era perfecto, lo pronunciaba con esa gracia del que intenta burlar las dificultades de la erre, su acento era influenciado por tres lenguas diferentes. Su voz resultaba extremadamente dulce, muy femenina, casi maternal. Trataba de eliminar pasos en falso o tonos que lograran espantarme, eso pensé yo. Deseaba realizarme una entrevista, una más, pensé al recordar aquella invasión de periodistas el 31 de Julio pasado y me equivoqué. Aquellos, cayeron en pandilla en nuestro restaurante, luego de recorrer infructuosamente una ciudad de más de dos millones de habitantes tratando de arrancarle la palabra a un cubano. La suya era distinta, muy ajena al sensacionalismo del que vive de la tinta y el papel. Lenta, pausada y con la ternura del que trata con un bebé, me explicó su necesidad de entrevistar a quince cubanos de diferentes generaciones para confeccionar una tesis de grado.

Me entregó una especie de cuestionario que pude ojear en cuestión de segundos, no encontré nada anormal. Preguntó si podía grabar la conversación para luego realizar sus estudios, la entrevista podía realizarse en español, pero ella prefería fuera en francés, el mío es pésimo, le aclaré.

-¿Desea que escriba su nombre verdadero o prefiere utilizar un seudónimo? La miré algo sorprendido.

-No le encuentro justificación, se supone que hablamos de un proyecto académico.

-Sí, pero usted se encuentra en todo el derecho de elegir. Yo olvidaba en ese momento encontrarme en Canadá, donde por supuesto, la privacidad del ciudadano es celosamente protegida.

-Puede escribir mi nombre completo. Ella lo hizo en un papel y procedió con cada una de las preguntas. Creo haber concluido cinco minutos después, el cuestionario era sencillo y las respuestas ya se habían utilizado hasta el agotamiento. Las mismas preguntas y las mismas respuestas que muchos no comprendían o se negaban a comprender. Ella las escuchaba con la ingenuidad casi angelical del que comienza a descubrir un mundo muy diferente, solo faltaba el grito de ¡Tierra! Expresado por Rodrigo de Triana en medio de una desesperación colectiva, y la historia se repetiría, estoy convencido de que le robarían, como otras tantas veces, su exclusividad. Sophie no había descubierto América y menos a Juana, tal vez sí, pero sus descubrimientos atentaban contra muchos intereses políticos y económicos. Hablemos de los económicos que son los que prevalecen hoy día, los históricos cobrarán valor cuando la podredumbre moral que hoy existe, logre vencer el proceso de fermentación y se pueda obtener un buen vino.

-¿Por qué Canadá? Ella no estuvo convencida con mi respuesta. ¿Por qué Canadá? Repitió la pregunta de una manera informal.

-¿Por qué Namibia, Italia, España, Haití, Irán, Egipto, Tailandia, Japón, Bolivia, Chile, Inglaterra, Francia, Rusia, Polonia, Bulgaria, Rumanía, Líbano, Israel, Australia, México, Argentina, Dinamarca, Suecia, Angola, Venezuela, Puerto Rico, Dominicana, Sudáfrica, etc. y etc.? No puedes imaginarte la cantidad de mensajes de cubanos que recibo diariamente, es increíble la diversidad de países desde donde me escriben. Nadie se ha preguntado ¿por qué? Solo puedo afirmarte una cosa, antes del 59, esa pregunta había que realizarla al revés, ¿por qué Cuba?, ¿no te llama la atención el cambio realizado en la dirección?

¿Por qué Canadá? La pregunta no es válida para todos, no existe la misma opción, solo una posibilidad que nadie puede dejar de aprovechar, al menos, para la gran mayoría. Canadá es posible por la cantidad de turistas que viajan a la isla. ¿No será válida la misma pregunta para los otros países que mencioné? Por supuesto que sí, no hay muchas opciones y el cubano no se detiene a seleccionar, nunca se sabrá si existe la posibilidad de que se repita la posibilidad, el asunto es escapar. Entonces, no existen muchas respuestas, Canadá es y ha sido lo mismo que Europa, Asia, América y Oceanía, una posibilidad. Los que tuvieron la suerte de arribar a este país, lo hicieron con mucha suerte, la mayoría concentrados en sus ciudades. Unos pocos, donde no se cumplieron las profecías de oportunistas babalawos, cumplen su éxodo entre caribúes y osos, pasan meses sin hablar la lengua materna, pero se sienten libres, ese es el precio que pagan por su libertad. Y no es cuento, ya han pasado varios casos por el restaurante.

Sophie regresó varias semanas después de nuestra entrevista, me contó de las enormes dificultades encontradas para desarrollar su proyecto. Le ha resultado casi imposible encontrarse con cubanos dispuestos a colaborar, digamos hablar en el buen sentido de la palabra. Lleva varios meses en su empeño o tarea seleccionada para su tesis de grado, se siente algo defraudada, pero no lo manifiesta abiertamente. Dice que es muy difícil tratar de conquistar a un cubano, aún cuando le explicas que su trabajo es netamente académico. Se muestran escurridizos, timoratos, evasivos, impuntuales, falsos, no los puede convencer aunque le manifiestes que su participación puede ser anónima. Ella no nos comprende.

¿Por qué Cuba? Muy bien pudiste elegir otro país para preparar tu tesis de grado, quise preguntarle ese día, ¿de qué serviría ya cuando había vencido la mitad del camino?, era mejor no hacerle la pregunta.

La comunidad cubana en Montreal ronda por los cinco mil y Sophie no había podido convencer a quince. ¡Dios mío! Cómo explicarle, decirle que tenemos miedo, que deseamos viajar a Cuba para celebrar los quince de Yurisleidis. ¡No! Esa no es una justificación correcta, mejor le diré que no hablamos porque deseamos viajar a la isla antes de que muera nuestra abuelita. Esta justificación es más elegante.


Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2007-07-09



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