LA DISCIPLINA LABORAL EN CUBA, OTRA CACA por Esteban Casañas Lostal. Ha sido necesario el paso de medio siglo en el poder para escuchar o leer que el gobierno se propone el rescate de la disciplina laboral. Esto me recuerda aquella vieja consigna aparecida después del proceso de rectificación de errores que decía sin pudor o vergüenza; ¡Ahora sí vamos a construir el socialismo! Y todos nos decíamos dentro de la isla, bueno, ¿y qué rayos hemos estado haciendo? Una de las principales características de ese gobierno lo ha sido, y al parecer, se aferra a su línea establecida, culpar a cualquiera por el daño causado durante su paso por esta tierra. Poco importa si se utiliza a los americanos, rusos, exilio, y hasta su propio pueblo. Me refiero al pueblo que vive en la isla, porque para tratar el tema cubano hay que saber distinguir. En este caso y en muchos otros, nosotros dejamos de pertenecer al pueblo cubano de acuerdo a los dictados del gobierno. Una vez más, no alcanzan los argumentos del cacareado bloqueo y es necesario culpar a alguien por la falta de malanga y el puesto de vianda, quién mejor que ese pueblo tan indisciplinado. No me cabe la menor duda de que existe buena dosis de razón, pero no ha sido culpa de ese pueblo padecer de esos defectos o quizás virtudes que hoy se exportan incluso al extranjero, los invito a retroceder un poquito. Estoy plenamente convencido que las nuevas generaciones de cubanos nunca han escuchado hablar del “Horario conciencia”. Por supuesto que no y me refiero a una de las primeras barrabasadas cometidas por la revolución que hoy, medio siglo después, pretende culpar a su pueblo nuevamente. Créanlo o no, esta brillante idea se le ocurrió a uno de aquellos brillantes ideólogos de su época, ubiquémosla en la década de los sesenta. ¿Qué creen ustedes se hizo entonces? Pues, confiados en el alto grado de conciencia “revolucionaria”, se retiraron los relojes y tarjetas para marcar las entradas y salidas a los centros de trabajo. Comenzábamos a vivir en el paraíso del proletariado y dentro de poco, solo que no explicaron cuál era el tiempo necesario, los obreros adquirirían un grado de “conciencia” tal, que nuestro pase hacia la etapa del comunismo y comunismo científico se encontraban al doblar la esquina de la casa. Muchos se aventuraron a pronosticar la desaparición de la moneda, las riquezas se repartirían equitativamente como en la etapa del “comunismo primitivo”. ¡Y por Dios! Hasta el mismísimo indio Hatuey fue el primer militante comunista de nuestra historia. Me alegro mucho por su renuncia a la visa que le otorgaban para el cielo antes de quemarlo, nadie sabe a ciencia cierta en cuál idioma se confesó, pero ha sido nuestra herencia, yo expreso lo mismo que el indio Hatuey. De cielo nada, si allí me tengo que encontrar con toda esa gente, desde Franco a Zapatero, de Don Tomás Estrada Palma a Castro, de Bartolomé de las Casas al Cardenal Ortega. Que Dios los perdone y sean beatificados, yo no estoy autorizado a perdonarlos. Siempre me pierdo del tema involuntariamente, tal vez sea lo apasionado que somos los cubanos cuando tratamos nuestros problemas. ¿Cuál fue la respuesta de la clase obrera entonces? Llegaban al trabajo a la hora que les salía de los timbales, total, pensarían entonces, estamos a las puertas del paraíso del proletariado. Hubo que colocar nuevamente los relojes y tarjetas, perdón, hubo casos de extremos convencimientos donde aquellos aparatos fueron a pasar sus vacaciones en la basura y ya el bloqueo cobraba vigencia. Se experimentó con chapillas y otros métodos para combatir los efectos del mencionado bloqueo. La cosa no paró, estoy plenamente convencido de que las nuevas generaciones de cubanos nunca escucharon mencionar a la famosa “Ley 270”, ¿se acuerdan los viejos?, claro que la recuerdan, pero los viejos, no tan viejos, son muy desmemoriados. Esa fue otra masturbación ideológica que se acerca a los setenta, claro, también fue un arma de doble filo que se utilizó para eliminar muchos logros de la clase obrera. Hablemos de las horas extras, horas extras pesadas, etc. Aquella extraña ley que duró tanto como un merengue en la puerta de un colegio, otorgaba a los trabajadores el privilegio de cobrar el salario completo en caso de enfermedad. ¡Ya estábamos en la puerta del paraíso del proletariado! Pero, ¿que sucedió?, nada, los ideólogos se habían equivocado nuevamente, no contaron que el paraíso socialista estaba repleto de pícaros y aprovecharon la oportunidad de su anulación para borrar del panorama laboral cubano, muchos de aquellos logros que se habían alcanzado al precio de las vidas de honestos dirigentes sindicales de su tiempo. Hablo de los verdaderos sindicatos, no de las marionetas que hoy reprimen a la clase trabajadora, porque aunque parezca increíble, hoy se paga una cuota sindical para mantener al mismo verdugo que te va a ejecutar. Con el paso del tiempo continuaron eliminando logros, hablemos del escalafón, la antigüedad, etc., todas fueron sustituidas por la “idoneidad”. O sea, poco servía la experiencia adquirida por cualquier trabajador o profesional ante la subordinación mansa, complicidad, simpatía hacia el régimen y colaboración (campo muy amplio por definir), poco interesaba la inteligencia o capacidad, estamos hablando de un régimen que se da el lujo de derrochar inteligencia y años de formación pagados por su pueblo, estamos hablando de socotrocos capaces de ascender a niveles de dirigencia por sus condiciones de “incondicionales”, sin tener en cuenta el daño que producen en ese avance. Esa ha sido la línea de trabajo del gobierno y partido durante medio siglo, entonces, no resulta sorprendente, pero sí, muy inmoral, se insista culpar a la clase trabajadora de todas las desgracias ocurridas durante este tiempo. ¿Hablamos de indisciplinas laborales? Si aún conservaran mi expediente laboral, y puedo asegurarles es mucho más grueso que la Biblia. Todas mis evaluaciones, sin firmar, por supuesto, hacían énfasis en apatías, poca colaboración, indiferencia, alejamiento a las líneas y planteamientos del partido, desviación ideológica, poca participación, etc. Hoy, quince años después de mi deserción les doy toda la razón, es más, si me enviaran esas evaluaciones sin firmar, yo se las firmaría cada una de ellas, ¿saben por qué? Porque precisamente esa era mi labor dentro del barco, exigir que se cumpliera la jornada de trabajo, que se trabajaran verdaderamente ocho horas por las cuales se pagaba. Critiqué a riesgo de ser atacado, como sucedió durante la confección de cada evaluación, se realizaran reuniones del partido en horarios laborables, se realizaran actividades “deportivas y culturales” para cumplir las metas del partido, etc. Algunas de esas evaluaciones fueron un poco más lejos, me acusaron de anti-partido, hoy les doy la razón y les firmaría con gusto todas las evaluaciones. ¿Disciplina laboral? Por supuesto que nunca ha existido y existen infinidad de factores que harían interminable este trabajo para buscar sus causas, pero todas, absolutamente todas, son responsabilidades del gobierno, no de la clase trabajadora del país. No han sido los obreros y trabajadores quienes han organizado mítines, marchas, manifestaciones, concentraciones, movilizaciones, reuniones, etc., en horarios de trabajo. Esa acción repetida durante medio siglo crea hábitos y normas de conductas en una sociedad que las acepta como normales, y luego, cuando trata de romperse y regresar nuevamente a lo que nunca debió eliminarse, tal parece que el mundo se nos viene encima. Producto de todas esas anormalidades, y que hoy se exportan al exterior en cantidades indefinidas, el cubano actual sufre más que nadie su adaptación a sistemas donde no existen esas “actividades” que siempre fueron pagadas por su gobierno. Como resultado, se obtienen trabajadores y obreros de poco rendimiento y excesivamente indisciplinados en su largo proceso de adaptación, eso no me lo ha contado nadie, al extremo de gozar de gran impopularidad entre los empleadores, al menos aquí en Montreal. Las pérdidas producidas en medio siglo de existencia de ese régimen tienen que ser cuantiosas e incalculables, superan con creces a las experimentadas por el supuesto bloqueo. Nada justifica la ausencia de productos que siempre fueron abastecidos por nuestra tierra, que no sea ese desarraigo y desinterés de sus campesinos y obreros en producirlas. ¿Quién es el verdadero responsable? No se busque entre ellos, ¿aún están construyendo el socialismo?
Esteban Casañas Lostal
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