"MADRES CONTRA MADRES" por Esteban Casañas Lostal ¿Dónde no ha sido sembrada la semilla del odio? ¿Dónde una mujer dejó olvidada la valija del amor? ¿Dónde una mujer no conoció los dolores del parto? ¿Dónde una mujer dejó de ser esposa, hermana, compañera de sinsabores, amiga? ¿Dónde una mujer olvidó ser madre? Poco importan las virtudes o defectos de su criatura, las madres no distinguen entre profesionales o un ladrón, son madres, ¿hablamos de madres? ¿Cuándo una mujer delató a su hijo? Hablo de la mujer, la madre no lo delata, lo protege aunque sea un delincuente. ¿Cuándo una mujer abandonó a sus hijos? Hablo de la mujer, la madre no los abandona nunca, los amamanta, los protege hasta que tienen alas, ni las hembras de los animales lo hacen, ellas permanecen a su lado hasta que un día ellos parten. ¿Cuándo una madre no se solidarizó con las penas y dolores de otra madre? ¿Cuándo la atacó ante los reclamos de justicia por los suyos? Nunca lo hizo, hablo de madres, en esos casos se solidarizó. Hablo de las simpatías naturales que siempre existieron entre ellas, la madre, la esposa, la abuela, la hermana, la hija, la amiga, la compañera, la vecina, la mujer que siempre conocí desde los tiempos de mi abuela, la que brindaba su leche para amamantar al niño de otra madre enferma. Siento vergüenza, asco, pena, dolor, ira, desprecio, angustia, rencor, lástima, compasión, repugnancia, y sabe Dios cuántos sentimientos antagónicos y difíciles de descifrar, cuando observo escenas indignantes recibidas desde nuestro pueblo en las que el papel protagónico corresponda a una mujer. Hablo de una mujer que puede ser madre, abuela, esposa, novia, hermana, amiga, hija, compañera, vecina. Asco, no tiene otro nombre. Los rasgos cargados de desprecio reflejados en sus rostros no merecen otro sentimiento, no imagino a la madre dando el pecho con esos rostros, la abuela alimentando a su nieto, la novia besando a su prometido, la esposa haciendo el amor con su marido, la hermana compartiendo el mismo techo con sus hermanos, la amiga disfrutando la misma fiesta o velorio, la compañera revelando sus sueños, la vecina tocando la puerta pidiendo una aspirina o una colada de café prestada, no las imagino a todas dividiendo entre sí sus miserias. ¿Dónde ha sido sembrada la semilla del odio? En mi país, en mi tierra, en mi isla, en mi provincia, en mi barrio, en mi cuadra, en la casa de mi vecina. ¡Qué pena!, cuánta lástima siento por mi gente, una gente que una vez fueran tan lindas, yo los conocí hace mucho tiempo, antes que el odio se impusiera. Y el oriental no era palestino, era el tipo más hospitalario y solidario de la isla, nunca había sido nuestro enemigo. Ayer, salieron unas mujeres vestidas de blanco a reclamar la libertad de sus hijos, esposos, hermanos, padres, quién sabe. Un reducido grupo de mujeres cuya única arma es la flor que siempre llevan en ristre, un arma que no hiere a nadie y nos recuerda que una vez existió el amor, el mismo que ellas mantienen vivo por sus seres en cautiverio. Esas mujeres fueron atacadas por otras como ellas, hablamos de mujeres que atacaban a mujeres, madres contra madres que reclamaban las libertades de sus hijos. Hablo de mujeres cuyos rostros lucían macabras máscaras, feroces, orgásmicas, espasmódicas, desfiguradas, espantosas, odiosas. Mujeres que no eran mujeres, seres con senos y órganos reproductivos , pero no eran mujeres. Seres con el cabello largo y labios pintados, pero no eran mujeres, eran animales travestidos por el desprecio hacia sus semejantes. Muchos se sentirán demasiado orgullosos por ser cubanos, el mío es limitado y no lo oculto, se confunde con la vergüenza cuando me llegan esas imágenes y las sumo a mi pasado y presente. Siento demasiada pena y preocupación por mi país, por el mismo que nunca tuve y dejó de ser mío hace demasiado tiempo, mi país era otro y lo conservo en mis recuerdos, lo conservaré como todos esos viejitos que ya han muerto, pero éste no es el mío. ¿Madres contra madres? ¿Quiénes parieron a los chivatos de ahora y de antes? ¿Quiénes parieron a las putas de antes y a las jineteras, pingueros y delincuentes actuales? ¿No fueron madres? Lo fueron y lo son, pero nunca el odio y peso de un pueblo se descargó sobre sus rostros y cuerpos. Peor aún, resulta sumamente despreciable observar la participación de hombres en contra de indefensas mujeres. ¿Son hombres, nietos de mujeres, hijos de mujeres, esposos de mujeres, hermanos de mujeres? Lo dudo, no pueden ser hombres, y si lo son, esos no son hombres cubanos. Conozco de cerca el valor de la mujer cubana y estoy convencido de que cualquier cambio que se produzca en la isla, tendrá como vórtice la presencia de ellas. Millones de hombres necesitamos las agallas de una sola mujer cubana y espero sepan disculparme mis compatriotas, pero es un hecho demostrado en casi medio siglo de existencia de ese despreciable régimen. Hasta para ser prostituta y alimentar a su familia hay que tener valor, eso, ellas lo han demostrado. Entonces, hay que ser muy vil y despreciable para atacarlas. En nuestra lengua criolla no cabe otro calificativo, se requiere ser muy maricón para atacar a una mujer que puede ser abuela, madre, esposa, novia, hermana, hija, amiga, compañera o, una simple vecina. ¿Dónde ha sido sembrada la semilla del odio? Fue sembrada en Cuba, pero el efecto de polinización ha sido diseminado por toda América. Tan así que, existen ejemplos de madres hijas de puta que se alegran del dolor de otras madres, un solo ejemplo, Hebe Bonafini, y todavía hay estúpidos que la aplauden mientras las madres cubanas son condenadas al silencio y complicidad de este continente.
Esteban Casañas Lostal
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