"LA CERCA" por Esteban Casañas Lostal La semana debería comenzar los martes u otro día, los lunes son aburridísimos y es mi día de descanso. El barrio está tranquilo, todos han marchado y aunque estuvieran, son escasos los seres con los que se pueda hablar. Todos guardan silencio, todos aprecian su encierro y lejanía con el mundo exterior, nada es promiscuo, ni el viento que sopla cuando lo hace, unas veces enojado, otras veces sereno. La temperatura baja y los árboles muestran su desnudez. Hoy, al acompañar a mi nieto para tomar su bus escolar, grandes bandadas de patos sobrevolaban el río siguiendo a su jefe. Llegó la hora de partir, le dije, no regresarán hasta que la nieve se derrita, la que está por caer. Desde la ventana de mi pequeña oficina solo alcanzo el techo de la caseta de mi patio, un poco más allá, el tope de mi cerca y un gran solar abandonado. Se encuentra asfaltado y fue el estacionamiento de un almacén. De vez en cuando pasa una ardilla por los cables telefónicos, no me atraen como los primeros años. Paso varias horas sentado frente al ordenador, no ordeno nada, leo. Una que otra vez, voy hasta la cocina y me mojo los labios con un poco de café, luego enciendo un cigarro. No sé cómo se las arregla para coincidir en ese espacio de la casa, permanece al acecho de mis movimientos como cualquier fiera y siempre con la misma pregunta, el mismo zarpazo. -¿Te fijaste en el patio? Ya resulta cansona y las respuestas surgen vagas, sin importancia. -¿Qué tiene el patio ahora? -Hay una ardilla. -¿Y qué? Han habitado ardillas en todos los patios donde hemos vivido, no le encuentro nada de particular. -¿Te fijaste en el patio? La pregunta me llegó mientras me preparaba un trago. -¿Qué tiene el patio ahora? -Hay una morfeta. Era inusual su presencia en pleno día y detuve lo que estaba haciendo. Es un animal muy hermoso, pero la peste que despedía superaba a todos los respirados en los peores lugares de la isla. Me llamó la atención su visita y le dediqué varios minutos, luego, se asustó con los ladridos de la perra del vecino y se marchó. Con mi trago en la mano regresé a mi guarida y leo decenas de mensajes que llegan silenciosos. Algunos de ellos me sugieren que escriba algo serio, como si seria fuera esta vida, no puedo responderles a todos y muchas veces lo he explicado. Trataré de hacerlo, procuraré encontrar un punto serio para tomarlo como partida. Lástima que la meta sea un relajo y en la medida que avance en esa carrera, corrompa todo lo que encuentre a mi paso. Seré correcto, políticamente correcto, sentimentalmente correcto, laboralmente correcto, humanamente correcto. Llevo años prometiéndome lo mismo y paso trabajo para encontrar el camino correcto, haré un esfuerzo que pueda satisfacer todas esas demandas, miro a mi alrededor y encuentro un paisaje desolador. -¿Te fijaste en el patio? No se cansa de cazarme la pelea, la imaginaba sentada en su ordenador chateando o jugando al solitario. -¿Qué tiene el patio ahora? -Hay un animal que no conozco. Me acerqué a la puerta y comprobé que era cierto lo que decía para que consultara un libro de animales que ella tenía. La curiosidad la llevó hasta la puerta de su cocina y le mostró el animal a nuestro nieto. El bicho permaneció largo tiempo en nuestro patio y se entretuvo comiendo algunas de nuestras hierbas. -¡Es un hurón! Escuchamos por el teléfono. -¿Un hurón? Pero está bien gordo, no se parece en nada a los hurones del patio, éste está bien jamado. Era hermoso el animal y luego de observarlo durante unos veinte minutos regresé nuevamente a mi cueva y me sumergí en una ola inmensa de mensajes. Pasaban los lunes y nada cambiaba, atardecía cada día más temprano, no cesaba de llover como cada otoño y los patos se habían marchado. En algunos puntos de la ciudad, permanecían unas descaradas gaviotas que no deseaban pescar ni mojarse, las pizzas se iban convirtiendo en su plato preferido y no podía criticarlas. Nosotros, habíamos cambiado el implacable sol de nuestra tierra por un cielo nublado, y la lluvia violenta de las turbonadas por unos curiosos copos de nieve que repetidos, molestan y apestan con su blancura y silencio. -¿Te fijaste en el patio? -¿Qué tiene el patio ahora? -¡Fíjate bien en el patio! -Ya me fijé, no hay ardillas, hurones, morfetas, ragunes, no hay nada. -Eres mal observador. Fijé la vista nuevamente sobre aquel espacio y no descubrí nada anormal, me dí por vencido y respondí con mi silencio. -¡No te marches! Fíjate que la cerca estaba antes dos metros detrás de la caseta del patio. Comprobé que era cierto aquello que ella me decía. -¿Qué pasó? Le pregunté con indiferencia. -Hoy llegaron unos topógrafos que midieron el terreno y nos comunicaron que la propiedad estaba fuera de sus límites. -Es muy probable que los viejitos que vendieron esta casa se hayan fachado parte del territorio vecino. -Pero no fueron los viejitos solos, fíjate que a los vecinos les movieron sus cercas también. Miré hacia todos los patios próximos y comprobé que era cierto. -¿Piensan hacer algo en ese terreno? -Por la calle que da al lado del río han colocado una enorme valla, creo que van a construir condominios. No le pregunté nada, poco me importó si habían presentado documentos oficiales que justificaran ese movimiento. Movieron la cerca y la colocaron de tal manera que, resultaba casi imposible percatarse de la reducción del espacio. Metros más, metros menos, no nos vamos a asfixiar, regresé con mi trago a la guarida. La vida estaba saturada de cercas, muchas de ellas cargadas de peligros e imposibles de vencer. Cuca me hizo un güiro en uno de aquellos viajes a Miami, me pidió que invitara a todas mis amistades y me rogó que no aportara nada. El gabinete de Cuca estaba soplao y no me cansé de celebrárselo, estaba fuera de liga. Después del recorrido interior, mi prima me llevó para el patio donde ya hacían acto de presencia algunos de los invitados. ¡Wow! Fue todo lo que pude decirle al ver las dimensiones de aquel patio, ella insistía en ofrecerme cada detalle y como es de suponer, no pudieron escapar de sus explicaciones las cercas. La que quedaba a la derecha de su casa era doble, o sea, los antiguos propietarios, nadie supo explicar si los ocupantes de su casa o la aledaña, levantaron una cerca paralela a la ya existente. Lo encontré estúpido y un gasto injustificado. Entre cada cerca existía un espacio de unos veinte centímetros, calculados a ojo de buen cubero. Muy próximo al driveway y entre las dos cercas, existía la presencia muy curiosa de una mata de plátanos manzanos con un enorme racimo próximo a madurarse. Cuca no reclamaba su propiedad ni los vecinos tampoco, la mata creció y parió en absoluta tranquilidad, y el racimo descansaba sobre ambas cercas sin que nadie lo molestara. Dijo el hijo de Cuca que el güiro era un pulpari y no le entendí muy bien, le pregunté qué carajo me había dicho y el chama me explicó, es un fetecún que se hace en el suiminpul. ¡Ahh! Interpretó que lo había comprendido y se lanzó a la piscina. Continuando el recorrido por el patio, mi prima me mostró los árboles que habían sembrado, mango, mamey, papaya, guayaba y nada de flores. Me llamó extraordinariamente la atención aquella cerca del fondo de su patio. Una rama del árbol de su vecino penetraba en su propiedad, pero lo hacía con una carga generosa de aguacates. Creo haber contado unos veinte que por el peso de aquellas enormes frutas, lo doblaban y colocaban al alcance de cualquiera. Solo se encontraba separado del suelo por un pie y medio, los ecobios que asistieron al guateque pueden dar fe de esto que les digo. Esa noche me quedé a dormir en casa de Cuca y a la mañana siguiente, encontramos el racimo de plátano cortado y junto a la puerta de entrada a la cocina, ella lo cargó y puso junto a la puerta de la cocina de los vecinos. Esa noche y antes de acostarnos, el racimo regresaba a la puerta de la cocina de mi prima. -Chica, por qué no dejan de comer tanta mierda. -No te entiendo mi primo. -¡Coño! Pica a la mitad el racimo y se lo pones en la puerta del vecino, si continúan con esta berracá se van a madurar y nadie los probará. Le encontró lógica y aceptó mi proposición, al día siguiente no hubo devolución. Finalizó mis vacaciones por aquella provincia cubana y regresé a este refrigerador grande donde los meses y años pasan volando y encerrado. Siempre cuento los días de mi regreso a Miami, mi prima Cuca organizó otro pulpari, había transcurrido exactamente un año. -¡Oye! ¿Qué pasó con el gajo de aguacates que te caía en el patio? -Los vecinos lo cortaron. -¡Lo cortaron! ¿Por qué? -¡No sé mi primo! Un día llegué del trabajo y me encontré con esa sorpresa. -¿Y la mata había parido? -Igualita que el año pasado. -Coño, qué raro, ¿y de dónde son los vecinos? -¿Los vecinos? Creo que son cubanos, eso imagino por las voces que siento en su patio. -¿Son batistianos? -No lo sé mi primo, ¿qué tiene que ver? -¿Son de Camarioca, balseros, marielitos, del noventa y cuatro? -No sé mi primo, ¿por qué lo preguntas? -Nada, para calcular el grado de daño que tienen en el alma, ¿habrán cubanos tan hijoputas? -¿Tú crees? -¿Podrás ser tan ingenua? Para proceder de esa manera se debe ser un reverendísimo hijoputa, un egoísta en extremo, un cabrón dirigente comunista. -¿Tú crees, mi primo? -¡Coño, vieja! ¿En cuál planeta estás viviendo? Ese comportamiento es anormal, no dudes que tengas de vecino a Julito el Pescador. -¿Tú crees? -¿Qué si lo creo? Sigue viviendo de ese lao, Miami es un hervidero de esos hijoputas. -¿Tú crees? -Dale pal carajo por bruta. El horario de los noticieros es inviolable, gracias a Dios que a esa hora no transmiten novelitas. Le concedo el privilegio de descansar media hora a la computadora y de paso refrescar las nalgas. Ella inventa algo que hacer y cuando no lo encuentra se va para su computadora, su mundo es el de la fea más bella y otras idioteces. -Patético, escalofriante, increíble, electrizante… El Presidente Bush ha firmado el proyecto de construcción de una cerca fronteriza entre México y los Estados Unidos… Todo parece indicar que hoy es mi día de las cercas y la inconfundible voz de Enrique Gratas me dispara del asiento. Este tipo es el perfecto para trabajar en la televisión cubana, pienso, puede ocupar aquel espacio que dejara vacío Manolo Ortega, posee su prototipo. Pero llevan meses en su construcción, pienso, sigue la noticia y proyectan las declaraciones de Don Vicente Fox. Bueno, ya le queda muy poco de mandato, es un tipo muy ecuánime y educado, pero se comporta como el avestruz, una pronunciada tendencia a esconder la cabeza y dejar el culo al aire. ¡Ohhh! El nuevo Presidente hace declaraciones desde su visita en Canadá, dice, no me crean. Dice que el muro de Berlín fue una ofensa para la humanidad. ¡Coño! Pero el mencionado muro dividía a un mismo país como el de Corea o Viet Nam, ¿se habrá enterado, considera a los EU como territorio mexicano? Dicen y a mí no me crean, dicen todos los que opinan sobre la construcción de esa cerca, que la misma servirá para incrementar el éxodo de mexicanos hacia los EU, que es una ofensa a las relaciones de buena vecindad, que es un gasto innecesario, que es una violación a los derechos humanos, que es, que es, que es no se sabe cuántas cosas más. ¡Coño! No es que esté a favor o en contra de la construcción de esa cerca, pero no abusen tanto. El problema no es que a los yanquis les guste o no la quebradita, las tortillas o los tacos mexicanos. ¡Vamos, carajo! Que el problema es un poco más profundo y no todos los televidentes son brutos y poseen el mismo grado de paciencia. Déjennos descansar un poquito, que ni ustedes mismos son tan piadosos con los inmigrantes que les llegan de Suramérica. Los americanos no son tontos a nada, fíjense que el lío de la cerca comenzó con toda esa pachanga de López Obrador. Hasta yo les hubiera construido una muralla superior a la de China, los yanquis no son bobos, men. Obrador con toda su rabia llega a la presidencia y adiós que tú conoces, se acabó el picante, el maíz pa’las tortillas, se jodió el tequila, las cuerdas pa’las guitarras de los mariachis. Se joden los toros pa’las corridas y hasta dejan encuera a la virgen de Guadalupe. ¿Con esos truenos quién duerme?, yo, sin ser yanqui y conociendo de cerca todos esos antecedentes, les juro que hubiera construido una cerca metálica con electricidad incluida. ¡Miren! Pónganse pa’las cosas si sale Danielito Ortega de Presidente, construyan una muralla en la frontera sur. Además, no veo razones para tanta alarma, si construyen esa cerca pueden desarrollar la industria de fabricar escaleras. ¿Se imaginan ustedes? México, primer productor mundial de escaleras. Hasta ahora no se había escuchado hablar de eso, ¿o sí? Bueno, y si las escaleras no les dieran buenos resultados, pueden sustituir los medios normalmente utilizados en tierra para desarrollar una flotilla de lanchas rápidas, como están haciendo los cubanos. Y por último, pueden desviar el curso de sus emigraciones, ¿por qué no eligen como próximo destino La Habana?, ¿no dicen que aquello es el paraíso?, ¿no hablan de “poderes populares” en Oaxaca? Entonces, creo que se equivocaron de destino. ¡No es la yuma, camaradas mexicanos! El futuro de ustedes está en Cuba, ¿hablamos del mismo producto? -¿Te fijaste en el patio? Siempre la misma pregunta y en el momento menos indicado. -¿Qué tiene el patio ahora? -Están construyendo otra cerca. -Y a mí, ¿qué rayos me importa?, que se metan por el culo los aguacates. La gente me pide que escriba en serio, lo dudo, ¿podrá existir seriedad allí donde los pueblos eligen Presidentes como Evo, Chávez y nuevamente el ladrón de Daniel Ortega? ¿podrá hablarse de continente serio algún día, picarse el racimo de plátanos en partes iguales?
Esteban Casañas Lostal Y si tenéis por rey a un déspota, deberéis destronarlo, pero comprobad que el trono que erigiera en vuestro interior ha sido antes destruido. Jalil Gibrán
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