"LOS ZAFIROS" La historia debería ser escrita con música, ella tiene ese don especial de trasladarnos hasta épocas inimaginables de una manera limpia y pura. Con ella escapamos de la acción enajenante de falsos historiadores y nos pone en contacto con sus verdaderos protagonistas. Viajamos a través de sus notas con una velocidad increíble, y nos ofrece la oportunidad de situarnos dentro del contexto de esa historia, muchas veces manipuladas hasta el agotamiento de nuestras mentes y la claudicación de nuestras inteligencias. Hoy, gastando minutos de un día sedentario, tuve otro leve contacto con un grupo que formó parte de mi juventud, no me equivoco si afirmaría que fue propiedad de toda una generación, Los Zafiros. Voces bien armonizadas que alegraron en sus tardes tropicales aquellos fortuitos encuentros con millones de sueños y esperanzas. Escucharlos me hizo retroceder en el tiempo y en ese retorno hasta nuestra tierra, ser momentáneamente invadido por una casi borrada nostalgia que no dudó en ser dominada por la rabia. Ira incontenible que se siente por un tiempo perdido y que nunca podrá regresar, porque jóvenes somos una sola vez en la vida y la belleza de esa etapa, puede nublarse con los eventos que te rodean. Ese fragmento de documental pueden encontrarlo en la siguiente página; http://www.contactocuba.com/ Se pretende rendir homenaje a quienes un día lograron llenar un vacío en nuestras vidas, sin embargo, la calamitosa figura del Chino, uno de los sobrevivientes en la fecha de su filmación, logra despertar ese odio oculto por los años y la ansiedad que sentimos muchos cubanos por borrar nuestro pasado. Todo sentimiento de admiración se transforma inmediatamente en compasión y lástima por aquella estrella a punto de desaparecer. En uno de los andares por su Habana, el Chino tiene nuevamente la oportunidad de sentir en carne propia, la extensión de aquellos dedos acusadores que un día lo extrajo de su galaxia y dejó de ser una estrella de nuestro firmamento. Un cretino, un imbécil anónimo le brinda un trago y el Chino lo rechaza por encontrarse ante la cámara que realizaba este documental. …¡Eso no tiene nada que ver! ¡Si la perdición de tu vida fue esto! ¡Lo perdiste todo a cambio de nada!... Escuchar aquellas frases provocan un asco inmensurable, cuando llegan de seres cuyos valores morales es probable naufragaran hace mucho tiempo, quizás desde la misma cuna, si es que alguna vez la tuvieron. La envidia y el odio se encuentran a buen recaudo en nuestra tierra y logran vencer al más violento de los huracanes. Se trasmite como un virus feroz e incurable de generación a generación, quienes no ocultan su placer por ver a los demás hundidos y nadando en su propio estiércol, allí, nadie sueña con vivir como el mejor y se siente placer con el dolor de los demás. Los documentales y el filme realizado para rendirle homenajes a esos seres que cautivaron a miles o millones, nos deja sin embargo con el amargo sabor de la duda. Ninguno de ellos aborda las razones por las cuales esas estrellas fueron apagadas en el cenit de su éxito y condenadas a un anonimato que trascendió más allá de sus muertes. Nadie asume esa responsabilidad y el miedo se impone ante nosotros a pesar de haber transcurrido tanto tiempo. Los Zafiros, una versión muy cubanizada de The Platters y a quienes supieron superar con un repertorio tan variado en ritmos, aunque menos extenso, y con superioridad en sus voces. Se suman también al martirologio provocado por la “revolución” en la cultura cubana, contándose entre los primeros cadáveres producidos en esa batalla abundantes de fantasmas. Escucharlos, es realizar un viaje de turismo masoquista hacia su época para encontrarnos con la pérdida de esperanzas y sueños destruidos como cada edificio que se derrumba en La Habana. Esa ciudad a la que con tanto amor un día le cantaron, nido de borrachos y jineteras que, son nietos y nietas de aquellas chicas que un día bailaron acompañadas de sus canciones, y que hoy, sin ningún tipo de pudor, se atreven a levantar el dedo para acusarlo de borracho. Ignacio, el Quique y el Chino han muerto, pero sus voces bien acopladas y cargadas de ese sabor cubano, viajan y viajarán por el tiempo. Escucharlos, es volver a recordar a todos aquellos muchachos recogidos por sus rebeldes melenas en La Rampa. Es un viaje hasta las prisiones de la UMAP, es ver a Mary tejiendo unas medias con hilo de coser, es escuchar a Isabel en esa súplica por apagar la luz de la posada para que no descubriera que usaba calzoncillos. Oír a Los Zafiros es andar La Habana calzando botas de trabajo reformadas y que la tela de mezclilla tuviera sangre azul, es el primer trago de walfarina para emborracharnos y olvidar, es ver partir a miles de compatriotas escapando por el puente de Camarioca. Disfrutar de sus encantadores números es un regreso obligado a la industria del dolor cubano, es incursionar en la intimidad de aquellas estrellas cuyas vidas y fama duró menos que el paso de un cometa.
Esteban Casañas Lostal Y si tenéis por rey a un déspota, deberéis destronarlo, pero comprobad que el trono que erigiera en vuestro interior ha sido antes destruido. Jalil Gibrán
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