KIM JUNIOR Y SU JUEGO PELIGROSO por Esteban Casañas Lostal Hay países con mala suerte y otros con una suerte fatal. Corea es uno de ellos, pero su fatalismo es perverso y enconado por los años, una especie de infierno al que fueran condenados millones de seres por una sola razón, ser lo que son, coreanos. Conocerlos de cerca se convirtió para mí en una terrible obsesión, deseaba tener una idea aproximada sobre el futuro que nos esperaba y un viaje, quiso el destino satisfacer toda mi curiosidad. Pasamos por la China hermética de Mao Tsé Tung y como culminación a ese recorrido, fuimos premiados con un tour por la Corea de Kim Il Sung. Existía tanta similitud entre ambos regímenes, al menos a ojos de un novato visitante, que establecer diferencias entre ellos resultaba casi imposible. El viejo Kim, guerrillero de batallas secretas y desconocidas, sembrado en ese país gracias a la colaboración de los hermanos soviéticos, se deleitaba en sus jueguitos con las ideas Juché, no recuerdo si se escribe así, poco importa. Por lo que pude leer de aquella doctrina, planteaba el desarrollo del país sin ningún tipo de vínculo con el extranjero, creo que era su principal divisa en un mundo donde ya el hombre había puesto los pies en la luna. El viejo Kim adoraba las estatuas, miles de toneladas de bronce reposan en su tierra tomando su obesa figura con un brazo levantado y el índice apuntando hacia algún lado, imagino sea hacia el futuro incierto al que fuera conducido su nación. Otras toneladas fueron dedicadas al caballo alado de Chullima, un místico animal que supongo sea primo hermano del unicornio azul que perdió Silvio Rodríguez en nuestra isla. Entre estatuas y estatuas mostradas con mucho orgullo por los guías que acompañaron nuestros recorridos por Hunang y Pyongyang, el panorama era desolador. ¡Claro! No es lo mismo visitar un país con ojos de turistas que hacerlo en nuestras condiciones. El turista trata de captar con sus camaritas todo lo que pueda representar un testimonio de su paso por cualquier lugar de la tierra. Nosotros no, nosotros utilizábamos una camarita especial con la capacidad de establecer comparaciones. ¿Qué tienen? ¿Qué tengo? ¿Qué tendremos? Esa camarita hace pregunta y encuentra respuestas, la del turista es muda y solo ofrece imágenes en colores o blanco y negro. Nos llevaron a una casa que dicen, era el prototipo de las que el estado ofrecía a los campesinos, se encontraba en una granjita en las afueras de Hunang y me trajo a la mente el trabajo realizado durante años por Ramón Castro. Debo confesarles que sentí envidia por aquellos guajiros coreanos, pocos segundos después comprobé estar equivocado y moví el telégrafo de mi nave ordenando toda máquina atrás. Nos estaban tomando el pelo, algo muy usual en este tipo de regímenes especialistas en sembrar minas caza bobos, solo que en aquella oportunidad cometieron errores imperdonables que me hicieron cambiar de opinión. Donde tenían ubicado el televisor no existía tomacorriente y carecía de conexión de antenas. Algo similar ocurrió en la cocina, no existía conexión para el refrigerador ni tuberías para el gas. Jesucristo nació en Corea del norte, ¿no?, ¿tiene dudas? Vaya a visitar la colina Mangyongdae. Aunque no lo solicite lo llevarán al pesebre donde nació el niño Jesukim, le mostrarán el árbol donde la madre lo columpiaba y un área de césped cercada donde Jesukimcito peleó en su infancia con un niñito japonés. Bueno, sería imposible narrarles todas aquellas experiencias y los paseos doctrinantes que nos ofrecieron durante el mandato del semental Kim Il Sung, héroe vitalicio de millones de batallas no realizadas, esto último me recuerda al camarada Raúl Castro. Diecisiete años después regreso a la tierra del venerado y desaparecido Kim el viejo, el semental. Llego a la tierra del fruto de una de sus eyaculaciones y heredero de un trono confeccionado para extender su existencia. ¡Coño! Esto último que escribí me recuerda a Raúl Castro nuevamente, ¿no es el heredero?, ¿por qué no lo es uno de los hijitos del semental cubano? Nadie sabe, pajas de la historia. Imaginaba llegar a una tierra que supuestamente debía haber progresado en todos esos años transcurridos, falsas suposiciones. Me hablaron en Cuba del edificio más alto del mundo cuando aquel festival mundial de la juventud y los estudiantes, ¿lo recuerdan? No se imaginan la cantidad de controversias ocurridas en medio de conversaciones donde se alababa a Corea entonces, y yo insistiendo que todo era falso, pura pantalla, y mis amistades acusándome de gusano y desviado ideológicamente, y yo sin retroceder, y los cubanos de la isla sin ceder terreno y creyendo lo que decía el Granma, y yo diciéndoles que se estaban muriendo de hambre, y ellos que yo mentía. Bueno, diecisiete años después de mi primera visita, la situación en Corea era insoportable y el mundo desconocía una realidad que luego se supo cuando unos dos o tres millones de coreanos fallecieron por inanición, ¡hambre!, para el que no entienda. Esa verdad trascendió sus fronteras cuando yo había desertado de Cuba y hasta el momento no he podido replicarle a mis conocidos en la isla. Hoy es tarde y no resulta necesario, ellos experimentaron un fenómeno similar y aún se mantiene vigente, aunque en menor gravedad que la vivida por los coreanos. Jesukimcito llegó al poder en la primera dinastía comunista que se conoce en la historia, la segunda será la cubana. Con antecedentes nada halagadores y vinculado a actos de terrorismo, una vida extravagante enraizada a bacanales con prostitutas y su enfermiza afición por filmes de James Bond. Jesukimcito les cayó del cielo al pueblo coreano de la misma manera que caerá Raulito a los cubanos. Sin otro historial que el haberse preparado para esas labores siniestras desarrollada durante la vida de su venerado padre, y una pieza fundamental en las tareas del culto a la personalidad de su progenitor, Jesukimcito no perdió la oportunidad de erigirse monumentos aún estando el viejo semental vivo. En aquel desdichado viaje donde la hambruna de los coreanos se extendió hasta nuestra nave, no pude distinguir diferencias entre padre e hijo. Allí permanecían laborando las viejas locomotoras de vapor con el emblema del caballo alado de Chullima, los camiones modelo GAZ 63 con el techo rematado a martillazos, las mismas bocinas colocadas en el muelle a todo volumen, difundiendo himnos de guerra y discursos del gran camarada, y grupos de trabajadores que inspiraban lástima. Sentimiento de compasión que arrancado de un cubano por otra persona deba tener una significación multiplicada de la miseria existente en el medio. Experimentamos la misma pena por los coreanos a la sentida por los chinos de Mao y posteriormente a la Rumanía de Ceausescu, todos vivían peor que nosotros en esos tiempos. Hoy, treinta y dos años después de aquella primera visita, siento pánico cuando escucho las noticias. Aquel gordo y enano complejista primogénito de Kim Il Sung, aquel heredero corrupto y sin historia, impuesto a toda una nación por el miedo cómplice de sus homólogos en lo que deba ser la Asamblea del Poder Popular de Cuba. Gasta los escasos recursos de su país para producir unos cohetes de mierda que tal vez nunca llegarán a su destino. Mucho más triste es observar a estúpidos de nuestro continente, y me refiero a letrinoamérica, cómo celebran todas esas locuras de otro estúpido como ellos y dueño del destino de millones de seres humanos. ¿No ha bastado con los dos o tres millones de muertos en Corea del Norte? ¿Será necesario sacrificar a millones más de coreanos para satisfacer sus sentimientos antiamericanos? El edificio más alto del mundo en aquellos años nunca llegó a terminarse, y es el monumento más alto al paso del comunismo por la tierra. Los jueguitos de Kimcito con los cohetes me recuerdan a los jueguitos de Fidelito en el 62. ¿Cuánta comida no se puede comprar con el dinero que se invierte en la producción de uno de esos aparatos? Coreanos mueren de hambre y varios países suspendieron sus programas de ayuda a esa nación. ¿Hay dinero para cohetes y no existe para alimentar su pueblo? Eso me recuerda a una isla del caribe, varios países suspendieron sus ayudas a Cuba, ¿Hay dinero para guerritas y no existe para alimentar a su pueblo? ¡Váyanse a la mierda!
Esteban Casañas Lostal
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