CUANDO EL BARCO SE HUNDE, LA MIERDA FLOTA

por Esteban Casañas Lostal


"La revolución ha fracasado", es el título de un artículo escrito por Luis Ortega que acabo de leer. ¡No lo puedo creer! Surge como un grito dentro de mi mente. No puede ser posible, pienso. No puedo comentarlo con quienes me rodean, nadie lo conoce por acá, nadie ha sido infestado con su virus en estas latitudes. Disculpen el título de la presente, no merece otro. Es muy cierto que cuando una nave se va a pique, todo el que se encuentra a bordo trata de salvarse, y por último, toda la porquería que se encontraba sobre cubierta flota. Ese es el caso del periodista Luis Ortega, un hombre con el alma de corcho.

Pertenece a generaciones anteriores a la mía y posee una pluma muy bien afilada. Arma que ha sabido utilizar hábilmente para navegar con tranquilidad con los cambios de vientos, corrientes y otras tempestades, mientras millones de seres han quedado varados o al garete, tratando de mantener una vida digna. Este engendro de la especie humana, despiadado a la hora de atacar a sus contrincantes políticos (que hoy no se sabe cuáles fueron), no escatimó epítetos y adjetivos a la hora de descalificarlos. Derrochó bilis y odio en cada uno de sus trabajos en contra de aquellos seres que, desde hace décadas vienen repitiendo lo que hoy resume en ese artículo. Hoy, traicionado quizás por su conciencia o, por falta de paga, Luis Ortega se revela y dice algo que ya todos conocen, “La revolución ha fracasado”, pero olvida que ese fracaso ha ocurrido desde hace muchos años y a pesar de la defensa de individuos despreciables como él. Olvidó Ortega que por cualquiera de los derroteros de la vida se debe navegar utilizando la dignidad, decoro, vergüenza y honor como combustible principal.

Atacó sin piedad a los de su generación en cada uno de sus cambios de bandera, luego, se encargó de impartir sus venenosas dosis de patriotismo barato a las nuevas. Fue implacable en contra de los que nacieron en aquella cuna de oro llamada “revolución”, sin embargo, nunca renunció a las comodidades del capitalismo al que supuestamente ha odiado. Viajó a La Habana para recibir reconocimientos por sus labores en contra de aquellos que, una vez dijeron lo que hoy escribe a manera de plagio. Es de los pocos cubanos en el exterior que gozaba (hasta hoy, imagino) del privilegio de publicar en la prensa del gobierno, ¿se imaginan ustedes eso? Para este mal nacido no existieron muertos después de la “revolución”. Los primeros éxodos estaban compuestos por siquitrillados y asesinos, los marielitos eran delincuentes, los del noventa y cuatro eran emigrantes económicos, y todo el que se expresara en contra de su “revolución” era un traidor a la patria, la patria de ellos, su feudo y burdel.

Hoy, y recorriendo varios espacios de la net, leo a varios ingenuos rosaditos aplaudiendo el nuevo curso de su derrotero. Se encuentran tan nerviosos como él, un vejete que será condenado por la historia, la historia de su pueblo al que tanto daño produjo cada párrafo de sus amargas escrituras. Se equivocan todos esos pendejitos que aplauden una verdad tardía a modo de plagio, lo hacen, porque la verdad nunca podrá descansar en los hombros de cobardes, ellos no tendrán valor suficiente para defenderla, y esa es la posición repudiable de este periodista cubano. Mucho ha defecado sobre la memoria de miles de muertos nuestros, y aunque imploren por una reconciliación pacífica, será imposible borrar de un tirón todo el odio sembrado por individuos como éste.

La patria no necesita de reptiles para la construcción de su futuro y esa será una tarea de gigantes para las nuevas generaciones. Será una obra cargada de sacrificios, y esos cambios deben realizarse limpiando todo nuestro pasado del estiércol dejado por alimañas como estas. Cualquiera se encuentra en su derecho de cambiar un día de opinión, inclinación política, religiosa y hasta sexual, la humanidad ha sido premiada con infinidad de casos y ya se encuentra acostumbrada. Lo inaceptable de su caso es, el detestable mimetismo político arribista y el daño producido en cada cambio. La historia se encargará de sepultar a los cobardes y condenarlos al olvido, ese es el lugar que se merecen hombres como Luis Ortega. Su tiempo pasó, es demasiado tarde para el arrepentimiento y no creo sean muchos los que aplaudan a los verdaderos traidores.

En nombre de nuestros presos, viudas, huérfanos, desterrados. En nombre de todos esos seres insepultos cuyos huesos yacen en el fondo del mar. En nombre del sufrimiento de cada madre cubana que aún insiste en saber el paradero de sus hijos. En nombre de cada chica obligada a prostituirse por el hambre. En nombre de toda la destrucción económica y social experimentada durante estos cuarenta y siete años. En nombre de todo un pueblo obligado a vivir con doble moral. En nombre de ese pueblo al que tanto daño causaste con tu pluma, en nombre de todos ellos deseo decirte una cosa; ¡Púdrete en el infierno por hijoputa!


Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá.
2006-02-06



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