VEINTE AÑOS NO SON NADA

Por Esteban Casñas Lostal

Imagino lo dijo un día Gardel, y si no fue él le echaron la culpa, eso es normal. Martí tampoco fue autor intelectual del ataque al Moncada. Paso las hojas del almanaque y regreso hasta aquellos veinte insignificantes años de Gardel, caigo en el setenta y nueve, veinte años son muchos, pienso. Solo un añito antes de esa gran escapada del Mariel, la Patria comenzaba a apestarnos, no digo yo si significan algo, nosotros no cantábamos tangos.

Cuarenta y siete son muchos, muchísimos, demasiados, los mismos que no hubiera resistido Gardel cantando tango, ni rumba, ni salsa, ni boleros. Pesan tantos años de igual cantaleta y discursos, marchas, guardias, reuniones, chivas, traiciones y una bíblica libreta que mantiene las tripas vacías. Me lo imagino cantando “Ojalá”, o arrancando en una balsa para las Malvinas en aquellos tiempos.

¿Qué somos? ¿A dónde arribamos? ¿Quiénes seremos? Caben infinidad de preguntas con millones de respuestas. Respuestas que, como es de suponer, molestarán a millones de oídos y ojos. Nunca estaremos listos para aceptar ningunas de ellas, y no es un capricho del destino que nos tocó vivir. Nos detendremos, trataremos de girar el cuello más allá de los noventa grados buscando una justificación. No podremos superar la altura del hombro en busca de nuestro pasado, sencillamente no existe, y si algún contorsionista logra llegar más allá de los límites humanamente permisibles, tratará de no abrir los ojos por temor a encontrar algo sucio en su camino. Los abrió, pensemos que lo logró y su camino estaba limpio, sin embargo, solo fue un trillo largo y estrecho dentro de una inmunda llanura saturada de lamentos.

¿Qué somos? ¡Nada! No existimos como seres que merecen un mínimo de respeto, no pertenecemos a un pueblo digno de ese respeto individual y engrandecido cuando se habla en plural. Somos parte de una gleba, siervos que un día hincaron sus rodillas por un televisor, un apartamento, o un refrigerador. Gente que cuando gira el cuello, no lo hace buscando el punto de partida, trata de buscar una justificación. Y se encuentra siempre ¡No lo duden! Los niños necesitan ver las “Aventuras”, necesito un apartamento, vivo agregado y no puedo echar un palo contento, se me corta la leche de los niños, se echa a perder la carne que devino después en picadillo de soya. Hay millones de razones para justificar lo que no hicimos, yo me incluyo en esa lista. ¿Y otros pueblos? Sencillamente hicieron, salieron, protestaron, pelearon. Nosotros no, la gente los respeta aunque luego metan la pata, o se equivoquen, como ha sucedido en medio de tanto desespero buscando su Robin Hood.

¿Qué somos? ¡Nada! Una simple turba dividida por décadas tratando de echarle la culpa a las pasadas o futuras generaciones. ¡Los que vienen son peores! Me sumo a esas manifestaciones, y aquellos marielitos son niños de teta, lo que llega es pura mierda. Espero sepan disculparme mis susceptibles “compatriotas”, espero me perdonen osos y pingüinos, honorables animalitos que nunca fueron pingueros o jineteras. Mamiferos acostumbrados a trabajar más de ocho horas luchando por sobrevivir. Aves que nadan o vuelan sin prostituirse, bichos que pudieron ser más putas que las gallinas, culos que un día se tranquilizaron para dar calor a su nido. ¿Nosotros? Tratando de espantar las pulgas como cualquier perro. La culpa la tienen los que se fueron en los sesenta, los que escaparon cuando Batista, los Peter Pan, los de Camarioca, los del Mariel, los del noventa y cuatro, los de ahora. ¿Y los de ahora quiénes son? Los del bombo, los pocos que pueden escapar en balsa y tocar tierra firme. Los pingueros y jineteras, los que nunca han trabajado ocho horas, los que “inventan”, los que no quieren evolucionar donde todo está inventado. Los que la vida se resume en una eterna fiesta, los que piden tenis de marca y marchan con ellos puestos a protestar. Los que vivieron acostumbrados a esperar la mesada, esos son los peores, llegan y no quieren cogerla. ¿Qué somos? Una pandilla repelente, aislada, dividida, timorata, conflictiva y hasta chismosa. Un ejército cargando en sus mochilas millones de “peros” que justifiquen un día la ausencia de huevos. ¡Duele eh!, ¿molesta leer o escuchar estas cosas? ¿Existirá algún día el valor de escribirlas o decirlas? ¿Existirá suficiente valor para aceptarlas? ¿Las publicaremos? ¿Sin “peros” o susceptibilidades? No lo creo a corto plazo. No fuimos educados para escuchar verdades, hablemos de medias verdades.

¿A dónde arribamos? A un punto equivocado de aquel horizonte que una vez pensamos era finito. De poco nos sirvió tantas horas sentados en el malecón o sobre el diente de perro pensando, soñando, o elevándonos en medio de aquellas enormes olas construidas mentalmente. No llegamos nunca a un destino planificado, pocos lo haremos, y para otros, esta tierra se hará pequeña. Será así por muchas razones, la peor de todas ellas es el daño que nos causaron esos veinte años insignificantes de Gardel, y los veintisiete que se le sumaron a su cuenta. Continuaremos vagando durante otras decenas de años después del momento que todos esperan. Será necesario el paso de varias generaciones posteriores a la nuestra para curar todo el daño producido en mentes y corazones. Será imprescindible borrar todo el recuerdo de los que existimos y doblamos rodillas y voluntades por objetos tan insignificantes e inservibles. Tendrá que pasar el tiempo necesario y capaz de ocultar tanta ignominia y vergüenza, tanto miedo, tanto odio, tanta porquería en la que fuimos enrolados millones de cubanos. Se hará imprescindible el paso de ese tiempo para eliminar trillos en medio de sabanas putrefactas de nuestras historias.

¿Quiénes seremos? Durante muchos años, una tribu gitana de la que será casi imposible borrar sus costumbres nómadas. Gentes a las que será imprescindible acortarles ese horizonte como punto de destino en sus vidas. Seres a los cuales tendrán que educar en ese amor perdido por su tierra, personas que deberán aprender a no ser extraños en su país. Seres a los que será imprescindible despojar de esa cruel máscara a la que fueron sometidos vivir. Personas que deben desprenderse de esa miopía que les impide mirar fijo a los ojos cuando se les habla. Seremos miembros de un país que hará lo imposible por borrarnos de sus memorias, que nos culpará de todas las pesadillas a las que serán condenados a vivir, y desgraciadamente, aún en la profundidad de nuestras fosas, tendremos que premiarlos con la razón.

¿Quiénes seremos? Pésele a quien le pese y duélale a quien le duela, un mal recuerdo para varias generaciones futuras. Esta es la parte que nadie desea leer o escuchar, este es el capítulo de nuestras vidas que pocos desean publicar, pero será así. Hay quienes hoy se mofan en decir que pertenecemos a un país digno por variadas razones. Tienen mucha razón, somos parte de un pueblo digno, pero dignos de una lástima inmensurable. Seremos parte de una nación despojada de su valor y donde la hipocresía tuvo como feudo una isla. Una isla que se hizo pequeña para albergar tanto odio y luego exportó a sus vecinos.

¿Qué somos? Caben tantas respuestas, no somos nada. Solo la vergüenza de nuestros antepasados, los destructores de nuestra herencia, los que legamos ruinas, lamentos, manos alzadas y silencio.

Veinte años no habrán sido nada para Gardel, nosotros no cantamos tangos, cuarenta y siete años pesan sobre la historia de un pueblo a la que solo se habla de futuro, y donde el pasado no cuenta. Lástima por aquellos infelices que atrapados en sus desgracias, se alegran por iniciar el camino que ya los cubanos recorrimos.

¿Qué seremos? Pregúntenle a millones de aquellos que un día gritaron en sus matutinos; ¡Seremos como el Ché! Tremenda mierda.


Esteban Casañas Lostal
Montreal.. Canadá.
2006-01-11


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