"¿COMPAÑERO?"


-¡Aló!

-¿Se encuentra el compañero Raúl?

-¿El compañero Raúl?

-Sí, el compañero Raúl. Aquella insistencia en la utilización de esa palabra provocó un espontáneo escalofrío que recorrió su cuerpo y alma. ¿Compañero? Se puso a sacar cuentas y llegó a la conclusión de no haberla escuchado por más de diez años. No estaba mal dicha, aparece bien descrita en el diccionario, pero en su mente regresaba tal y cual fuera, degenerada por decenios. Luego, ¿quién se atrevería a llamarlo así?, solo uno de su cofradía, pensaba mientras permanecía con el auricular en su mano derecha. Raúl era un tipo activo, pensó nuevamente, nadie se atrevería a llamarlo de esa manera tan familiarmente conocida. ¿Compañero aquí? ¡Claro que sí! Era un compañero según sus sospechas, comenzaba a desenredarse esa rara telaraña que se fabrica alrededor de cualquiera, hasta de una misma jinetera, pensaba sin terminar de darle respuesta al que se encontraba del otro lado sin saber que era hasta imprudente utilizar esa palabra del lado de acá. No importa si estaba autorizada por el diccionario, su uso había sido aberrante durante décadas. Compañero no era lo mismo, no era igual, no era quien se encontraba a tu lado, no era aquel que compartía la misma ideología o plato de comida, la misma fiesta y hasta la misma jeva. Era distinto, el que te velaba, escuchaba con atención cada una de tus palabras, analizaba, estudiaba cada gesto, modo de vida, vestimenta, alimentación, nivel de vida, participación. ¿Participación? ¡Claro! Y le llegan a la mente palabras distorsionadas después de ella, desafecto, indiferente, poco combativo, desviado, ostentador. ¿Compañero?

En fracciones de segundos retrocedió en el tiempo con la increíble velocidad de la mente, estuvo allí nuevamente y contó hasta mil antes de darle una respuesta. Manuel tuvo tantos compañeros en aquella pasada vida que no supo por donde comenzar, estaban olvidados o reposando en su subconsciente, hoy despertaban como muertos de su sepultura con una sola llamada telefónica. Su mente lo traicionaba confundiendo fechas, sin saber por dónde comenzar, principio o final, existió alguna vez.

-¡Que Dios me perdone! Yo pienso que todos esos sufrimientos de mi tío son para pagar el daño que hizo en Cuba, fue un hijoputa. ¿Hijoputa? Se preguntó ante el último recuerdo de su contacto con aquella aberrante palabra. No era un HP, era un compañero.

-¡Coño! Fidel ha hecho cosas lindas en Cuba. Se atrevió a manifestar Raúl mientras viajaba en el auto de Manuel.

-¡Claro que sí! Ha destruido todo un país sin lanzarse una sola bomba. ¿Piensas que soy comemierda, o que llegué en una lata de tronchos? Manuel contuvo los deseos de bajarlo con una patada en el culo, ese fue el último recuerdo de lo que fuera un compañero. ¿Cosas lindas que ha hecho Fidel? Una mueca acompañó su fresco recuerdo. Desvió entonces su atención a las palabras de la sobrina de Raúl, “pagar el daño que hizo en Cuba”. ¿Será pagable alguna vez? No lo creo, se respondió él mismo.

¿Pagar el daño que hizo en Cuba? ¿Se podrá pagar tantas vidas gastadas inútilmente, tantos sueños destruidos, tantas familias divididas? ¿Tendrá algún día su verdadero sentido la palabra compañero? Le llegó desde lo más profundo de su alma darle una mala contesta, se contuvo. ¿Mala contesta? ¿Decirle que compañero son los bueyes? La más inocente y antigua. ¿O decirle que compañero era la puta de la madre que lo parió? Se contuvo ante esa última tentación, la perfecta, la que más se ajusta y le agradaba, pero Manuel se encontraba en un lugar público.

-El ciudadano Héctor no merece formar parte de nuestra flota, un joven que es capaz de tener una revista Play Boy es portador de los mensajes del enemigo. Héctor fue expulsado de la marina gracias a un “compañero”, y solo deseaba tener argumentos para masturbarse.

-Arturo debe ser separado de la flota por sus creencias religiosas. El hombre fue delatado por un compañero camarero al encontrar un resguardo debajo de su almohada. Manuel se ríe al ser invadido por ese pensamiento, días atrás llegó hasta el local un quebecois que tenía hecho “Changó” y le preguntó por su santo.

-No todos los que viven en la isla deben tener hecho santo, yo no tengo ninguno. Y si fuera imprescindible para mi vida hacérmelo, viajaría hasta África.

-¿Cómo?

-No te preocupes, es cosa nuestra que tú no comprendes. El quebecois le mostraba a su novia con orgullo el pequeño altar donde se mostraban las deidades de nuestras creencias afrocubanas. Pobre rubio de ojos azules que cayó en manos de un “compañero” babalao, pensó.

-Hay que analizar al “compañero Eurípides por desviación ideológica, no se concibe a un militante masticando chiclet. Hay que analizarlo.

-Hay que separar al “compañero” Luis del grupo por desviaciones ideológicas, no podemos darnos el lujo de permitir a un joven estar peinándose constantemente. ¡Dios mío! Presumir como cualquier joven de su edad es un problema ideológico.

-Hay que separar de la flota al ciudadano Pedro por su condición de homosexual, atenta contra la ideología revolucionaria. ¡Virgencita de la Caridad! ¿Dónde vivirán los maricones nacidos y los que vienen en camino?

-¡Es conflictivo! Lo es, su pintura no la comprende nadie, y por lo que puedo interpretar, es un mensaje contrarrevolucionario.

-¿Sabe de pintura abstracta?

-¡No!

-¿Y cual debe ser el mensaje revolucionario, compañero?

-El que lleve un mensaje dialéctico e histórico.

-¿Y cuál lleva ese mensaje dialéctico e histórico?

-No sé, así dicen las orientaciones.

-¿Cuales?

-Las que vienen de arriba.

-¿De arriba, de dónde?

-Del cielo compañero, del comité central.

-¿Y la negación de la negación, y la unidad y lucha de los contrarios?

-Aquí no hay contrarios que valgan, solo contrarrevolucionarios.

-El ciudadano Manuel debe ser separado de la flota por su condición de anti partido.

-No firmo, ¿anti partido?, ¿por exigir ocho horas de trabajo?, ¿por proteger al buque?, ¿de quién es el barco?

-Nosotros somos tus compañeros.

-¿Compañeros?

-¡La madre que los parió!

-¿Se encuentra el compañero Raúl?

-No, lamento informarle que el compañero Raúl falleció y en estos instantes debe encontrarse en el cielo.

-¡Oh! No lo sabía. Por favor, trasmítales mis condolencias a su esposa, hijos, hermanos y madre.

-Serán dadas sin dudas, ¿y a la sobrina?


Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canada
2005-21-03


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