CARNAVAL por Esteban Casañas Lostal Debe ser triste vivir con otro rostro y la duda de ser o no ser, tal vez pensar y luego arribar a la triste conclusión de estar equivocado. Suponer que un día hablaste y no dijiste nada, no te oíste, y si lo hiciste, reconocer una voz que no era la tuya. Debe ser duro existir con una masa encefálica que no asiste a los latidos rítmicos de un corazón, y por mucho que intentes, cada uno ha elegido su rumbo divergente. Amargo ocupar un espacio lleno de sombras sin ver la luz que la proyecta, querer decir algo muy simple, toma de mí quizás, tactos que se pierden en esa oscuridad abyecta. Debe ser triste vivir sin voz y expresarse por mímica allí donde no existe un espejo, donde no se pueda observar el movimiento de tus labios, ¿y el rostro?, debe ser desolador tener la duda de que una vez existió. ¿Puede convivir con nosotros peor condena? ¿Sin poder identificar cada frase que sale o llega?, ¿sin poder detener la inercia de un brazo que se alza y condena? ¿Se podrá vivir sin fijar los ojos?, ¿temiendo delatarnos al enfrentar una mirada?, ¿y el amigo?, ¿existirá? Debe ser triste convivir con esa tristeza, sin poder alzar el índice hacia un camino, sin el hijo que capte la señal, por muy débil que ésta sea. Dura agonía habitar sin árboles ni sol que reflejen su figura, ausencia de una duma, una ola tal vez, y que la luz viaje sin encontrar obstáculos por muy débiles que éstas sean. Debe herir andar sin buscar ni encontrar, vagar inútilmente sin sueños ni destino de arribada, sin objetivo definido, solo persiguiendo una esperanza. Puede agotar tan largo recorrido con el estómago vacío u ocupado, sin distinguir entre desechos del cuerpo e ideas que fugaces cruzan por la mente, nada se distingue entre sombras que se producen sin luz, tememos. ¿Y el miedo?, ¿valió la pena darle tanta importancia?, ¿y luego?, ¿qué quedará más allá del rostro, el índice sin levantar, y la voz que nunca se escuchó? Debe doler voltear la cabeza a diestra o siniestra, luego de comprobar que no existe camino o estela y que el espacio nos traga en cada paso que no existe, caemos en un abismo oscuro, profundo, angosto, infinito y con forma de espiral. Viajamos y nos llegan rezos inútiles, vanos, confusos, y acompañados de una palada de tierra que cubre un rostro deforme por su conciencia. Se produce un choque seco a madera, hacemos un esfuerzo por despertar, pero el cronómetro agotó su cuerda, ya es tarde para cualquier movimiento. Allí, en nuestro reducido refugio, hacemos un supremo esfuerzo por escapar, damos golpes violentos, deseamos huir avergonzados por nuestro silencio y miedos, pero es tarde, una palada continúa a la otra y nos convierte en prisioneros. Agotados de tantos inútiles esfuerzos renunciamos y somos vencidos por una sombra eterna. Poco a poco se apaga esa llama que una vez iluminó nuestro índice o pensamientos, nuestra vergüenza se prenden de cada párpado, y nuestra conciencia se encarga de borrar aquel prometido último pensamiento. Debe ser triste vivir y arribar a la conclusión de que nunca exististe. Debe ser humillante ser borrado con una palada de tierra. Debe ser patético pensar que no existirás un segundo posterior a tu entierro. Debe ser trágico suponer que tus hijos y nietos sepultarán tu nombre junto a tu recuerdo y el día que vuelvas, si logras hacerlo, será para condenar tu silencio. Sería preferible entonces mantenerse oculto en la misma oscuridad que un día viviste y no compartir con nadie toda esa amargura. Debe ser doloroso escuchar un día desde las profundidades de ese lecho, que tu vida fue una mierda, y bien merecidas tenías sombras y silencios. Te aferrarás en sentido opuesto, pero será muy tarde, nadie te oirá. Y aquellos huesos que una vez descansaron en tumba colectiva tendrán como destino el carajo, nadie los reclamará. Tal vez después de muerto llegues a comprender que tu vida estuvo cubierta por máscaras, no solo tu rostro, así protegiste tu alma, ¿y tu vida? Un carnaval. ¿cómo pretendes que te recuerden?
Esteban Casañas Lostal
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