LATEX Por Esteban Casañas No sé si a ustedes les pasará lo mismo, pero hay cada comerciales de televisión que dan deseos de apagarlo inmediatamente. Por lo general son de canales que me llegan del sur del Río Bravo, no voy a mencionar nombres. Hay uno de esos comerciales que me produce una sensación de asco terrible, ¿no lo han visto?, me refiero al que muestran una pila de uñas podridas de hongos. Por suerte no se me ha ocurrido poner televisor en el comedor, de verdad, es para vomitar. ¡Hoy no! Para que vean, choqué con un comercial que atrapó rápidamente mi atención. Bueno, ya he visto varios similares a éste. El asunto es que estaban promocionando una pieza femenina confeccionada con latex, pero ahí no radicaba tampoco la importancia del mismo. Permítanme aclararles primero, aquella pieza se encontraba cubriendo en esos instantes un hermoso cuerpo. Es una especie de trusa, pero insisto, la modelo poseía un cuerpo maravilloso, y como es de suponer, uno no puede desviar la mirada porque en términos generales, esos comerciales son de dos o tres minutos de duración. ¡Pa’qué les cuento señores! Eso que están vendiendo es una trampa donde puede caer hasta el más experto, ya les explico. El lío es que aquella trusa viene reforzada por varios lugares de la nomenclatura femenina. La parte que cubre el busto tiene la misión de elevarlos hacia la línea horizontal perpendicular al esqueleto. La del abdomen tiene la misión de recogerlo para engañar la mirada del perfil. ¿Y qué me dicen del trasero? Pues allí posee esa trusa unas ligas invisibles que, logra transformar a cualquier tabla de planchar en la más exquisita culona. ¡Nada! Que cuando cualquier escarabajo se pone aquella trusita de latex, lo que sale por la puerta de la casa es una trampa caza bobos. ¡Coñito! Cuando pude percatarme del enorme fraude que estaban promoviendo, no me refiero a la trusa, les hablo de las jevas resultantes de ese experimento me dije; ¡Caballeros! Tengo que avisarle a los socios coño, no puedo permitir que mis ambias caigan cándidamente en esas trampas, porque de verdad, es una mierda si me quedo callado y no les paso la luz. ¿Saben una cosa? Por estas cosas era que me gustaban tanto las mujeres de Cuba, no hablo ahora de cubanas, porque las que están en la yuma pueden participar en estos fraudes. Las de Cuba, esas sí que no andan en estas trampas. Cuando hay, hay, y cuando no hay ellas inventan. Se mueven diferentes, cambian de peinado, recortan las sayas. ¡Vaya! Cuando más y a todo meter, se ponen algodoncitos en los ajustadores. Pero ni eso pueden hacer ahora porque no hay algodón. ¡Nada! Que las cubanas son sinceras y sin complejos te dicen; Mira mijo, esto es lo que tengo, ¿lo tomas o lo dejas? ¡Coñito! Por una cuestión de moral no la puedes rechazar, y que me lo pregunten a mí, que por ser tan comprensivo me desperté un día al lado de la momia del museo Bacardí. Al ver ese comercial lo primero que me llegó a la mente fue eso, avisarles para que estén todo el tiempo alertas, este es el consejo de un amigo sincero, se los aseguro. Yo sé que ustedes no ven esos canales de mierda, yo tampoco, pero mi mujer es tan berraca que no se pierde una sola novela. Ya saben cuales son, las del tipo Marimar donde la chamaca es pobre y luego resulta que era hija del rico de la casa. Entonces la dueña de la casa (que actualmente es la mujer del que se supone es su padre) la lleva de la mano y corriendo porque ella es criada, pero al final el tipo remordido por su conciencia y antes de morir declara ser el padre de Marimar y ella se convierte en la única heredera. ¡Coño, me erizo y se me escapan unas lágrimas! A lo que iba, como ustedes no ven esos canales de mierda (disculpen la redundancia) y como yo tampoco los veo, pero que por “casualidad” el tiví se encontraba encendido en ese canal cuando llegué a la sala. Fue entonces que choqué con ese comercial que de seguro ustedes no han visto, como el de las patas llenas de hongos y dan ganas de vomitar. Yo los alerto porque tengo experiencias en estos asuntos y estoy consciente de los traumas que producen. Se los digo de corazón, no quieran haber estado en mi pellejo aquel día que me empaté con una gallega en La Coruña. Yo era un chama de unos dieciocho años, ya saben cómo se anda a esa edad, cuando uno duerme parece un circo. Pues nada, la señora se encontraba muy elegante y bastante erguida, eso sí, un poco pasadita de peso. Pero coñito, cuando aquello no existían estos trucos tan sofisticados del latex. ¡Qué les cuento! A la hora de la verdad comenzó a quitarse trapos del cuerpo, y aquellas tetas tenían las mismas dimensiones de un puesto de fiambres. Ni se imaginan el trauma sufrido, yo, un simple chamaquito en la flor de mi juventud ahogado entre las ubres de aquella vaca. Eso es lo que deseo evitarles como amigo, por mí no lo hago, ya estoy en retiro espiritual. Se imaginan ustedes que se empaten con un “pollo” en una discoteca, entre la oscuridad y aquellas luces centellantes, la curda y la música a todo meter, estoy convencido de que les venderán gato por liebre, se los aseguro, a cualquiera le pasa y se han dado casos más graves aún. No les cuento nada del tripulante del barco angolano donde navegué, era joven también y en una de esas recaladas a Las Palmas de Gran Canaria. El negro, que casi siempre son enfermos cardiacos a las blancas, supuso que se encontraba empatado con una ninfa. Para no cansarlos, se pasó todo el día dándose la lengua con el pollo, invitó a parte de los tripulantes a compartir su felicidad, y cuando el tipo metió la mano donde ya saben, se encontró con un trozo de manguera del carajo. Se pasó aquel infeliz todo el tiempo de navegación hasta Holanda sin salir del camarote, no es fácil, mucho ojo con esta alerta. Ese es el lío, se metieron en una discoteca, se empataron con una jeva que está sola, les pintó tres monerías y ya se creyeron que eran unos bárbaros, porque vamos a dejarnos de cuento, el machismo lo llevamos muy arraigado. Luego viene la bronca cuando se meten en una posada sin averiguar nada, allí es donde se forma la grande. Llevaste una botellita que compraste en la carpeta, sacaste varios CD del carro, llenaste la pecera y cuando comienzan a desvestirse llega la sorpresa. El latex le da libertad a aquellos mondongos reprimidos y las tetas le llegan a la rodilla, la barriga es un enorme almacén de mierda repleto de celulitis, y el culo hay que llevarlo en una carretilla. ¡No le echen la culpa a ella! Reconozcan que no se encontraban preparados para tal sorpresa, ignoren por segundos su machismo, y acepten que la modernidad les jugó una mala pasada. ¡Es más! A modo de consuelo digan para sí; “Le ronca los timbales llegar de un país tercer mundista”. ¡Sin complejo caballeros! Eso le pasa a cualquiera, y si se es cubano mucho peor, hay que reconocer que andamos tres siglos perdidos. Para no cansarlos, la mejor manera de evitar todo esto es dedicarse al ligue en la playa, allí no hay tumbe. Bueno, también puede haberlo, pero es un poco más sublime. No olviden las tetas de silicona, ¿las tetas?, y culos que tú conoces también. ¡Ñooo! Con esta modernidad no se sabe para dónde carajo tirar, y eso es lo jodido de todos estos avances de la ciencia. ¡Crea la desconfianza! Vamos a ser sinceros, ya no se sabrá si andas con una mujer o con una robocop plástica. Bueno, ellas pueden estar un poco más tranquilas, las trampas por la parte “menosculina” son pocas. Puede que una simple bombita o aquellas pastillitas azules que convierten en un caballo al más triste jamelgo. Como quiera que sea mucho ojo, es un sincero consejo, no se dejen engañar, exijan un certificado médico donde haga constar que nunca fueron operadas. ¡Qué clase de lío para empatarse con una jeva! Por eso me gustaban las de Cuba, no las cubanas de la yuma que pueden ser protagonistas de estos fraudes. Las de allá son especiales, nada de latex, nada de algodón, nada de blumers, nada de ajustadores, todo a capella, como Dios las trajo al mundo. ¿Saben una cosa? Se me antoja que así mismo es la revolución, deja que le quiten la trusa de latex. ¡Ñoo, se me subió el gusano! Esteban Casañas Lostal Montreal.. Canadá 2004-08-28
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