EL BARBIQUIÚ por Esteban Casañas Lostal El apóstol perfecto, siempre me le quedo mirando para encontrarle un defecto. He pensado buscarle alguna pincha, no sé, alquilarlo como doble para cualquier película histórica. Si lo montas en un caballo blanco vestido de negro es el apóstol, la misma frente, el bigotico, la estatura. Solo le falta la chispita de vellos debajo del labio inferior, pero eso se puede resolver fácil. No bebe ginebra, en éste detalle se diferencia un poco, pero Braulio bebe de todo, cualquier cosa, y eso que ahora se ha ido refinando un poco. Cuando andaba solo era un coliflor, y en esto se parece también al apóstol, pero con un poco de menos suerte. Había que observarlo en cualquier fiesta con los coles afuera y disparando pa’ todos lados, era un peligro mi socio. Se le desorbitaban los ojos, se ponía esquizofrénico, mucho más grave cuando tenía par de palos en la cabeza, se los juro, era necesario caminar de culo pa’la pared. No era mala gente, no lo es, solo hay que agarrarle la vuelta, después que lo comprendes le tomas afecto. Ese día me llamó para avisar que pasaría por la casa a conversar un ratico. Yo andaba un poco cabrón, se me disparaba constantemente el fusible de la cocina y la mitad de la casa estaba sin luz, así me encontró. Por suerte Braulio sabe de electricidad y me cayó del cielo, un rato después todo estaba arreglado y el día estaba maravilloso, no se cumplía el pronóstico anunciado por el canal meteorológico. -¡Asere! Vamos a celebrar esto.- Le dije por cumplido, pero con él no se podía andar con jueguitos, enseguida me agarró la palabra. -¿Qué hacemos?- La cafetera dejaba escapar ese delicioso aroma, luego mi mujer le aplicó vapor y una espuma ámbar subía del interior de la jarrita. -No sé, vamos en el carro a buscar una botella de Absolut.- Ya había comprobado las bondades de ese vodka, al día siguiente no era necesario matar al ratón. Mi mujer abrió la puerta del congelador y sacó varios paquetes de carne recién guardadas, estaban adobadas. -¡Oye, no saques nada!- Intervino la mujer de Braulio. –Nosotros almorzamos hace solo un rato.- -Poco los conoces, cuando comiencen a beber se les abre las tripas y quieren pellizcar algo. No te preocupes, esto es lo que quedó del barbiquiú que hicimos anoche.- Fue colocando sobre la meseta de la cocina paquetes de costillas, chuletas, alitas picantes, pinchitos de carne, alitas sin picantes para el nieto, chorizos. Completó con una estiba de platos y cubiertos desechables. Me vestí y partí con Braulio, nos acompañaba mi yerno. Yo me bajé en el licor storage, mi yerno entró al mercado para comprar jugo de naranjas y Braulio continuó en busca de lugar donde parquear. El día estaba hermoso, no había calor y yo andaba en pullover, mi hija y su marido con sweters, venían del calor de Miami y la temperatura era de 17 grados Celsius, baja para ellos. Mientras encendía el barbiquiú y nos preparábamos un traguito de destornillador, se acercó al depósito donde pongo alimento a las aves un bello ejemplar de Blue Jay. Todos guardamos silencio para no espantarlo, hemos adquirido esa cultura, es muy corto este tiempo durante el cual nos visitan las aves, tratamos de vivirlo en armonía con ellos. -Si fuera en el “patio” no llegaba así de jamón a comer.- Dijo Braulio rompiendo aquel involuntario silencio. -¡Qué va a llegar! Enseguida le sale un fiñe con un tirapiedras y lo jode.- Intervino su mujer. -Y solo por gusto, por matarlo.- Agregó mi yerno. -La cantidad de aves que me comí cuando la alfabetización, ni se lo imaginan, hasta Tocororos.- No mentí. -Es otra cultura, una cultura depredadora. ¡Mira ahora a tu nieto! Desde que nació está viendo como alimentas a las aves.- Dijo la mujer de Braulio. -Es verdad, y no solo eso, ¿a quién se le ocurriría comerse un pajarito tan lindo?- Fue mi mujer. -¿A quién? A un millón de gente, no te imaginas a un hermano mío sentado en la puerta del patio de su casa con una escopeta de municiones. No había pájaro que se le resistiera.- Le respondí. -Es un crimen, pero solo ahora nos damos cuenta de ello.- Concluyó Braulio y el blue jay emprendió su vuelo, mucho después que el nuestro hacia esa isla tan distante y melancólica de la que un día huimos. No podíamos desprendernos de ella, nos perseguía implacablemente, hería con su recuerdo y se hacía presente en cada emboscada que nos tendía. Nada tenía que ver con ella y en todo se metía, el paisaje era distinto, a solo unos metros de nosotros un árbol de cerezas florecido. Pocos días después estará adornado de puntos rojos, será el manjar de muchas aves que nos visitan cada año. Otro poco más lejos un manzano florecido, un peral, y a nuestra espalda un gigantesco Maple donde anida una ardilla. -¡Asere! ¿De dónde sacaste esa carne tan linda?- Me preguntó Braulio. -¡Men! El chama tiene un socio que trabaja en el matadero y puede comprarla por cajas a precio mayorista. Ni te imaginas la cantidad de costillas o chuletas que caben en esas cajas.- -¡Consorte! Hay que cuadrar la caja con el socio del chama para cuando organicemos un barbiquiú.- -No hay líos, solo se le debe avisar con tiempo e ir a buscarla, porque él hace poco que llegó del patio y no tiene carro.- Mi nieto se deslizaba por la canal, al llegar abajo iba hasta una mesita en miniatura dispuesta para él y tomaba un hollejo de mandarina de un platico. Luego repetía el mismo recorrido o cambiaba su rumbo hasta el cachumbambé, daba dos o tres saltos cantando aquella centenaria pieza en una rara mezcla de español y francés. -¡Men! Si la gente de allá chocara de frente con esta cantidad de carne les da un infarto.- -¡Coño mi socio! No vamos a comenzar a sufrir.- -¡Es verdad asere! Yo quisiera que vieras como está la rumba por allá.- -No te lo digo por eso, es que siempre caemos allá sin darnos cuenta.- -Eso es inevitable, ¿cuántos años llevas sin ir?- Me preguntó el yerno. -Catorce, y no pienso regresar hasta que aquello no cambie.- -¡Mira! Te voy a contar un poco, tú sabes que el año pasado fui a ver a mi vieja.- -Me imagino el shock.- -Te quedas corto, el shock de ambos fue duro, para mí lo fue peor.- -¡Claro! Ya te has adaptado a la vida de aquí.- -Eso es lo de menos, imagínate, un hermano mío no quiso que fuera a visitarlo para no ensuciarse, ya sabes, es comecandela.- -¡Coño Braulio! Pero ese es un idiota, ya la gente se ha ido destapando.- -¡Sí, pero quedan comemierdas! Mi hermano es uno de ellos, pero bueno, fui a visitar a otro que tiene categoría de dirigente. ¡Qué pudiera contarte! Me dio tanta lástima.- -Flaco, no hace falta llegar hasta allá para darte cuenta de eso. ¿No te acuerdas de mi suegra? ¡Pobrecita! Se pasaba seis meses aquí cargando las baterías, total, se le descargaban al mes de regresar. Recuerdo aquella vez que hicimos el barbiquiú en el patio de tu casa, ¿te acuerdas? La pobre, me dice muy contenta; << Ahora cuando vaya tengo ahorrado los pesitos del retiro.>> ¿Qué tienes Dora? Solo un rollito de papel sanitario, no te sirve para nada. Pero quién la sacaba de aquel bache, era lo suyo y vivía aferrada a eso.- -¡Pregúntale a mi mujer! Tú sabes que mi gente es de Remanganagua, esa gente está verde aún. ¡Mira muchacho! Resulta que al tipo le entregaron una casa grande porque es administrador de un taller. ¡Compadre! La casa es inmensa, pero no tiene nada adentro. Ni te imaginas cuando te digo que aquello estaba vacío, ni para sentarse mi hermano.- -Ni refrigerador, ni televisor, ninguna comodidad. ¡Ah! Y lo más deprimente, en el patio tenía un puerco amarrado con una cadena y un candado para que no se lo robaran.- Agregó la mujer de Braulio. -¿Con una cadena? ¡Coño, apretó!- Exclamé con asombro. -¡Si, asere! Así mismo, un puerco amarrado con cadenas. Yo quisiera que vieras el orgullo que sentía al mostrármelo. Dice que lo tenía reservado para los quince de su hija.- Retomó Braulio la conversación. -Pero esas son las cabronas cosas que no entiendo de nuestra gente. ¡Coño! Se están muriendo de hambre y tienen esos mojones de los quince metidos en la cabeza. ¡Ahí los tienes! Soportando esa hambre para tirar la casa por la ventana en un solo día y luego continuar peor.- -¡Consorte! ¿Quién rayos le saca esas cosas de la cabeza? Pa’no cansarte, le digo a mi hermano de ir a buscar unas cervezas porque no tenía donde carajo amarrar la chiva. Cuando vamos por la calle se cruza con un socio y le dice; << Te presento a mi hermano, el de La Habana.>> ¡Asere! Aquello me jodió, te lo juro que me dolió. Mi hermano tenía miedo decir que yo era de Canadá. << Tú sabes como es eso mi hermano, no se puede decir la verdad para evitar problemas.>> Agregó como justificación.- -Es del carajo vivir así, no me lo puedo explicar.- -Pero eso no es nada, le lavaron el cerebro, lo llenaron de mierdas. ¡Eso sí! La mujer no está en ná, ella no se traga aquello y cuando el hermano decía algo, ella nos hacía una seña.- Intervino la mujer de Braulio. -Pero no saltes, déjame terminar el cuento de los laguers. Resulta que vamos a la única tiendecita de aquel pueblecito donde venden con dólares y compro las cervezas. Cuando le doy una a mi hermano no sabía como abrirla; << Te lo juro mi hermano, yo nunca he tomado cerveza de latica.>> Tuve que enseñarlo, pero ahí no termina todo, cuando íbamos de regreso nos cruzamos con otro socio y él le brindó un buche de su latica al gallo. El tipo pegó su bemba de la latica de mi hermano y parece que tampoco había tomado cerveza en latica, aquello fue una novedad.- -Eso me recuerda a una vez que había alquilado un camión para transportar los muebles desde Nuevitas hasta La Habana. Los fiñes del edificio me ayudaron a descargar y al finalizar le regalé a cada uno una latica de CocaCola, les sucedió lo mismo. Pero bueno, eso hace una pila de años.- -Sí, pero esto que te cuento ocurrió el año pasado. ¡Ahí no quedó la cosa!- En eso sube mucho la voz y le hago señas, a mí me parece que el flaco padece de hipoacusia. -¡Asere no me cortes!- -¡No te corto coño! El asunto es que hemos hecho dos barbiquiú y las dos veces nos han llamado a la policía.- -¿Pero tenían música?- -¡No consorte! La primera vez la pusimos bajita, pero cuando ellos llegaron hacía rato que estaba apagada.- -¿Y quienes piensas tú que los llamaron?- -No sé, pueden ser lo vecinos de al lado. Tú sabes como son esta gente de amargados. Pero eso no es nada, resulta que llegan los mismos policías del año pasado y le dicen a mi hijo que la grabadora era un poco más grande que la anterior.- -¡Coño, qué memoria!- -Sí, pero ayer nos volvieron a llamar a la policía nuevamente. Era el cumpleaños de mi hijo y llegaron como veinte invitados, ya sabes como son los cubanos hablando.- -¡Hummm! Hay que tener cuidado entonces para evitar la multa.- -¿Dónde nos quedamos?- -En el puerco amarrado con las cadenas.- Intervino mi hija. -Yo creo que iban por las laticas de cerveza.- Fue mi yerno que ahora se dedicaba a asar las carnes en el barbiquiú. -¡Consorte, no continúes! Voy a traer una mini grabadora para guardar toda esta historia, me interesa escribirla.- -Bueno, mándate a correr y yo te espero, voy a llenar los vasos de nuevo.- Aproveché para buscar un cigarro de paso. Rebobiné el casetito y le puse rec, acomodé aquella miniatura en la mesa y dejé que cada cual se despachara, es increíble el alcance de su micrófono, solo la uso para ésto. -Cuando quieras mi socio.- Le dije mientras bebía un poco de mi trago. -¿Cuándo quiera qué?- Daba la impresión de estar enojado, pero nada de eso me inquietaba, solo me preocupaba el volumen de la voz. -¡Ambia, que continúes con la historia!- -¡Ahhh! No se puede estar comiendo tanto miedo. ¡Asere! Si quieren llamar a la policía que lo hagan, tantos años aguantando allá pa’que ahora vengan a jodernos cuatro viejos amargados.- -No te calientes la cabeza y sigue, te quedaste en la latica de cerveza.- -¡No me vaciles coño!- -No te pongas difícil, hoy estás belicoso. Enana, ¿qué le diste anoche?- -No sé, está acelerado.- Me respondió su mujer. -Es increíble, ese tipo es revolucionario compadre, yo que pensaba que se habían extinguido. ¡Pa’qué contarte! Tú sabes que cuando uno está fuera de fonda la curda acaba contigo, te ennotas en ná, con dos palos vas echando pal piso. ¡Te lo juro Esteban! Me dio lástima ver a mi hermano en esas condiciones, como un idiota, un loco, un comemierda, quién sabe. De buenas a primera veo que hay varios socios de él metidos en la casa y no me puse bravo, eran sus socios, pero yo era el que estaba pagando.- Hizo una pausa para darse un trago. -Asere, pero no quedamos que no había donde sentarse.- -En el piso, sobre cajas vacías, donde quiera. El cuento es que después que mi hermano se sonó unos laguers ya estaba del lado de allá. ¡Si vieras aquello! No era mi hermano, era Fidel Castro borracho el que tenía frente a mí, se le montó completo el santo de Fidel.- El flaco comienza de nuevo a subir el volumen y me ponía nervioso. –Y comienza a hablar y me dice; << Porque a ese hombre yo lo respeto, ese hombre si ha hecho por el mundo, la liberación, por los niños. Yo pongo mi pecho para que me fusilen y salvar su vida.- Por poco me orino de la risa y tuve que contenerme, no deseaba enojar al flaco. -Asere, no se habrá vuelto loco tu hermano.- Ahora eran las mujeres las que atendían al barbiquiú y mi yerno no se desprendía de nosotros, me imagino que pensaba estar entre locos. -Esto no es fácil men, yo me quedé traumatizado, yo me quedé mal. No me gustó, no me gustó verlo así, un muchacho tan inteligente. ¡Compadre! Que mi hermano es ingeniero y ahora parece un anormal, no sé qué rayos le metieron en el cerebro.-Mi hija se acercó con un platillo cargado de alitas picantes. -Debe causar mala impresión ver a gente con ese absurdo comportamiento, pero es traumático cuando le sucede a alguien tan cercano como un hermano. No los entiendo, esos infelices no han visto nada, se hunden cada día más en la mierda y siguen defendiendo aquello.- -¿Y la mujer?- -La mujer no, la mujer no, ella es profesora y no entiende nada de esto. Él es quien está loco, cualquier momento le dan una patada por el culo y lo botan. Muy buena gente, muy inteligente, muy trabajador, pero no tiene donde sentarse, allí había que estar parado todo el tiempo. Y el puerco de mierda amarrado con una cadena, eso era todo lo que tenía mi hermano, y yo quisiera que oyeras con el orgullo que hablaba de su puerco. ¡Coño! Te hablo de un ingeniero.- Esta vez lo dijo gritando y me asusté, ya veía a la policía entrando por el patio. -¡De madre flaco! Yo no quiero ver eso.- -¡No sabes ná! Dice que el sindicato le iba a prestar un salón del trabajo para que celebrara los quince. ¡Ya tú sabes! La familia le regaló algo, no mucho, allí todos están necesitados. El que pudo le regaló cien pesos, ¿pero eso qué es Esteban? ¡Nada compadre! ¡Ahhh, eso sí! Allí estaba yo pa’ resolverle unos fulas pa’ los quince de la sobrina. El mismo que él tenía miedo presentar como de Canadá, me dio mucha lástima verlo destruido. Después me dice que el Partido le iba a resolver una pipa de cerveza, pero yo quisieras que probaras aquello, no me lo pude tomar, huele a mierda.- -¿A mierda?- Pregunté asombrado porque yo había tomado mucha cerveza de pipa. -¡A mierda compadre!- Respondió la mujer de Braulio alzando la voz sin darse cuenta. -No te la puedes tomar, es agria, apestosa. ¡Mira que yo tengo buena boca! Te lo juro que no le pude entrar. Pero bueno, le agarré tanta lástima que le dejé unos fulas para la fiesta donde yo no iba a participar, al mismo hermano que tenía miedo decir que yo vivía en Canadá. ¡Asere! ¿Dónde puedo comprar cerveza?- -Flaco para qué, la botella no está por la mitad.- -¡Consorte! Están picando estas alitas de pollo, hace falta algo para refrescar.- -¡No jodas compadre! Apaga con esto.- -¿Dónde hay un Depaneur?- -A media cuadra de aquí.- -Ahora regreso.- Pocos minutos después llegó un amigo preguntando por mi hijo, llegó en un flamante Jaguar. -¡Wow! Te echaste tremendo cohete.- Le dije asombrado. -Me eché de qué, es alquilado.- -¡Coño! Pero me imagino que los puedes alquilar más barato.- -¡Sí, los hay! Pero yo pedí un BMW y no lo tenían disponible en ese momento.- -¿Y eso para qué?- -Por nada Esteban, para darme el gusto que siempre estuvo vedado.- El chamaco se fue y luego lo comprendí. Minutos más tarde llegaba de nuevo la policía. -¿Y ahora por qué? Somos cuatro gatos, son las cinco de la tarde, no hay música.- -¿De dónde son ustedes?- -Somos cubanos.- -Puede que hablen en voz alta.- Luego del chequeo visual de rutina se retiraron. Segundos después el flaco entraba con la cerveza y me repitió la historia del puerco amarrado con una cadena, y que no había dónde sentarse, y que el hermano no tenía televisor, ni refrigerador, y que celebraron los quince de su sobrina gracias a los fulas dejados. Yo tenía un trago preparado y aún así me abrió una cerveza para aliviar el picante de las alitas de pollo. La olí involuntariamente, no olía a mierda. -¿No te conté que cocinaron?-Preguntó el flaco mientras se empinaba una cerveza. -No, no me dijiste nada de eso.- -¡Pobrecitos! Lo hicieron con toda la voluntad y alegría del mundo, pero no me la pude meter.- -¿Y qué cocinaron flaco?- -¡Asere, ni sé! Yo creo que barrieron con todo lo que les quedaba y lo metieron en aquel caldero, nada, para cagarse. Yo no pude comer aquello.- -Ni yo tampoco.- Agregó la mujer de Braulio. -Pero, ¿qué coño era?- -Ni te lo puedes imaginar, un sancocho que se jamaron los socios con tremendo gusto, la jeva de mi hermano sonó en el mismo caldero un arroz amarillo que tenía medio preparado con unos pedaciticos de pollo apenas visibles, y los mezcló con frijoles negros.- -¡Pobrecitos!- -¿Pobrecitos? Por su aspecto era comida de puercos, pero me conmovió mucho aquella acción, sentí tremenda pena por ellos. -No digo yo flaco, es lo único que tienen y te lo brindan de corazón.- El flaco era ahora más parecido al apóstol, pero había cambiado el caballo blanco por un carro gris metálico. Su pareja no era de Guatemala, era de Guanabacoa, y no podía andar en muchas jodederas con aquella blanca que se mandaba mal, las posibilidades de morir de amor eran remotas. Creo que lo puedo contratar como doble en una filmación histórica, no creo que esto ocurra, gustan más las filmaciones eróticas. FIN Esteban Casañas Lostal Montreal..Canadá 2004-05-24
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