«FELIZ AÑO NUEVO» Por Esteban Casañas Lostal. ¿Felicidad? A veces se oye tan ridícula esa palabra que es preferible no mencionarla. Creo que expresársela a un cubano de la isla por teléfono sería la última ironía usada en el año que termina. Es sabido que la felicidad nunca es total y nos aferramos a un rayito que nos llegue de ella, y nos mostramos felices, creemos que en realidad lo somos, y ocultamos con esa férrea máscara toda la amargura que vamos acumulando en el alma. ¡Tomemos el teléfono! Digámosle a cualquiera de nuestros amigos o parientes en la isla esas palabras que cada año repetimos; ¡Feliz Año Nuevo! ¿Año Nuevo? Correrá como un relámpago por su mente una sola idea, aquí todo ha envejecido, él solo necesita una leve mirada al panorama que lo rodea. ¿Y tú? Bueno, es probable que la vayas olvidando con el paso del tiempo. ¡Feliz Año Nuevo! Cruzará miles o millones de veces el espacio hasta el satélite, de un lado se oirá con entusiasmo, tal vez la mirada fija en el arbolito de Navidad que no quitamos después del 25 de Diciembre, para nosotros continuará siendo el 6 de Enero el día de Reyes. Del otro lado de ese espacio se oirá como un leve susurro, como algo anacrónico. ¡Feliz Año Nuevo! Tendrás más dificultades para vivir, comprar, cocinar, andar, reír, decir, y dormirás con la latente incertidumbre de que un día seas aplastado por tu techo. Puede que sea la mejor solución a todas tus desgracias, piensas mientras te felicito, pero no dejo de hacerlo, es una tradición. ¡Feliz Año Nuevo! Pero nunca regresarás a tu tierra, no porque te falten los deseos, nunca te acostumbrarás a vivir en ella de nuevo. Trabajas como un animal doble jornadas para ayudarnos, te agotas con el paso del tiempo y no lo deseamos. Pero vives, nadie te tiene que regular lo que compras con una libreta de racionamiento. Comes diariamente y hasta se te han pegado algunas mañas cuando vas al mercado, te detienes a leer las calorías, proteínas, y el colesterol. ¡Ay carajo! Como cambian los tiempos, ya te olvidaste de todas aquellas latas vencidas que nos comimos, de los chicarrones de pellejos de pollo, porque de ellos nos comíamos hasta el último suspiro. Andas y nadie te detiene, ningún policía se preocupa en saber que llevas dentro de una jabita de yute, no andan a pie, ni en parejas o tríos, te asustarás cuando veas a tantos, como si siempre viviéramos en pie de guerra. Ríes a bemba suelta, lo haces por cualquier gracia, hasta por una burla que le hicieron al Presidente, y ríes en voz alta, y lo comentas sin temor a que te lleven preso. Duermes tranquilo en un apartamento que no es tuyo, o en una casa que dices es de tu propiedad y debes pagarla durante 20 años, tal vez los que no vivas, pero quedará para tus hijos o nietos, hasta para el gato o el perro si los incluiste en el testamento. Pienso todo esto mientras me felicitas, pero no dejo de hacerlo, es una tradición. ¡Feliz Año Nuevo! ¿Una predicción? Piensas. ¿Una maldición? Pienso, pero no dejamos de decírnosla para mantener la tradición. ¿Felicidad? Con todo esto que hoy vemos, cuando no podemos llegar a ponernos de acuerdo, cuando los abismos existentes se hacen más profundos, cuando en realidad no sabemos lo que queremos, cuando hemos perdido la vergüenza y nadie quiere asumir la responsabilidad por eso que tú ves ahora que hablas por este teléfono, imágenes que se me van borrando del cerebro. ¡Feliz Año Nuevo! Te repito, me repites. Debo colgar, aunque vivimos tan cerca el precio del minuto multiplica al de una llamada a China. Hasta los satélites viven de nuestro dolor, no te lo digo para evitarte una herida, pero con esa platica resuelves quizás una comida. ¡Feliz Año Nuevo! Te lo digo con un nudo en la garganta, tengo deseos de abrazarte de nuevo, me resultan una pesadilla estas palabras, pero digámosla para conservar la tradición. ¡Ojalá que un día nazca el hombre nuevo! Aún así les deseo un Feliz Año Nuevo. FIN Esteban Casañas Lostal Montreal.. Canada 2003-12-30
|