SOCIALISMO, HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPAREPor Esteban Casañas Lostal Haber conocido directamente casi todo el desaparecido Campo Socialista, me brindó esa maravillosa oportunidad vedada a millones de cubanos en ese largo y angustioso encierro. Muy pronto se reafirmó mi convicción de que yo no simpatizaba con ese régimen, aunque luego me viera obligado como buen cubano a vivir con una máscara. Llegó el momento en el cual me pesaba tanto cargarla, no solo en el rostro, créanme que ese peso se multiplica infinidad de veces cuando se lleva en el alma, que solito, sin que nadie me invitara (entiéndase propaganda enemiga), me desprendí de ella y heme aquí, un hombre libre en todo el sentido de la palabra. Tuve que pagar un precio muy caro, el mismo de todos los que me antecedieron en ese paso, valió la pena y no me arrepiento. Yo fui de aquellos primeros muchachos soñadores, creo que lo he manifestado en varias oportunidades, de aquella generación hoy aferrada a su miedo y renuente a reconocer su fracaso. Sin temor a equivocarme diría que pertenecí a aquella generación, cuyos méritos la harán acreedora de la trompetilla más sonora que se haya producido en nuestra historia. No cabe dudas de ello y su condena viajará por decenas de años, y si quedara algún sobreviviente (cosa que dudo en extremo, porque aunque nos digan lo contrario y exhiban a pelotones de viejitos marchando, los que he conocido de mi generación se ponen el traje de palo alrededor de los cincuenta años). Bueno, si quedara alguno vivo para ver el final de la historia, dudo que tenga suficiente fuerza moral para abrir la boca, no importa si lo hace para comer o respirar. Viajando y viajando tuve eso que llaman “un privilegio”, conocí al mundo porque penetré en sus entrañas y no saben cuanto me alegro de ello. Conocí a la China de Mao, digo que es un privilegio porque hoy decenas de millones de chinos no la conocieron. Luego, conocí a la actual y cuando les hablo de esto, hago referencia a varios viajes con permanencia superiores al mes. Sentí verdadera compasión por los chinos de entonces, pero no solo eso, siempre me preocupaba el futuro de mi país, de mi gente. Conocí a la Corea de Kim Il Sung, luego visité a la del Kim Junior, créame, la compasión se triplicó comparada con la sentida por los chinos. Conocí a la Rumania de Ceausescu, señores, sentí en todo momento una terrible lástima por aquel pueblo. Me alegro profundamente no haber visitado Albania, no deseo narrarles las historias que me contaban mis compañeros sobre este país. En fin, no llegué hasta Hungría y Checoslovaquia por que los barcos no tienen ruedas, pero la lección recibida en el resto era convincente. Una Alemania separada de la otra, cuyas distancias eran de siglos y vivían en el mismo territorio. Una Unión Soviética con un pueblo sacrificado hasta la máxima expresión, no les hablaré de Polonia y Bulgaria, menos aún de Birmania que con descaro decía ser socialista, y no me canso de hablar de Cuba, que de socialista nunca ha tenido nada. Independientemente de sus desastrosas situaciones económicas, por favor, entiéndase que no soy economista y que como un ciudadano común, cometo el imperdonable error muy humano, de valorar esta situación a la hora de sentarme en la mesa de mi casa. Quiero resumir con ese simple detalle todo lo concerniente a la vida de un simple ciudadano y lo imprescindible para hacerle la vida al menos agradable. Un verdadero caos en todos esos territorios. Me convencí muy temprano de que no estaba en lo absoluto equivocado, yo era un gusano disfrazado por las circunstancias y que trataba de sobrevivir, pero llegué a esas conclusiones gracias a la oportunidad de poder establecer comparaciones, privilegio vedado a todos los cubanos de la isla. Nunca imaginé convertirme en un chino vestido uniformemente y colgando en el pecho una enorme medalla plástica con el rostro del camarada Mao, ni parado frente a un dazibao (creo que se escribe así) consumiendo las noticias que publicaba el partido comunista chino, y menos aún, detener mis actividades laborales para oír a un activista leyéndome constantemente las memorias de Mao. Nunca imaginé convertirme en un coreano al que en una fecha cualquiera, le dieran un par de zapatos frente a una enorme fotografía de Kim Il Sung, y que tuviera que mostrar mi agradecimiento con lágrimas frente a un cuadro inclinando el cuerpo en varias oportunidades. Nunca imaginé convertirme en un europeo o en el mejor de los casos antillano, doblegado por estas doctrinas donde el servilismo se convierta en un estadio del hombre como sucedió también en Rumania. Extrañamente condenada por el caudillo caribeño y luego abrazada en la medida que se derribaban los muros. Por todos esos pueblos sentí una pena profunda, en aquellos momentos nos encontrábamos muy por encima de sus niveles de vida porque éramos una pantalla, de la misma manera que lo fue Alemania en Europa. Lo que nunca llegué a imaginar era que, algún día sentiría esos mismos sentimientos por mi pueblo. No puedo ocultarlo, siento tremenda lástima y pena por ellos, siento una vergüenza sin medida por mi generación, no han dado muestra alguna que señale que me encuentro equivocado. Nunca imaginé tal grado de depauperación humana en mi tierra, donde el “hombre” y perdonen que me vea obligado a escribirlo entre comillas, firme como carnero su propia condena. Yo sé perfectamente que estas líneas herirán la susceptibilidad de muchos que hasta ahora, han realizado lo imposible en aras de esa tan ansiada libertad. Lo lamento profundamente, pero en muchas oportunidades lo he manifestado abiertamente, no confundo al pan con el vino. Todo en la vida tiene un precio y ese no es precisamente el de la sangre, se han perdido muchas oportunidades de decir que no y luego, bueno, luego en el seno de la familia y allegados tratamos de justificar nuestra acción. He leído en varias oportunidades que cada cual tiene lo que se merece, yo me merezco mi libertad porque por ella tuve que pagar mi precio. Donde quiera que uno viva debe pagar por ella, tal vez en Cuba no sea tan complicada como aparenta ser, porque a nadie le ponen un fusil en el pecho. Te niegas a firmar o participar y pierdes el derecho al bono de un refrigerador. Te niegas a firmar o participar y pierdes el derecho al bono de un televisor. Te niegas a firmar o participar y pierdes el derecho a obtener un apartamento. Te niegas a firmar o participar y tu hijo puede perder una beca. Te niegas a firmar o participar y te pueden calificar de indiferente. Te niegas a firmar o participar y no disfrutarás de un campismo brindado por la CTC. Te niegas a firmar o participar y puedes perder tu empleo. Te niegas a firmar o participar y te pueden convertir fácilmente en gusano. En fin, se puede uno privar de muchas cosas, sin embargo, me surge una sola pregunta; ¿Valen todas estas mierdas lo que verdaderamente vale la libertad? Indiscutiblemente la respuesta es un rotundo NO, ¿saben acaso los cubanos lo que es la libertad?, la respuesta es otro NO. Entonces señores, no me cabe la menor duda de que cuando un pueblo firma y renuncia a algo tan valioso como su libertad, por cosas tan insignificantes como las mencionadas, ese pueblo es digno de lástima. No nos avergoncemos por ello de la misma manera que otros pueblos no lo hicieron con sus coterráneos, esto es el socialismo, la aberración del ser humano como tal, tan así, que no es capaz de responder al llamado de su conciencia. Muchas veces me han criticado por ser de una línea fuerte a la hora de criticar estas situaciones, desde lejos, con palabras rebuscadas en diccionarios, muchos tratan de buscarle una justificación a una actitud que indudablemente será condenada por nuestra historia, tratan infructuosamente de buscar explicaciones absurdas. Esta acción justifica cada día más, aquella decisión tomada por dos millones de seres en abandonar la isla. Lástima también de que ese país sea una isla, estoy muy seguro de que esa cifra se multiplicaría, no existen palabras en el diccionario que justifiquen tal acción. Solo me viene a la mente una cosa, todo ser tiene lo que se merece y no existen medios para medir los parámetros entre el miedo y la cobardía. No quiero decir que los cubanos sean cobardes, una muestra de ello es que más de once mil firmaron por el Proyecto Varela. Solo trato de decir que el resto pudo no firmar por su propia condena. No hay que darle tantas vueltas al trompo, firmaron a favor de la continuidad del hambre, firmaron por la eternidad de una libreta de abastecimiento, firmaron por la destrucción y hundimiento de la isla, firmaron por la existencia de los CDR, FMC, PCC, UJC, CTC y todos esos órganos represivos dedicados al control absoluto de sus vidas. Firmaron por las pachangas de esas marchas locas y sin sentido, firmaron por la improductividad, firmaron por mantener dirigentes incapacitados como suprema burla a la inteligencia humana. Firmaron por un malecón lleno de jineteras, firmaron por inescrupulosos comerciantes que cada día usurpan todo el patrimonio de nuestra tierra. Firmaron para mantener a una clase gobernante que se da vida de millonarios cuando el pueblo pasa hambre. Firmaron por la división de nuestras familias, por el odio entre hermanos, por conducir a un país entero a la mendicidad, por conducir a un pueblo que solo mira al norte con la palma de la mano abierta esperando un dólar para poder sobrevivir. Firmaron por la continuidad de los mismos problemas repetidos hasta la saciedad desde hace 43 años. Después de firmar a favor de todo esto yo les preguntaría; ¿Qué esperan a cambio? Que se continúe mandando dinero muy bien sudado desde acá para mantener esa pachanga. Los tiempos van cambiando muchachos, y de la misma manera que las nuevas generaciones de cubanos no se sienten responsables por la destrucción de nuestro país. Las nuevas generaciones de cubano-americanos no se sienten comprometidos con ustedes, no tienen la obligación de mantener esas extravagancias por las que ustedes han firmado. No hay que darle tantas vueltas al trompo ni romperse la cabeza con justificaciones históricas, nadie es tan terco para dejar de comprender que una Constitución, no es un rollo de papel sanitario para uso de ningún gobernante. Si de algo no han carecido es de nivel escolar, ¿entonces?, ¿cómo pueden explicar esta burrada? Solo unas líneas para finalizar, si firmaron; ¡Jódanse! Porque todo tiene un precio en la vida. Esteban Casañas Lostal Montreal.. Canadá 2002-06-22
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