LAS CHIVITASPor Esteban Casañas (Cuento infantil para una situación de guerra) Allí permanecía sentado el abuelo desde hacía mucho tiempo, tiempo desconocido para él mismo, quizás meses, tal vez años, puede que hasta siglos. Su asiento o trono eran unos bloques de hormigón, y extrañamente no sentía incomodidad en mantener aquella postura durante ese tiempo perdido en su memoria. Disfrutaba siempre de la sombra ofrecida por el arco del portón que daba acceso al cementerio, increíblemente era la única construcción en pie a su alrededor, la propia verja se encontraba derrotada frente a la entrada, las cercas habían desparecido hacía mucho tiempo y de aquellas plantas sembradas junto a ella no quedaban ni los recuerdos. El panorama ante el alcance de su ya escasa visión era el mismo, frente a él podían observarse los restos de lo que fueran dos calles convergentes y moribundas ante la misma entrada del cementerio. Siempre se devanaba los sesos hurgando en la memoria, trataba infructuosamente de recordar el nombre de aquellas calles inexistentes, un día le sonaba muy familiar el nombre de Martí, otras, aparecía volátilmente el de Maceo pero los desechaba. Sabía que esos nombres fueron usados en muchos pueblos para nombrar a sus principales calles. A la derecha de su posición existía una pequeña elevación. En sus momentos de lucidez la asociaba a un tanque de agua pero finalmente desechaba esa idea, allí no quedaba vestigio alguno de aquel enorme tanque que inundaba con sus aguas su mente gastada o agotada en la búsqueda de tantos recuerdos. Vagamente movía la cabeza a la derecha y observaba unas sobrevivientes vigas de acero que denunciaban allí había existido un puente, en esporádicos momentos le llegaba un nombre muy raro, “El Puente del Ahorcado”, pero lo apartaba también por ser un nombre muy extravagante. Cuando la ventisca permanente amainaba y descansaban por horas los terribles remolinos de polvo y cenizas errantes por los siglos, el abuelo se levantaba y con dificultoso andar vagaba sobre los escombros de una de aquellas calles para observar. Otras veces ascendía por la ladera de aquel promontorio buscando huellas del tanque que caprichosamente aparecía ante su vista, al no encontrarlo continuaba hasta la cima ayudado de un bastón de madera muy duro, siempre pensaba que fuera de guayabo pero le costaba trabajo identificarlo. Luego allí, como si se encontrara en la cúspide del mundo, miraba con aquellos ojos medio cegatos todo su horizonte con la esperanza de poder hallar algo. Solo ruinas formando una extensa llanura hasta la bahía sin barcos, sin humo, sin vida, el silencio, la nada. Luego descendía fatigosamente en una maniobra que para él representaba otro largo trecho de su vida, de cuando en cuando se detenía y su vista se fijaba en aquel arco, podía ver unos números borrosos que señalaban una fecha, nunca pudo identificarlos, detrás todo era llano también, no habían tumbas ni osarios, no existían muertos solo lápidas y cruces reposando unas sobre otras. Sentado nuevamente esperaba como estaba acostumbrado, porque esa fue toda la vida de aquel viejo, esperar por algo. Siempre a la misma hora sonaba la alarma de ataque aéreo, el abuelo miraba en todas direcciones tratando de encontrar la fuente de aquel familiar sonido, nunca pudo descubrir bocina alguna o poste erecto que la sostuviera, no por ello dejaba de levantarse y dirigirse a su refugio como hizo toda su vida, pensaba casi siempre en el trayecto realizado con extraña inercia que aquello podía ser un sueño suyo, tal vez un reflejo condicionado por tantos años de ensayo esperando una guerra, pensaba, pero no podía encontrar tampoco la respuesta. Como por arte de magia aparecían niños de todas partes en busca del mismo refugio, criaturas a las que conocía desde tiempos imborrables, seres que no crecían, no envejecían, siempre vestidos con los mismos trapos y las huellas del churre adornando sus débiles cuerpos. Varones y hembras de la misma edad casi todos, de diferentes colores, no mayores de diez años cada uno pero viejos, niños adultos. Brotaban como el humo o el polvo que levantaban siempre los vientos, de la nada, unos del cementerio, otros del puente, algunos de la calle que conducía al antiguo matadero. Risueños, juguetones, alegres y armados con fusiles de palos rústicos como aquellos tiempos. Los niños acudían también al refugio antiaéreo en una mística e incomprensible marcha, empujados también por la costumbre de hacerlo. La caverna no se encontraba muy lejos del cementerio, solo a unos pasos de aquella invencible arcada que se mantenía virilmente parada a su entrada, serían tal vez unos cincuenta metros de distancia. Allí, donde esas dos calles con nombres extraños se besaban, existían unas pequeñas lomas que siempre fueron de una piedra de colores muy particulares, entre grises y verdes con vetas cobrizas y unas veces doradas como el oro. Nada precioso escondían aquellas rocas que eran dueñas de todo el territorio. El abuelo nunca se pudo explicar como lograron sembrar entre ellas árboles frutales y flores, la mente lo traicionaba. Todos tomaban su puesto dentro de aquel sagrado refugio, cada milímetro era respetuosamente repartido e inviolable, así fue siempre. Aquel ejército de infantes llegaba y se sentaba en silencio por varios minutos en espera tal vez del bombardeo que nunca ocurrió, es muy probable que solo en sus mentes acondicionadas. En ese silencio limitado quizás por segundos o siglos todos se miraban y nadie observaba algo anormal a lo visto el día o siglo anterior, nada variaba. Vencido ese sagrado momento surgían las infantiles carcajadas, unos liaban con papel rústico unos cigarrillos con yerbas extrañas, lo hacían con la maestría del más experto. El primero de ellos era ofrecido al abuelo que lo aceptaba con gusto, tomaban un tizón de una hoguera eterna y lo encendían. Después de una bocanada lo pasaban al otro y así fumaban todos, hembras y varones mientras esperaban con la vista puesta en el abuelo, hasta que el más atrevido rompía el silencio. - Abuelo, ¿cuál es el cuento de hoy?- Preguntó el más osado, mientras el viejo disfrutaba cada bocanada del cigarrillo que diariamente le ofrecieran en aquella alarma antiaérea. En ocasiones la mente se le quedaba en blanco y no sabía que responder, otras, se tomaba un largo tiempo, el tiempo incalculable por todos para rebuscar en la memoria. No sabía a ciencia cierta que les había narrado el día o año anterior y por ello pensaba. -Que nos hable nuevamente de las posadas.- Gritó uno desde el fondo de la cueva. - No sean pervertidos.- Contestó una chica rubia a solo unos metros de él. - Que cuente lo que le de la gana pero que hable, porque dentro de poco se acaba el tiempo de la alarma.- Aquellas palabras infantiles lograron que el abuelo volviera en sí y tuviera noción del tiempo, sabía perfectamente que si no se apuraba sus nietos se retirarían después de haber gastado un tiempo maravilloso, tiempo restante que tampoco sabía donde emplearían, pero su misión era esa y nada lo cambiaría, tenía que contar muchas cosas. - Hoy les hablaré de las chivas.- Dijo el viejo y se tomó su tiempo para iniciar la narración. -Coño abuelo ya nos hablaste de los chivas y chivatos una vez.- Gritó uno de los muchachos. - ¡Atención muchachos! Les hablé de los “chivas y chivatos’, pero esto no tiene nada que ver con las chivas, ahora me refiero a unos animales.- - Abuelo cada día es más difícil comprenderte.- Protestó uno de los niños sentados detrás de la fogata eterna. -Yo sé que a veces será casi imposible comprenderme pero les pido que se abstraigan por momentos. El idioma que usaba la gente de la tierra que les narro resultaba en oportunidades incomprensible para sus coterráneos, era en aquel entonces la nación de los eufemismos y metáforas. Sus pobladores crearon un sub-lenguaje que luego quedó arraigado a la lengua de la población, lo hicieron inocentemente para protegerse de los delatores y sin darse cuenta del daño que le causaban al idioma, al pasar los años hablaban una jerigonza apenas traducible para los propios nativos que habían abandonado el país.- Dijo a modo de justificación con algo de pena. -Bueno explícanos que es una chiva.- Reclamó un negrito sentado a su derecha. Aquellas pocas palabras puso en un terrible aprieto al abuelo, se vio obligado a realizar un supremo esfuerzo para tratar de recordar como era aquel animal que le llegó en momentos de lucidez a la memoria. Ante todos tomó un pedazo de carbón de la hoguera eterna y sobre el piso trató de dibujar un animal con dos cuernos, todos observaban cada trazo producido por sus nerviosos dedos. -¡Abuelo! Eso se parece a una vaca y de ella nos hablaste hace varias alarmas.- Dijo uno de los niños y todos aprobaron con su silencio, solo hablaban intercambiando miradas, esas eran las reglas del juego. -Bueno, supongamos que es parecida a la vaca, con dos cuernos, es mamífero y rumiante pero de menor tamaño. La vaca mugía ¡Muuuuú! Como les expliqué, sin embargo la chiva berreaba ¡Beeeeé! ¿Están de acuerdo con esas diferencias?- Preguntó antes de continuar. -¡Más o menos abuelo! Para el caso sirve igual, así que inicie su cuento.- Manifestó un desconocido y todos aprobaron con el silencio, eran las reglas del juego. Entonces el viejo tomó un poco del aire viciado antes de emprender ese largo recorrido casi diario de sus cuentos. -Hubo un país gobernado por un caballo muy caprichoso.......... - -¿Abuelo cómo coño un caballo puede gobernar un país?- No lo dejaron terminar la expresión y aquello comenzó a irritarlo. -Si no me interrumpen nuevamente seguiré el cuento, de lo contrario me sacan del hilo y pierdo la historia, les repito nuevamente que deben ser muy refinados en la interpretación del sentido figurado de las palabras, de lo contrario no comprenderán esas historias que les narro. -¡Caballeros no jodan más porque horita se acaba el tiempo de la alarma coño!- Protestó una chica y todos guardaron silencio. Ese tiempo fue aprovechado por el abuelo para registrar todo el archivo de su memoria y coordinar las ideas de lo que deseaba trasmitir. -Les cuento que aquella tierra era gobernada por un caballo muy caprichoso que nunca oyó consejo alguno, solo había estudiado Derecho sin ejercerlo y quiso demostrarle a su gente conocer todos los campos de la ciencia, algo sumamente imposible por la amplitud que estos abarcaban. Aún así y embriagado en su ego aquel caballo se metió en terrenos para él desconocidos hasta que un día le hablaron de las chivas.- Se tomó un tiempo para darle una bocanada al apestoso cigarrillo que los muchachos le habían preparado, luego de una mueca continuó. -Pues aquel caballo que detestaba todo lo que le rodeaba y fuera nacional, importó unas chivas y chivos de un país llamado Canadá. ¿Por qué lo hizo? Nadie lo sabe pero todos afirman que fue de buena fe. La gente dijo tiempo después que siempre hacía las cosas buscando el beneficio de su pueblo. Lo único incomprensible en aquella acción era que en el país del mencionado caballo siempre existieron chivas criollas que se procuraban el alimento, y eran buenas productoras de leche. El asunto es que aquel caballo gastó un enorme dineral importando aquellas mencionadas chivas de un país muy frío sin oír a nadie, menos podía oír en su sordera a los guajiros de su tierra. ¿Por qué lo hacía? Bueno, él manifestaba que era para abastecer de la leche que esas chivas producirían a los hospitales donde se encontraban niños que hacían rechazo a la leche materna y a la de vaca. Creo que es plausible esa idea del caballo, lo único criticable era que en ese país siempre habían existido chivas como les dije, mucho más económicas y capaces de alimentarse con trapos y papel, pero con las ubres repletas de leche a cualquier hora.- Aprovechó el silencio que ahora mantenían todos los muchachos para darle otra chupada al cigarrillo, hizo otra mueca y continuó. -Pues bien, en la época que les narro el caballo trajo en barco esas chivas de las que hablé y organizó tres granjas para su cría. Una de esas granjas se encontraba en una carretera que iba hasta un poblado llamado Aguacate y después de pasar San José de las Lajas. La otra granja la ubicó casi al frente del hospital infantil llamado en aquel entonces William Soler, no solo eso, construyó en su locura una especie de lago que luego fue invadido por las plantas, solo tuvo agua por unos días de aquel tiempo que les narro. La otra granja fue construida muy próximo a la zona del hospital también. Bueno, ya estaban localizadas las granjas y los chivos, la pregunta es; ¿quiénes atenderían a esos animales? Muy sencillo de responder en esa fecha de la que hablo. El caballo disponía de la voluntad y vida de cada ciudadano del país por él gobernado. Así un día, un grupo de muchachos que se desmovilizó del Servicio Militar Obligatorio, y después de haber permanecido seis mes en labores agrícolas para lograr la liberación del ejército, pero con aspiraciones de entrar en la marina mercante, fueron casi obligados por las circunstancias a marchar nuevamente al campo y serían ellos los encargado del cuidado de aquellos delicados chivos......- Paró nuevamente para tomar un aire en su narración, mientras reconocía que había dominado toda la audiencia, ellos continuaban en silencio esperando por el final de aquella historia. -Pues bien, después de importadas se dedicaron al cuidado de aquellas extremadamente delicadas y exóticas chivas por orden del caballo gobernante. Fue una larga inversión la que exigió aquel experimento. No puede negarse que los ejemplares importados eran sumamente bellos y superior en tamaño a los nacionales, sin embargo, el tamaño de las tetas de ellas no sobrepasaba al de las nacionales, como tampoco a la cantidad de leche que producían. Hay que destacar el complicado régimen alimenticio de aquellas chivitas canadienses. Podrán imaginarse que mientras las nacionales comían cualquier cosa, las chivas de Canadá eran algo burguesas. Hubo que dedicar campos para la siembra de una planta llamada “Conchita Azul”, otros para sembrar “Pangola”, otros para una enorme yerba llamada “Napier”, otros para maíz, otros para boniato y eso no era todo. Aquellas yerbas había que molerlas y mezclarlas con miel para que fueran comidas por esos aristocráticos chivos extranjeros. Allí no termina esa comedia mis niños........ Aquellos chivitos no podían mojarse y por tal motivo había que tener una constante vigilancia sobre ellos. Si había calor se tenían que pelar y eso requería los servicios de una persona especializada, con frecuencia se invadían de parásitos que tenía que ser combatida con extracto de nicotina. Bueno, para qué contarle la historia de unos simples animales, en fin, tengo que contarles algo como hago todos los días para pasar este tiempo encerrado en el refugio.- Se detuvo nuevamente para darle una chupada al cigarrillo, con los dedos lo giraba y observaba las letras del papel que servía de envoltura, solo alcanzaba a leer dos o tres letras y trataba de adivinar una palabra aunque nunca lo había logrado, todo eso lo realizaba ante la mirada paciente de todos aquellos niños que lo llamaban abuelo, cuando despertaba y se daba cuenta que decenas de vista se posaban en él, trataba de hilvanar la conversación. No fueron pocas las veces en las cuales los mismos muchachos lo corregían, él no se enojaba, el abuelo nunca se mostró de mal humor, solo fumaba. -Pues al caballo se le ocurrió la idea de reproducir en grandes cantidades aquellas chivas, ¿cómo lograrlo?, eso se lo preguntarán todos ustedes que son unos infantes, pero él era la máxima expresión del conocimiento humano de entonces, en aquellos tiempos que les narro ningún poblador tenía el poder de pensar como él. El caballo fue un superdotado por Dios y como tal aceptado, entonces dijo: << Voy a aplicar la inseminación artificial y con el semen de un ejemplar preño a unas quince chivas tal vez>>. En eso se tomó su acostumbrado tiempo para fumar. -Abuelo, ¿qué quiere decir inseminación?- Preguntó una hermosa muchachita, el viejo hizo un recorrido visual por toda la cueva y observó que los ojos estaban dirigidos a su persona en espera de una respuesta. -¿Cómo podré explicarles?- Se preguntó él mismo. – Ya sé, imagínense que con el semen de un varón puedan inseminar a varias hembras.- Concluyó. -Muy bien abuelo, pero el caso es que no sabemos que es inseminar y menos aún lo que significa la palabra semen.- Protestó la misma muchacha. Reinó nuevamente el silencio acostumbrado para darle tiempo al abuelo a pensar. Luego con la maestría de un inseminador conocedor de su oficio, les explicó con lujo de detalles cada paso a seguir para obtener el semen del semental elegido y la posterior inseminación de cada chivita. -¡Coño! Pero ese caballo que usted menciona era un degenerado, mira que prohibir también que las chivas templaran con los chivos.- Gritó asombrada la misma rubia mientras los otros chicos continuaban presa de la atención por aquella narración. -Si algún día logran ser mayores comprenderán con más facilidad estas cosas.- Les dijo el viejo para calmarlos. -¿y ahí termina todo?- Preguntó un negrito al que no se le podía adivinar el churre del cuerpo. - No, fíjense que a los chivitos recién nacidos los alimentaban con leche de vaca para utilizar aquella escasa cantidad para los niños, hay que agregar que todo chivo que naciera con defectos lo convertían en “chilindrón”. Hizo una parada intencional esperando por las normales preguntas.- - Abuelo, ¿qué carajo es chilindrón?- Preguntó otro desde el fondo de la cueva.- - Era un plato confeccionado a base de chivo y muy frecuente en aquella granja. En ocasiones a esos chivitos que nacían con defectos, o no reunían todas las características de pertenecer a una raza pura se les perdonaba la vida y se usaban como celadores.- Aquí también hizo otra parada, él conocía muy bien a su público. - Abuelo disculpe que lo joda tanto, pudiera explicar también eso de los celadores.- Dijo la misma rubia.- -Claro que les explico! Aquellos chivos flacos que no servían como sementales unas veces eran usados como celadores, para ello se les realizaba una operación con el fin de desviarle lo que ustedes conocen como “pene”. ¿Cuál era la función de ellos? Detectar a las chivas que se encontraban en celo y que eran las aptas para realizarles la inseminación, esos chivitos con el órgano desviado eran soltados en los campos donde pastaban las hembras, y cuando detectaban alguna en celo se les montaban pero no podían realizar la penetración porque el pene salía para uno de sus lados, en esos momentos los trabajadores separaban a la chiva en cuestión para que fuera sometida a la inseminación.- - Perverso eso de no dejar templar a los chivitos.- Exclamó uno de los niñitos bastante indignado. - Bueno, si algún día logran llegar a ser mayores comprenderán todo esto.- Le contestó el viejo. - En fin abuelo, ¿de qué sirvió toda aquella mierda de las chiverías, resolvió el problema de la leche de los niños?- Preguntó nuevamente el negrito. - Como bien dices todo fue una mierda, ni los chivitos tomaron leche de chiva, menos aún los niñitos a los cuales se las retiraban a los siete años y tampoco los terneritos.- - ¿Entonces todo fue un fracaso?- Preguntó uno achinadito. - Si, aquello también fracasó.- Contestó el viejo. - Pero es que todo lo que nos haz contado fueron condenados al fracaso.- Expresó la insistente rubia. - No todo, tengo que rebuscar muy fuerte en la memoria para obtener los logros que obtuvieron en esos tiempos narrados.- - ¿Y qué fue de la vida del caballo entonces?- - Nada, siguió con sus locuras, un día se le ocurría sembrar café en cualquier lugar, otro día sembraba caña, otro llenaba el país de represas que se secaban, otros gastaba mucho dinero construyendo refugios como estos esperando por una guerra, y así se pasó la vida, de locura en locura hasta que arruinó a su país.- - ¡Carajo! Pero ese tipo estaba loco.- Dijo el negrito. - Y no es para juego porque así le decía el pueblo. Bueno muchachos, antes de que suene la alarma para retirar el estado de alerta y como es costumbre, ¿cuál es la moraleja para el cuento de hoy? Hubo un corto silencio después de las palabras del abuelo mientras todos pensaban, la insistente rubia se paró. - Abuelo la moraleja para este cuento es; “Que no se puede vivir en un país donde gobierne un caballo tan hijoputa”.- Todos aplaudieron aquellas sinceras palabras expresadas por la linda muchachita, terminadas éstas sonó la alarma de retirada sin que sucediera ningún bombardeo, cada niño se colgó al hombro sus fusiles de palos y salían del refugio después de saludar al abuelo. Afuera soplaba la ventisca y flotaban remolinos de polvo y cenizas, todos desaparecían a los pocos metros de la salida, unos en busca de las calles convergentes, otros doblaban a la izquierda en busca del puente con extravagante nombre, unos a la derecha en dirección al matadero, todos se perdían antes de que el abuelo ayudado por aquel bastón de duro madero que no recordaba fuera de guayabo, se dirigiera a lentísimos pasos hasta la única construcción en pie, siempre miraba hacia arriba para tratar de descubrir los números que tenía gravados, la ventisca le nublaba los ojos casi ciegos, luego se sentaba. FIN Esteban Casañas Lostal Montreal..Canadá 2001-10-19
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