"LA MUERTE DEL SECRETARIO DEL PARTIDO"

por Esteban Casañas


Después de los incidentes producidos durante el primer viaje a Europa y cargados de mercancías para Angola, emprendimos el viaje de regreso; es muy fácil resumirlo en unas líneas pero habían pasado más de tres meses desde nuestra salida de Luanda.

Este tiempo fue suficiente para conocer a la tripulación, ésta, había navegado bajo el mando de la oficialidad portuguesa, y puedo afirmar que eran muy buenos marinos, se caracterizaban sobretodo por la discreción, nunca se me acercó alguno de ellos con una delación sobre otro compañero de trabajo.

Todos regresaban cargados de artículos de primera necesidad para sus familias, yo le había aconsejado al Político angolano, que se comprara un auto de uso antes de que las leyes cubanas fueran copiadas por sus jefes. Weber que así se llamaba, prestó atención a mis consejos y se compró en Holanda un VW, este muchacho era una magnifica persona y su puesto a bordo era lo que nosotros conocíamos en Cuba como una botella, no tenía contenido de trabajo, pero no perjudicaba a nadie.

En Luanda, como no existían los controles aduaneros, cada cual desembarcó sus pertenencias como les vino en ganas, los que vivían en La Ilha venían en sus canoas de pescadores y se llevaban lo suyo, otros con el uso del bote salvavidas.

Las operaciones portuarias eran extremadamente lentas, allí se encontraba atracado desde hacia varios meses el barco cubano "Sierra Maestra" y nos encontramos con otros dedicados al cabotaje en Angola. El tiempo de fondeo esperando atraque sobrepaso el mes, y con ello se iba agotando el tiempo de nuestra permanencia en aquel país.

Hablaron con tres de nosotros para que continuáramos, Miyares, Lazarito y yo, todos aceptamos, la compañía había expresado la buena opinión que la tripulación tenía de nosotros y por ello nos explicaron la necesidad de prolongar nuestra estancia en aquel país. Mientras ya se había solicitado el relevo de los demás Oficiales.

El Secretario del Partido a bordo había sido Carlos Collazo, fue el telegrafista que nunca recibió un telegrama para nosotros en los seis meses que permaneció a bordo. Nosotros nos conocíamos de la motonave "Habana" y nuestras relaciones siempre fueron nulas, solo por cuestiones de trabajo y esto no era el producto de la casualidad, Carlos era el individuo, que había traspasado los límites de la extrema izquierda, era el individuo pendiente de los movimientos de cada tripulante, sus expresiones, su actitud ante las orientaciones emanadas del Partido, el estudio de los discursos de Comandante, la participación en los trabajos "voluntarios", círculos de estudios, etc., y era quien después hacia una evaluación política de la persona, que era aprobada sin discusión por el núcleo del Partido y podía ponerte de paticas en la calle sin derecho a la defensa. Era algo así como un proceso inquisitorio, donde nunca le verías la cara a tus acusadores y donde siempre aparecería reflejado, que la decisión tomada era por acuerdo del Partido de forma unánime. Contra estas evaluaciones muy poco se podía hacer, ya que después de juzgarte y condenarte a tus espaldas, nadie te daba la cara y todo quedaba en manos de un aparato burocrático que podía consumirte años en busca de justicia.

Luego, cuando eras expulsado de la marina con una de estas evaluaciones en tu expediente, la situación para la persona se convertiría en un calvario difícil de superar, porque si habías sido expulsado de un lugar considerado privilegiado en el país, nadie se atrevía a brindarte un puesto acorde a tu nivel en tierra, la persona andaría perseguida siempre por el fantasma del expediente laboral, frecuentado por las organizaciones políticas de cualquier centro al que fueras y tarde o temprano, le pedirían cuentas al administrador o director del lugar donde te emplearon, en aquellos tiempos por un error tendrías que estar cumpliendo una condena de por vida.

Gabriel era el Segundo Maquinista de a bordo, tenía un solo defecto, bebía en exceso, en ocasiones la bebida le caía mal y ofendía a cualquiera, pero era éste, el hombre que traía y llevaba el barco, porque técnicamente era el individuo más capacitado que teníamos en el Departamento de Máquinas.

Mendoza, quién era el Jefe Máquinas, no llegaba a la altura de él y estaba afectado también por de la perdida de un hermano en Angola, siendo frecuentes las fuertes depresiones y llantos en los que se veía sumido, recayendo de esta forma el peso de su trabajo sobre el Segundo Maquinista.

Después de descargar algo en Luanda, nos dirigimos al puerto de Lobitos al sur del país, para continuar nuestras labores y fue allí, donde llega el relevo de estos hombres, por cierto, que entre ellos arribó otro personaje llamado Plácido Bosch, mucho más extremista que Carlos y quien le produjo una avería millonaria a la maquina principal del buque.

De Lobitos partimos nuevamente para Luanda, ya el relevo se había efectuado con suficiente tiempo y los que regresarían a Cuba iban con nosotros a bordo. Es en este entonces, cuando Carlos le enseña a Gabriel, la evaluación política que el Partido le había hecho, algo que el hombre se negó rotundamente a aceptar, por saber las consecuencias que le traerían en Cuba. Una evaluación mala en una Misión Internacionalista tenía mucho más peso, que una realizada normalmente a bordo de nuestros buques, y podía significar la separación de la marina.

Gabriel le solicitó a Carlos que reuniera al Partido para hacer una apelación, pero éste le respondió que debería hacerla en el Municipio del Partido en Luanda, como pueden ver, tenían miedo enfrentarlo y se valían de las mismas artimañas que utilizaban en la isla para destruir a los hombres.

De nada le valió insistir, ante la cobarde actitud de toda la camarilla que lo había juzgado a sus espaldas y aquello llevo a Gabriel a un estado de obsesión, muy próximo a la locura.

Yo sabía que él tenía una pistola calibre 38 y no sabía que haría con ella antes de marchar porque a Cuba no podía llegar con el arma, es oportuno aclarar, que estar armado en esa época era lo más común que se podía observar en Angola, era mucho más fácil encontrar un fusil que un vaso de leche, y cada vez que visitaba a algún conocido, me mostraban con orgullo sus arsenales particulares que incluían pistolas, fusiles AK, granadas, etc. Muchas veces me hicieron ofrecimientos de ellas que no acepté, nunca me interesó tenerlas sin motivo alguno.

Llegó el día de la partida, unos días antes, la tripulación que había sido relevada fue llevada al predio (edificio) donde se albergaban los trabajadores de Transporte y de allí los conducirían al aeropuerto en el momento de la partida.

Lazarito y yo decidimos llevar dos botellas de ron para hacerles un brindis y despedirlos ese día, pero cuando llegamos al lobby del edificio y preguntamos por la habitación de ellos nos dijeron; que solo hacía diez minutos que Gabriel había matado a Carlos de dos disparos.

El hombre que nos hablaba nos llevó hasta el elevador del edificio para mostrarnos el lugar donde había caído Carlos, y las huellas en la pared de una de las balas que le atravesó el brazo, la otra fue en el abdomen. Lazarito y yo nos pusimos nerviosos y decidimos regresar al barco, Gabriel había sido conducido a prisión, Carlos a un hospital y el resto de los tripulantes partieron hacia Cuba.

Esa noche estuvimos hablando hasta altas horas mientras bebíamos y lamentábamos que dos familias fueran las desgraciadas en esos momentos por un estúpido papel creado por un cínico sistema. Nosotros éramos los mas jóvenes de la tripulación y como no pertenecíamos al partido, teníamos la conciencia limpia.

Al otro día, cuando el capitán llegó a bordo nos dijo que Carlos todavía estaba vivo, pero se había complicado en la operación quirúrgica, nos pidió que no le informáramos nada a la tripulación, me encomendó la tarea de ir a visitar a Gabriel a la prisión de Petrangol y darle la atención necesaria.

Por la tarde tomé el bote salvavidas del barco y partí en dirección al muelle de los pescadores en Petrangol y de allí ir a pie hasta la prisión, alrededor de ese muelle habían más de siete barcos camaroneros cubanos que fueron abandonados por sus tripulantes, después de eso, nadie quiso venir a pescar a Angola, estos pertenecían a la Flota Camaronera del Mariel, Lazarito me acompañaba.

Después de los registros en la puerta entramos a la prisión pero a Gabriel lo tenían incomunicado, pudimos hablar con dos tripulantes del barco "Sierra Maestra" que estaban presos también por el robo de un auto del gobierno. Gabriel se asomó por una pequeñita ventanita en el segundo piso de la prisión, y nos preguntó si Carlos había muerto, le respondimos que no y él nos gritó; ¡Ese hombre no se puede morir!

Esa fue la única vez que pudimos ver la cara de Gabriel, cuando nos llegamos a las siguientes visitas, solo veíamos a los otros marineros con quienes dejábamos los cigarros, revistas y algo de comer. Esto duró poco tiempo porque el barco emprendió viaje nuevamente, después nos enteramos que el hijo de Carlos estaba como medico en Luanda, que el padre había fallecido pero que le pusieron un suero, y lo montaron en un avión a La Habana cuando ya era cadáver, de lo contrario lo enterrarían en Angola y sus familiares lo llorarían cuando a Fidel le diera la gana, como ocurrió con los otros miles de muertos.

Gabriel cumplió parte de su condena en Luanda y otra parte en Cuba, hoy vive con otro nombre y el peso en su conciencia de un muerto, todavía deben estar retumbando en sus oídos, la frase que le dijo antes de dispararle; -Ya no vas a joder a mas nadie hijo de puta.-


Ustedes tienen la palabra....


Esteban Casañas Lostal
Montreal. Canadá


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