Introducción


¿Qué va a ocurrir en Cuba? ¿Habrá una transición política? Si la hay, ¿consistirá más probablemente en una transición a la democracia o hacia algún tipo de régimen autocrático? No existen, ni creemos tener, respuestas simples o soluciones satisfactorias a estos interrogantes. En las siguientes páginas intentamos arrojar alguna luz sobre la incierta cuestión de la transición en Cuba desde la perspectiva de la política comparada, pero al hacerlo reconocemos que la ciencia política no esta capacitada para predecir cambios políticos de esta índole. Aunque nuestro análisis está motivado por el deseo de una pronta instauración democrática en Cuba, hemos resistido la tentación de dar por descontado que la única alternativa posible, o incluso la más probable, al régimen cubano actual, sea una democracia.

Es bastante fácil analizar coherente y convincentemente el pasado (lo que Max Weber llamó "determinismo retrospectivo"), pero mucho mas difícil resulta adivinar el futuro. Véase el inesperado derrumbe de la Unión Soviética y de sus satélites en la Europa oriental hace casi una década. O la inesperada sobrevivencia de régimenes como los de Cuba, Irak y Corea del Norte después del fin de la Guerra Fría.

Un análisis sobre los posibles cambios políticos en Cuba debe partir de una consideración de las características del tipo de régimen existente hoy en día en la isla. Esto no es un mero ejercicio académico, ya que estamos convencidos de que el punto de partida (es decir el tipo de régimen) condiciona fuertemente las posibilidades y dirección de la evolución política. Una caracterización del régimen cubano actual nos permitirá conocer sus bases de apoyo, sus principales fortalezas y debilidades, y las necesarias transformaciones que lo distancian de un régimen democrático. Dedicamos, en consecuencia, una buena parte de nuestro esfuerzo a discutir la naturaleza del régimen. Posteriormente identificaremos algunos otros regímenes con los cuales se podría comparar el caso cubano. China y Vietnam nos ofrecerían útiles puntos de comparación, pero en este trabajo preferiremos centrar nuestra atención en el caso de la España franquista.


El Tipo de Régimen Cubano: Postotalitarismo-Carismático

Por: Eusebio Mujal-León, y Jorge Saavedra... enero 1999

Juan Linz y Alfred Stepan propusieron en 1996 una nueva tipología de regímenes no democráticos, de gran utilidad para el estudio comparado de los procesos de democratización. Para Linz y Stepan existen cuatro tipos de régimenes no democráticos: totalitario, postotalitario, autoritario y sultanista. Los tres primeros, junto con la democracia representativa (o "poliarquía", como la denominara Robert Dahl), son regímenes contemporáneos par excellence. El sultanismo, en cambio, es un tipo de régimen tradicional, que opera sobre la base de la discrecionalidad del "sultán" (quien gobierna simplemente para servir sus intereses personales). Siendo un tipo tradicional, algunos de sus rasgos (tales como sus tendencias dinásticas, la intervención personal e irracional en temas de políticas públicas, y la utilización de mecanismos de mobilización no tanto para generar entusiasmo sino que como intrumentos de control) podrían, no obstante, existir en el caso cubano.

Respecto de los tipos de regímenes propiamente contemporáneos (esto es, totalitario, postotalitario, autoritario y democrático) existe una tendencia a considerarlos parte de una "escala horizontal continua", en la que cada régimen tendería a transformarse natural y gradualmente en su forma contigua. Aunque es cierto que, en general, el más probable cambio de régimen ocurre desde cada tipo a su forma adyacente, ello no es para nada una necesidad. Así, por ejemplo, mientras que el paso desde el postotalitarismo a la democracia es perfectamente posible (fenómeno que ocurrió en algunos países de la Europa oriental), este cambio de régimen no es automático ni necesariamente fluido. Paralelamente, el paso de un régimen totalitario a otro autoritario no es, ni mucho menos, automático. Visto desde esta perspectiva, un régimen postotalitario que saliese de uno totalitario se podría también consolidar y no necesariamente abrir paso a una democracia. Existen regímenes dictatoriales de diverso índole (tales como China, Siria o Vietnam) en los cuales las estructuras de sus dictaduras políticas sobreviven, aun cuando (o quizás precisamente porque) han impulsado importantes reformas económicas. Éstas no necesariamente llevan al cambio democrático, sino que estabilizan a las estructuras políticas dictatoriales, a la vez que crean una "nueva clase", surgida de la nomenklatura (los famosos "princelings" chinos que son hijos e hijas de altos funcionarios o los oficiales del ejército cubano que manejan empresas mixtas como GAVIOTA). Esta nueva clase no solamente ostenta el poder político, sino que se convierte también en un nuevo sector proto-capitalista.

Todo régimen consiste en una forma de "ordenamiento" de las relaciones entre estado y sociedad y, en consecuencia, todo régimen presupone un "equilibrio". Esto nos permite distinguir entre un régimen particular, que ha cristalizado como un tipo específico, y una situación de mera transición, como cuando se está desintegrando un régimen y/o transformándose en uno diferente.. Esto no significa que no puedan haber regímenes híbridos.

Los regímenes híbridos no se ajustan exactamente a los tipos mencionados, pero poseen una especificidad y lógica interna propias. De hecho, la Cuba de los años 90 es un híbrido al que hemos bautizado con el nombre de "postotalitarismo-carismático". Este tipo, como su nombre lo indica, combina elementos típicamentemente postotalitarios con una exacerbación del elemento carismático típico de regímenes totalitarios. Evidentemente el elemento carismático ha estado presente en el caso cubano desde 1959. Sin embargo, nosotros pensamos que, frente a las coincidentes crisis (estas son la ideológica, la económica, y la de sucesión) que atraviesa la Cuba de hoy, el carisma asume una resaltada importancia. El personalismo carismático le presta un capacidad adicional de maniobra al régimen, pero también genera vulnerabilidades ligadas a la figura irremplazable del líder. Estas afirmaciones, por supuesto, tienen un carácter tentativo, ya que, como indicamos antes, existen indicios de que el régimen actual cubano tiene sustanciosos elementos sultanísticos. El sultanismo, tal como por ejemplo se desarrolló en Rumania bajo Ceaucescu, debilitó las posibilidades de un cambio político no-violento, a la vez que los mecanismos de control sultanísticos facilitaron la continuidad en el poder y la posterior consolidación de un régimen controlado por miembros de la antigua dirección.

Un régimen totalitario se caracteriza por un "control total" por parte del estado con respecto a la sociedad y, en consecuencia, por la ausencia de todo pluralismo, sea éste político, económico o social. El estado, controlado por un partido único, impone su proyecto sobre la sociedad. Este proyecto se manifiesta en una ideología totalitaria (utopía), en nombre de la cual se mobiliza intensa y extensamente a la sociedad. El liderazgo totalitario es típicamente carismático. El estalinismo y nazismo son dos ejemplos típicos de este tipo de regímenes. Como hemos indicado anteriormente, el que desaparezcan o se atenúen los elementos de "control total" no quiere decir que el régimen totalitario se ha deslizado o se va a deslizar necesariamente hacia el autoritarismo. Esto puede ocurrir, pero tambien son posibles otras salidas, como la recomposición del régimen en uno postotalitario o su mera desintegración.

El caso cubano exhibe algunos rasgos de cambio. En primer lugar existe un naciente pluralismo económico, que se manifiesta en una calculada penetración del mercado en ciertos sectores de la economía. Básicamente esto está ocurriendo en los espacios que se le han abierto a la inversión extranjera (principalmente en el sector turístico) y en torno a la economía familiar. Además se ha consolidado una economía paralela, basada exclusivamente en el dólar. La dolarización de la economía se ha visto reforzada por los masivos envíos de dinero por parte del exilio. Cifras de las Naciones Unidas estiman que el exilio envía en torno a $800 millones anuales a sus familiares en Cuba. Esta cifra, que por bastante supera los ingresos generados por la industria turística de la isla, pone en cuestión la eficacia actual del embargo estadounidense; pero este es otro tema. A pesar del peso de la economía paralela, el estado cubano persiste en sus esfuerzos por controlar la economía del país.

En segundo lugar, se observa un incipiente pluralismo social, observado en torno a la creciente "autonomía" de algunas organizaciones religiosas, entre ellas de la Iglesia Católica. A pesar de estos indicios, existe en Cuba una sociedad civil sumamente débil. Ni hablar de la oposición interna organizada, la cual sigue siendo, para todos los efectos prácticos, casi inexistente. Los disidentes se encuentran atomizados y son fuertemente reprimidos. Ni por mucho se asemeja la situación para estos grupos a la que se dio en Polonia o en Hungría durante los años 80. Ni Checoeslovaquia bajo la mano dura de Gustav Husak el los años 70 y 80 es comparable con Cuba; la disidencia checa, aunque fuertemente reprimida, llegó de todos modos a articularse durante esos años.

También notamos en Cuba un partido comunista altamente debilitado (aunque podríamos decir que como institución siempre ha sido debil) y una ideología socialista deteriorada, evidentemente en vías de extinción. Todo indica que en Cuba la utopía ya ha sido "desarmada" y es el miedo al cambio el principal aglutinador y legitimador del régimen. El mismo núcleo ideológico nacionalista y antiamericano se empieza a desnudar.

Como consecuencia de lo anterior, se observa una reducción en las capacidades y esfuerzos movilizadores por parte del régimen. En particular se nota la ausencia de las grandes movilizaciones en La Habana. Los valores de la sociedad cubana comienzan a "privatizarse". Pocos, y ciertamente no la juventud, creen en la ideologia socialista. Elocuente en este sentido es el chiste oído en la Universidad de la Habana hace algunos años: "Socialismo o muerte. Valga la redundancia".

El desarrollo del incipiente pluralismo económico y social podría ser clave en impulsar la democratización en Cuba. Es aquí donde una oposición interna puede finalmente florecer y provocar una dinámica de cambio de régimen. El amparo de la Iglesia Católica, por ejemplo, fue fundamental para el desarrollo y fortalecimiento de la sociedad civil en general y de la oposición política en particular durante "la tercera ola". Chile y Polonia son dos buenos ejemplos en este respecto, aunque habría que diferenciar tanto la histórica debilidad de la Iglesia Católica en Cuba como la utilización del nacionalismo anti-americano por parte del régimen cubano a la hora de distinguir entre los distintos casos. No obstante, ni Chile, ni quizás Polonia, jamás llegaron a ser regímenes totalitarios. Nunca se borró en esos países a la sociedad civil y a la sociedad económica, como se ha hecho en Cuba.

Pensamos que en las actuales circunstancias sería equivocado afirmar que el régimen cubano es meramente autoritario. Evidentemente se notan cambios, pero sus características se aproximan mucho más a las de un régimen totalitario que se desintegra o a uno postotalitario en vías de formación. Siguen existiendo mecanismos de movilización aunque éstos son más bien rutinarios y tienen poco que ver con el entusiasmo. La ideología está muy debilitada, pero todavía se pretende que tiene fuerza política y moral. Existe un cierto pluralismo económico, pero nada de pluralismo político o social. El estado todavía pretende controlar la gestión económica y los actores de la "segunda" economía están permanentemente sujetos a la arbitrariedad oficial. Todo esto es característico de un régimen postotalitario.

Conjuntamente con estos rasgos postotalitarios existen dos elementos que le otorgan un carácter específico al régimen cubano. El primero es la ya mencionada exacerbación de su elemento carismático. Max Weber define el carisma como una importante fuente de legitimidad. Al líder carismático, según Weber, se le obedece en base a una confianza personal en sus cualidades excepcionales o ejemplares, en virtud de las cuales goza de poderes extraordinarios en el sentido literal de la palabra. Como se reconoce universalmente, el carisma de Fidel Castro ha sido uno de los elementos claves para entender el proceso cubano. A estas alturas del siglo, el carisma de Castro se ha transformado en la principal base de sustentación del régimen. Esta situación, agravada por el desmoronamiento del llamado "mundo socialista" y los trastornos económicos, se refleja en la consigna: "con Fidel todo, sin Fidel, nada." Esta exacerbación del carisma resulta lógicamente de la descomposición de las principales fuentes de legitimidad del régimen, esto es, de su agotamiento ideológico, grave deterioro económico, social y moral, y un contexto internacional muy desfavorable. En otras palabras, la atenuación de los elementos totalitarios del régimen ha significado un aumento decisivo en el peso relativo del carisma en relación a otras fuentes alternativas de legitimidad. Esto, al mismo tiempo, podría indicar un posible deslizamiento del régimen cubano hacia el desarrollo de crecientes rasgos sultanistas.

El poder carismático es "revolucionario". El líder es por definición un innovador y su poder (literalmente "extra-ordinario") le transforma en un actor político capaz de romper con los "textos sagrados" o las ortodoxias del régimen. En este sentido es en buena medida el liderazgo de Castro lo que le otorga al actual régimen cubano su capacidad para adaptarse con éxito al nuevo y difícil entorno. Ello evidentemente supone el apoyo de los sectores claves del régimen, en particular, en este caso, de las fuerzas armadas. El carisma también corresponde al "ciclo vital" del líder. La muerte del líder significa el colapso del régimen a menos que el carisma haya sido "rutinizado" o institucionalizado.


FIN



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