¿Presos, o Conejillos de Indias? “Even painless research is fascism, supremacism, because the act of confinement is traumatizing in itself.” ¿Cuántas veces hemos visitado un zoológico en nuestra infancia, o para enriquecer el conocimiento de nuestros hijos? Opositores y promotores de esa modalidad de exhibición del mundo animal tienen ideas encontradas, sobre todo, cuando se habla de criaturas muy similares a nosotros, los seres humanos. Los opositores argumentan que mantener en cautiverio (y a perpetuidad) a criaturas que sólo se diferencian de nosotros en un 1,7 % del genoma es una violación de sus derechos y una carga ética intolerable. Los promotores explican que, gracias a los zoológicos, el ser humano se ha sensibilizado lo suficiente con las especies allí exhibidas y ha favorecido con sus donaciones la conservación de las mismas en el medio natural. El asunto se pone más escabroso cuando utilizamos primates (sobre todo los llamados chimpancés) en experimentos científicos. Sin duda, una necesidad cruel y penosa de mantenerles en cautividad. Pero, ¿les parece ético experimentar biomédicamente con seres (y recuérdese que se les llama escorias sólo para justificar una postura tan amoral como inhumana) en los que hemos desarrollado una patología artificial; a los que hemos convertido en criaturas incapaces para resolver sus propios problemas, comunicar incorrectamente, y tener una vida social inapropiada? ¿Sabía usted que eso es exactamente lo que ocurre en las cárceles cubanas, donde cientos de miles de cubanos sufren el mismo (si no peor) tratamiento que nuestros primos evolutivos? Pues sí, tal parece que el régimen de Fidel Castro no hace distinciones entre animales y seres humanos a la hora de avanzar en su industria biomédica. Una reciente comunicación recibida desde Cuba acaba de activar esa sospecha. El Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el Laboratorio Nacional de Referencia de Hepatitis Viral del Instituto Pedro Kourí (IPK) y el Centro de Inmunoensayo (CIE), quienes desde el 2004 buscaban desesperadamente firmas farmacéuticas extranjeras que les ayudaran a validar sus productos por la vía de ensayos clínicos, están aparentemente “solucionando” sus carencias de pruebas en seres humanos. Pero atención, que no insinúo que los todos los científicos estén al corriente de lo que aquí voy a denunciar, sino que esto es, al parecer, una política de estado. Según esta fuente que trabaja en el IPK, el gobierno ha mantenido o creado en ciertas prisiones, y en ciertas áreas de los centros penitenciarios, condiciones sanitarias de extrema precariedad. Cada día es más evidente que ese deterioro ha sido intencional y monitoreado. Incluso, que ha sido diseñado el movimiento de reclusos portadores de enfermedades infeccionas a celdas habitadas por opositores políticos. ¿Qué significa esto? Pues que el régimen de Fidel Castro está infectando (sin ningún obstáculo, o control internacional) de forma conciente a los presos más molestos de su dictadura, y luego los está utilizando para probar en ellos (sin su consentimiento) varios productos biomédicos que demandan un aval clínico antes de comercializarlos internacionalmente. Como de momento no es fácil demostrar lo anterior, pues no es posible que ninguna organización independiente entre en Cuba y entreviste libremente a los profesionales del sector médico, o a los enfermos, esta denuncia demanda una investigación inaplazable. Al parecer se están utilizando como Conejillos de Indias a seres humanos despojados de sus derechos y sin que tan siquiera ellos sepan cómo los están utilizando. El estado está solicitando productos en fase de prueba directamente de los laboratorios donde estos están en fase experimental, y está regresando información sobre los resultados de su aplicación sin que los científicos tengan acceso a las historias clínicas de los pacientes tratados. Cuántos académicos estarán involucrados en esta forma de “hacer ciencia” es algo que tal vez nunca logremos aclarar. Entre las enfermedades de mayor interés comercial para el régimen y su industria biomédica se encuentran el SIDA (VIH), la Hepatitis C (VHC), y la Tuberculosis (TB). Estas son las tres patologías por las que Cuba ha apostado más en los últimos 15 años, y cuyos productos terapéuticos quisiera comercializar de inmediato. Entre las medidas tomadas para propiciar el contagio se suceden, aparentemente, extraños movimientos dentro del régimen penitenciario: (1) hacinamiento temporal de presos políticos y enfermos, (2) aislamiento en celdas sépticas que facilitan el desarrollo de enfermedades, (3) tratamiento tardío de las patologías detectadas y (4) una atención médica deficiente que pudiera permitir el desarrollo de patologías secundarias (como el cáncer del sistema inmunológico) y que en la mayoría de los casos no se le comunica al paciente. Sería muy bueno que organizaciones del exilio como Payo Libre, o El Directorio, o Archivo Cuba, prepararan a sus activistas para colectar información sobre este tema. Es decir, que los familiares de los presos cubanos les informasen en detalle sobre cualquier tratamiento sofisticado y relacionado a las dolencias del Hígado, los pulmones y las defensas inmunológicas. Que aquellos pacientes declarados enfermos de la Hepatitis A, o B (e independientemente de la fiabilidad diagnóstico ofrecido), no duden jamás que pudieran tener, en realidad, la variante C. Reportar a sus familiares dolores, malestares, o inflamaciones en ganglios linfáticos (del cuello, esternón, axilas, o ingle), dolores en el bazo y en el hígado. Que en el exilio haga una búsqueda bibliográfica profunda de las denuncias realizadas hasta el día de hoy y las consulten con una autoridad médica. En el caso de la tuberculosis, sería imprescindible contar con recuentos que permitan desvelar el modus operadi del régimen. Es decir, para entender cómo es que prisioneros comunes, han estado cohabitando con opositores políticos como Néstor Vicente García Valdés, Alfredo Manuel Pulido López, o Normando Hernández González, todos contagiados con el Mycobacterium tuberculosis. Describir las celdas y las cárceles donde la tuberculosis es detectada, así como la rotación de los presos contaminados por ellas, el confinamiento, o los comentarios sospechosos de las autoridades carcelarias. La sospecha de un contagio intencional es altísima, explica esta fuente, porque aquellos casos tratados correctamente, aún portando la bacteria, no serían capaces de propagar la enfermedad. Las instituciones biomédicas cubanas necesitan demostrar la efectividad de sus nuevos productos en seres humanos, pero aparentemente, es el estado cubano el que ha tomado las riendas del asunto a fin de poder comercializarlos rápidamente. Experimentar con seres humanos sin su consentimiento sobrepasa la inmoralidad del cautiverio y es sólo comparable a la crueldad nazi en sus campos de concentración. Por ello, los presos y los familiares debieran informar al exilio de cualquier técnica inmunológica avanzada aplicada a sus muestras. Todos los reclusos debieran exigir a las autoridades carcelarias que les apliquen las vacunas disponibles en el mercado internacional, o reportar al exilio los nombres de aquellas personas que se nieguen a satisfacer esas demandas. Ya sabemos que Amnesty Internacional y algunos gobiernos aliados al régimen de Fidel Castro (como el desgobierno español de Rodríguez Zapatero) nos dirán, sin ningún afecto o solidaridad, que los cubanos (considerados poco menos que los animales) no son sus prioridades hasta tanto los árabes (considerados las víctimas del mundo) bien alimentados de Guantánamo no sean puestos en libertad. Poco faltará para tener que suplicarle al mundo que se ocupen de los cubanos con el mismo código ético que los fascistas* de PETA defienden a los animales. Y es indignante, porque la atención humanitaria no es la misma cuando la protesta llega de la madre de un terrorista islámico, a cuando esta viene de la familia de un opositor político del régimen comunista de Fidel Castro.
Carlos Wotzkow Y digo fascistas, por la filosofía que caracteriza a su fundadora:
“Six million Jews died in concentration camps, but six billion broiler chickens will die this year in slaughter houses.”
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