El honor de los cubanos

por Carlos Wotzkow


“Habla alto abuelo, o de lo contrario no te dan pelota”

Nicanor Parra


El honor de los hombres fue en la Cuba democrática una realidad social. Existía, porque en la época republicana, e incluso durante las guerras de independencia, todo el mundo estaba de acuerdo en que ser honorable era un imperativo. Aún y cuando todos nosotros sepamos que aquello no era más que una especie de dar por hecho cierto poder de disuasión. Durante años cambió el modo de vida de los cubanos sin que nuestra cultura del honor se viera alterada, pero desde que la dictadura castrista se impuso a todos en 1959, el pueblo renunció a ella.

El simple hecho de renunciar a la cultura del honor es una de las características universales que permiten identificar a los pueblos plegados a todo tipo de imposiciones y entonces, el estatus de los dirigentes (en Cuba, o en el exilio) que dicen oponerse al oprobio deviene un mero malabarismo semántico. Pero el honor (desde el punto de vista de Hobbes), no es sólo pegarle un pescozón al que nos piropea a la esposa en nuestra presencia, ni mucho menos formar una cantaleta por una opinión diferente. Honor no es aquella guerra absurda que empezaron en 1969 El Salvador y Honduras sólo por culpa de un partido de fútbol.

Honor es lo que demuestran tener Luís Posada Carriles y al menos (en principio) aquellos que les apoyan. Mientras Posada, Abreu, Álvarez y Mitat se encuentran presos en un país que le acusa de actos criminales, el mismo gobierno del mismo país acaba de indemnizar a las familias de dos ciudadanos norteamericanos por, justamente, participar en los mismos actos en los que Carriles y sus amigos participaron. Honor entonces es dar el ejemplo sin aspavientos, pues la violencia no es ni primitiva ni es irracional. Ni mucho menos una patología, excepto, en el sentido que la utilizan ahora en los EEUU cuando quieren opinar en concordancia con sus verdaderos adversarios.

Luchar con las armas contra lo que nos oprime no puede ser nada negativo, sino una manera inevitable de dar rienda suelta a la dinámica de nuestros intereses y esto, es extremadamente racional en organismos sociales como lo son los seres humanos. Por eso es que yo aplaudiré cualquier sublevación popular en Cuba. Por eso es que nos tratan en Cuba y en el exilio como lo hacen, por ejemplo, los Heraldos: porque hemos perdido el sentido del honor y no somos más que un pueblo formado por chihuahuas amansados. El ejemplo de lo ocurrido en estos rotativos es la prueba más reciente y no me pregunten si hay más, pues es de lo que más abunda.

Cuando el honor de una sociedad desaparece en la naturaleza mezquina del individuo y se degrada a la categoría de demandas judiciales por calumnias, injuria, o afrentas al honor, la mejor solución es y será imitarles y marcar el 911. Por el contrario, si hubiese sentido del honor, les aseguro que no existiera en Cuba una dictadura, no se robaría como se roba en un país en donde la policía y las fuerzas del orden están sólo para proteger los intereses de los mayimbes, y no habría el racismo que hay y que, digan lo que digan, es más conspicuo ahora, a como era en 1959.

Para los que no me entiendan valga una metáfora del cantautor cubano Pedro Luís Ferrer intitulada “Dialéctica de un guapo” que empezaba: “Mira hermano, tengo fama de no tener discusiones pues pa’ mi los gaznatones son los que apagan la llama. El que está falta de jama se sabe pronto y clarito cuando un trastazo bonito rompe huesos y abre herida, el que discute se cuida y el que evita es… pajarito” Entonces el mismo guapo dialéctico terminaba “aunque me griten mujer llamaré a la policía”. ¿Que les resulta familiar? A mí también.

La falta de honor en las fuerzas armadas y en las fuerzas del orden público llevó a la ex-Unión Soviética, a Yugoslavia y a muchos países africanos a permitir el florecimiento de las bandas criminales, las mafias, y la limpieza étnica generalizada. Y cuidado, que ese mismo detalle puede ocurrir en un país aparentemente tan calmado y sumiso como el nuestro. De pronto puede que las ovejas se escapen de sus cuartones y que la docilidad no sea más que un recuerdo en las praderas. Cuba es un país donde la civilidad (póngale usted el nombre que más le guste) puede irse al diablo en menos de 48 horas al cabo de 48 años de abuso de poder.

El 17 de Octubre de 1969, justo a las 8:00 de la mañana, las fuerzas del orden (policía) de la ciudad de Montreal declararon una huelga general y a las 11:20 de aquel mismo día, el primer banco ya había sido saqueado a mano armada. Al final de la jornada 6 bancos habían sido despojados de su dinero, más de 300 negocios había sufrido atracos por turbas, 12 incendios de considerables magnitudes estaban activos, y más de 3 millones de pérdidas en la propiedad privada habían sido reportadas. ¿Quién va a pagar el salario de la PNR cubana cuando se forme el manisero en Cuba? ¿La NED, o los millonarios del exilio? No me hagan reír.

Inculpar jurídicamente a cubanos como Luís Posada Carriles es fácil allí donde la gente por la cual él luchó ya no tiene idea de lo que es tener sentido del honor. Llamar chihuahuas a todos los miembros de una comunidad como la cubana es lo más fácil del mundo. Los dueños de los Heraldos lo saben y al que no le guste el Nuevo Herald, ¡ya le dan 3 Granmas! Y parto de los periodistas aparentemente “calumniados” y de los cuales ya observamos que no sólo les falta honor, sino hasta pudor. Allí siguen, a las órdenes de un gringo domador de mascotas, cobrando sus 100 dólares por escribir tonterías, y compartiendo la goma y el lápiz junto a los agentes castristas de sobrada fama.

Los años 70 en Miami ya no vuelven más, como mismo no volverán los años 30, 40 y 50 de la República de Cuba. ¡La generación del honor ha muerto, o esta vieja, o está cansada! El cubano ha perdido su honor y aquella política (creo que era la de “lex talionis”) que intimidaba y hacía recapacitar al más pinto, se acabó. En aquellos años el cubano promedio no era nunca el primero en atacar, pero si era atacado, aquel que sobrevivía al ataque, respondía. Hoy en cambio, en Cuba y en el exilio, tenemos miedo: “el muerto (o el abogado) que lo ponga el otro”. La mejor defensa ya no es una respuesta apropiada. Ya no somos creíbles.

“Yo no dejaré de comprar el Nuevo Herald, Carlos. Entre otras cosas, porque ninguno de los descarados que aquí ganan una bola de dinero en la política le hacen la guerra a esa compañía aliada de Castro y, porque cuando se me jode el auto, ellos son los únicos que anuncian dónde ir a comprar los mejores repuestos para el minvan”. Nadie discutirá que el socio nos ha dado una buenísima lección. Sobre todo, si los negocios a los que este amigo hace referencia son propiedad de los cubanos.“Además Carlito, asere, ¿no te gustaba a ti la música country?, pues entonces no me jodas con tus articulitos y apunta esta:


“You don’t tug on Superman’s cape;
you don’t spit into the wing;
you don’t pull the mask of the old Lone Ranger;
and you don’t mess around with Jim”*


Carlos Wotzkow
Bienne, Noviembre 19, 2006


*Jim Croce LP “You don’t Mess around with Jim"



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