La tristeza de Raúl Rivero por Carlos Wotzkow “La vi sin moverme de la butaca porque, desde que empezó, yo entré en la pantalla, en los escenarios queridos y cercanos de La Habana que el gran actor y director cubano reconstruye con vocación de poeta y precisión de arquitecto sobre un guión de Guillermo Cabrera Infante, el hombre que salvó esa ciudad y la reinventó con un material que no cree en el tiempo: la palabra.” Una buena amiga (que conoce bien a Raúl Rivero) tiene razón. Ella dice que a Raúl Rivero no hace falta desacreditarlo pues él se encarga de hacerlo todos los días. “Además, -agregó otra que también lo conoce- el único material que no cree en el tiempo es la mentira y en eso Rivero es un experto”. Hace unos días unas mujeres vestidas de blanco decían a un representante de la UE que sus maridos eran maltratados en las cárceles cubanas. Estoy seguro que Rivero no piensa lo mismo. Castro, cómo nos ha dicho, lo trató respetuosamente a él. Así que ¡cállese un poco señora Reyes, que donde manda un borracho, el cantinero apenas le despacha! Entonces leí en el heráldico Granma de Miami (sí, allí mismo, donde expulsan a los periodistas por anticastristas y luego los recogen sin pedir excusas públicas, y donde además cobra un buen salario un americano racista), que este incongruente ser humano llamado Rivero se había conmovido al ver la película “La ciudad perdida”. Sin embargo en Puerto Rico, justo un año antes, Rivero dijo: “si el exilio va a Cuba tiene que prepararse con los negros con machetes en camiones… cuando yo veo estas preguntas del exilio como las que me están haciendo ustedes, me entran ganas de volver para Cuba y hacerme miliciano…” ¿Cuál es el amor que Raúl Rivero siente por La Habana, el de miliciano? ¿Es cariño eso de destruir e incendiar las propiedades privadas de media ciudad? Hago estas preguntas porque si algo cierto hay, es que Raúl Rivero siente mucho más por La Habana que por su caserío natal: Morón. Pero de ahí a opinar sobre la obra artística de cubanos honorables no resulta más que un ejercicio de alpinismo de ácaro camino de un trasero ajeno. El habla de “escenarios queridos y cercanos de La Habana”. ¿“Queridos”? ¿Desde cuándo? ¿Desde que acusaba a sus colegas en la redacción del Juventud Rebelde y juzgaba a todos en el Tribuna de La Habana (a principios de los años 70), o cuándo pasaba la mayor parte del tiempo redactando denuncias estalinistas desde Moscú entre los años 1973 y 1976? ¿Querías a La Habana cuando espionabas a tus colegas curdas del Caimán Barbudo? Créanlo ustedes o no, yo propongo a Raúl Rivero para un alto puesto en las artes después que Cuba sea una nación democrática. Quisiera verle contento y bien ubicado al tope de una escalera, limpiando con un sepillo de alambre las plumas metálicas del gallo de Morón. Aunque reconozco también la validez de ciertas proposiciones: algunos me han dicho que lo preferirían exiliado y aunque yo no estoy muy convencido, tal vez sí: allá por Groenlandia, tomando alcohol de 90° y entrándole a palos a las focas hembras, y a las pequeñitas, para satisfacer a Greenpeace y a sus necesidades de filmar la crueldad de ciertos abusadores de animales. Que la Universidad de la Florida (antro de espías castristas) le de un premio a un oportunista como Rivero no es raro, pero que el curda se las quiera dar de habanero, me parece aberrado. Desde hace rato viene el “borracho más vivo que tiene Cuba” lanzando piropos a los millonarios del exilio. ¡El gordo quiere plata caballeros! No le basta con los 700’000 euros que le han dejado caer a Encuentro los amigos del PSOE. Y si alguien tiene un poco de memoria no pase por alto que desde 1976 hasta 1995 Rivero ejercía la chivatería con prepotencia incalculable desde las oficinas de un siniestro departamento cultural en Prensa Latina. Esto, sin contar que el nene fue miembro conocido del Partido desde 1960 hasta 1995. ¿Continuará siéndolo sin que nosotros lo sepamos? Debe ser triste para una garrapata antropomorfa como Raúl Rivero que no exista un solo verso suyo que haya sido repetido con emoción por algún adolescente cubano. Nadie ha estudiado su poesía porque cómo diría Nicolás Águila el aula se quedaría vacía. Así que imagínense los cubanos iletrados que desconocen siquiera de la existencia de este engendro castrista. ¿Qué van a saber ellos de “Estrictamente Personal”, “La Nieve Vencida” y “Papel de Hombre”? Sus peores libros. Un poeta a la medida y capricho del hermano de Fidel Castro, su compañero de guasa. Pero igual, debo reconocer que Raúl es auténtico. Un auténtico comunista del postmodernismo, como lo es su prosa y su exagerado nepotismo. El verso siempre aceitado, con aceite de camajanería, de empuja-empuja y de chantaje. Auténtico el sebáceo, como cuando le pidió a Raúl Castro que le autorizara a portar una pistola porque tenía tantos enemigos que no podía ni dormir ¡Pendejón!. Raúl Rivero con una Makarov 9mm (Nº 138 908 en el lateral derecho y fabricada en la Izhmek Izhevsky Mekhanichesky Zavod, según consta en documentos controlados a mi petición). ¿Para qué necesitaba el poeta-comisario un arma semiautomática en un país donde el pueblo entero andaba desarmado? ¿Sería acaso el alcohol el causante de la imperiosa necesidad de portar un cañón metálico más duro que el de su entrepiernas? ¿O sería la cobardía pura y dura de aquellos que, como él, se dedicaban a hacer mal gratuito a los cubanos insumisos? Ahora comprendo porque Carlos Estefanía en Suecia de derrite ante el Buda premiado por el malvado imperio. Dicen las buenas lenguas que Carlos Estefanía fue en Cuba el marinovio de Avilio Estévez (dramaturgo e intelectual estalinista al igual que lo es Raúl Rivero) y tal parece que el cubano que se hace el sueco no quiere desengancharse de los dulces machos de la cultura cubana. Seguramente antes que Raúl visitara a Estefanía en Estocolmo este ya había leído el pasaje de Norberto Fuentes en el que dice que Raúl Rivero, con dos tragos de más, es capaz de intentar hacer el sexo hasta con un escolta. Y como Estefanía gusta de los eslóganes machistas, ya me lo imagino adoptando ese que dice “empuja carajo, que aquí hay un hombre.” Pero por Dios señor García, no invite nunca a este degenerado poeta fidelista a su santo hogar. Mire que usted tiene niñas y quizás este depravado intente violarlas después de tomarse el primer trago. Dicen que los borrachos, pasado el nivel de tolerancia, se vuelven locos con sólo oler el licor. O peor, dicen que se escudan en la borrachera para justificar sus más insanas tropelías. Recuerde que estando en Cuba, el hoy horroris causa de la Universidad de la Florida trató de violar a las dos hijas de su antiguo protector y por lo que parece, el señor Rivero ya ha olvidado la tranca que le dio la escolta en aquel altercado. ¿Cómo se llamaba Rivero, el escolta que perdió la mitad de su bota en tu desdichado recto? ¿No fue acaso…? Ah, ya recuerdo, el Coronel Fonseca. Que no, que les aseguro a todos mis lectores que no fue tan alegre la cosa como nos lo narra Norberto Fuentes en su libro “Dulces Guerreros Cubanos” (pagina 29 de la primera edición de Seix Barral). Más por intentar violar a las dos hijas de Raúl Castro (a pesar del padre) en su propia residencia de verano en Santiago de Cuba, va y alguien en el Heraldo le quiere seguir llamando “prodigioso”, más seguramente no usted Andy García, y mucho menos nuestro querido y común amigo Guillermo Cabrera Infante, quien lloró la pérdida de La Habana desde las brumas londinenses sin poder salvar a la ciudad que tanto amó. Entonces pienso en Marilyn y me horrorizo en pensar que esa pobre mujer aguantaba pescozones y palizas sólo porque ambicionaba ser la mujer oficial de Raúl Rivero. Y como si se tratara de un hombre, allá iba el “prodigioso” a humillarla a golpes delante de todos en la UNEAC. ¡So penco de su (Castañeda) madre! Hablar Rivero de su Habana querida, ¡faltaba más! Opinar de una ciudad como si la estuviera extrañando es algo que sólo se lo cree Blanca Reyes, “la creyente”, como la llamaban los vecinos. No porque fuese muy devota ella, sino porque Raúl no podía engañarla más. La pobre. Sí, incluso a ella debo llamarla “pobre”, pues le soportaba sus borracheras y sus lanzamientos de televisores por la ventana. Un día, después que Rivero me atacó verbalmente desde Puerto Rico (me pregunto si tendrá mamoncillos para hacerlo frente a frente) pregunté si de verdad tenía fama de ligón y la respuesta fue unánime. Si Rivero fue un Casanova –decía una amiga- tu Carlos, eres homosexual. Si Rivero se acostaba con una joven cubana no era por conquistador, sino porque prometía publicarle y premiarle algún trabajo literario. Así que sus aventuras y los tarros que le pegaba a sus esposas eran no más que eso: publicaciones y premios a costa de favores sexuales. Esto debe habérselo enseñado Norberto Fuentes, pues dudo que haya dos ratas en el exilio que se parezcan más. Y ahora para colmo, se nos declara “habanero”… ¡guajirito de Morón! Y todavía se le ocurre opinar sobre la obra de Cabrera Infante. ¡Alimaña putrefacta! ¿Qué sabrá esa carroña de las letras sobre Guillermo Cabrera Infante? Guillermo fue siempre un hombre dulce y respetuoso con Miriam Gómez. Cabrera Infante fue siempre un hombre de principios (los que le faltan a Rivero de manera congénita). Cabrera Infante no fue un borracho de porquería como él, ni un escritor de mierda como él, ni un aprendiz de violador como él, ni un abusador de mujeres como él, ni un chivato desde Moscú como él, ni un elegido de mierda como lo sigues siendo él. Entonces explícanos Rivero ¿qué tienes tú que opinar de la obra de un hombre al que no puedes emular? Dime algo, ¡rastrojo de porquería humana! Dicen que una vez Guillermo dijo que Raúl Rivero era el mejor poeta vivo que tenía Cuba. Pero yo conocí personalmente a Guillermo y les puedo asegurar que si así lo dijo, hoy no pensaría igual. Como Jacobo Machover (por cierto una pregunta, ¿no eran los hermanos Machover miembros de la brigada de los maceitos? si alguien lo sabe con certeza que me lo aclare, por favor), o Norberto Fuentes, Raúl Rivero fue otro de esos oportunistas que se acercaban al Maestro con ansias de notoriedad. Pero Guillermo, que era un hombre de una bondad extraordinaria y no le negaba apoyo a ningún intelectual, no era tampoco un tonto. De no haber muerto hace un año, de seguro que ya habría corregido lo antes dicho. Por eso se me ocurre a mí pensar en “el poeta más vivo que tiene Cuba”. Rivero sabe que en Cuba tuvo la suerte de un descubridor en tierra de indios analfabetos. Allá descubrió el poeta oportunista su filón de oro. Léase jabitas con botellas y componendas editoriales, y puestos claves, y control generacional de intelectuales, y manejo de la información, y publicaciones de alcance, y premios inmerecidos, y decisiones para publicar, y reconocimientos comprados, (todo esto ligado al dinero sucio de tus jefes en la nomenclatura), y autorización y atribución de viajes literarios y esto, más los banquetes y saqueos conocidos en la UNEAC. Ahora, lo quiere repetir en el exilio, pues sabe que posee la habilidad de caer en el momento oportuno, de componer a tiritas una historia que el exilio no se tomará el trabajo de investigar. El guajiro de Morón aprendió muy bien a ser el "elegido", junto a otros "guajiros" como él: las nuevas, las grandes, e increíbles, letras de la épica. Y si no me creen, lean esto: "Hoy hace veinte años que tenemos / patria para vivir y la muerte esperando / Junto al mar / en medio del peligro y la amenaza / Fidel se la arrancó del corazón / para entregarla. / Patria o Muerte dijimos cada día / salimos al teléfono gritando Patria o Muerte / al pie de un documento / en las paredes / Patria o Muerte en los libros que aprendimos a leer. / Patria o Muerte / en cartas y poemas / la palabra final de un hombre que moría / Patria o Muerte en el momento duro / también en la victoria Patria o Muerte. / Hoy hace veinte años que tenemos Patria para decir / y la vida esperando.” Desde los 23 años Raúl Rivero aprendió a escalar posiciones. Lo lograba todo chivateando. Hay uno por allá por Centroamérica que lo tiene bien calibrado. Si querías publicar algo en Cuba debías caerle bien al pistolero, o ser su amigo, o en caso de tener senos, acostarte con él. ¿Me volviste a escuchar Carlos Estefanía? A los encuentros y debates de talleres literarios iba a manosear a las jóvenes poetisas. ¡Vaya calidad de intelectual! Allí y en otras tantas apariciones se le veía infantil, pesadote, pistolita al cinto, borracho, babeándose de ebriedad, como lo que es: una masa amorfa y regordeta que adquirió peso porque quería más espacio del que le hacían sus guatacas. Y ahora la viscosa masa de intestinos que trabaja en Encuentro quiere (le han encomendado) visitar la casa de Andy García y luego, seguir preparando informes. Unos dicen que para el departamento 9 del MININT y otros, que lo hace para el gobierno español. Igual, Rivero sigue adaptándose como bacteria mutante al la vida en el exilio. Sé que en el exilio Rivero cuenta con un ejército de loadores, sé que tiene mil receptores a su disposición, se que le llueven los admiradores en el PSOE y el MININT y que estos le protegen, o neutralizan a todos los que él llama talibanes en Encuentro. Acabáramos, un hombre que informa al régimen de Castro con miedo de sus propios colegas de espionaje, así de confiable debe ser el individuo. Mira Rivero, lo más que yo quisiera en este instante es que este texto te lo tomaras a pecho y el día que nos crucemos en el camino, que vinieras a patearme la cabeza como hasta hoy sólo le has hecho a las mujeres. Ven a darme el galletazo pendejo que sólo te salía con las hembras. ¡Salta y ven a salvar el decoro que no te va ni en una caricatura! Es más, ven junto a tu amoroso fan Carlos Estefanía (al que le mandé a sacarse un seguro dental), o cállate la boca y sigue al mando de la maquinaria estalinista que destruyó La Habana. Posiciónate en la esquina de la barra y regala al cantinero otra historia, mas deja la verdadera donde va: Guillermo Cabrera Infante y Andy García recrearon esa Habana sólo para los que de verdad la amamos y tú, lo único que amaste fue una poesía donde la “p”, de prostitución, era lo único que más interesaba.
Carlos Wotzkow Nota: para la redacción de este artículo he contado con la colaboración de más de 30 personas que conocen bien al archifamoso poeta del castrismo. A todos mi gratitud por sus informaciones. Como diría Cabrera Infante: hay más, más, más tarde.
|