Misión cumplida, ¡que nadie se equivoque!

“Vamos progresando”

Frase autorizada por la Casa Blanca ante cualquier pregunta indiscreta relativa a la política antiterrorista norteamericana.


Allá por el 2003, el presidente electo de los Estados Unidos le dijo al mundo que si Corea del Norte no regresaba a la mesa de negociación y permitía el regreso de los inspectores de la ONU, el régimen de Kim Jong Il afrontaría “serias consecuencias”. Entonces el dictador norcoreano, más motivado que nunca, se burló de la amenaza. En el año 2004, el presidente Bush advirtió nuevamente, que si Corea continuaba su sospechosa carrera nuclear eso tendría “serias consecuencias”. La respuesta no se hizo esperar y el enano norcoreano declaró públicamente poseer al menos 6 bombas atómicas.

En el 2005, George W. Bush volvió a las amenazas con “serias consecuencias”, mientras Corea del Norte le respondía lanzando dos misiles de mediano y largo alcance por encima del territorio japonés. Hace una semana, y como para que no acabe el año sin relajo y mayor mofa, Corea del Norte no sólo ha hecho caso omiso de las amenazas de Bush, sino que llevado a cabo una prueba nuclear controlada, y a la resolución de la ONU que esta ha generado, ha respondido con la preparación de una segunda prueba, a pesar de las “serias consecuencias” que Bush le sigue prometiendo.

En Irak, Bush desestimó los consejos de Colin Powell que, como militar de carrera, preveía una resistencia feroz alimentada por el odio musulmán y el deseo de venganza del vecino Irán. Aquí entonces, más de lo mismo. “Serias consecuencias” fueron lanzadas contra Siria e Irán. En el año 2003, como caballero que se baja del corcel, aterrizó el presidente Bush en un portaviones para decirnos que la misión había sido “cumplida”. Desde entonces, uno tras otro caen ininterrumpidamente los soldados norteamericanos en Irak para regocijo infame de la prensa árabe y europea.

En el 2004, Rumsfeld nos aseguró que las elecciones de Irak pondrían fin a la violencia y ponía a Afganistán como ejemplo confirmado de que la democratización de un pueblo musulmán era un hecho alcanzable. A los cubanos, que aprendimos en Angola que uno no puede implantar nada “moderno” a partir del feudalismo, se nos estiró la cara. Desde entonces, Afganistán produce más opio que antes y en Irak, Al Quaida se pasea a sus anchas. Para colmo, Bush apoya en Bagdad, con sangre norteamericana y cientos de millones de dólares, a un régimen que se declara abiertamente pro-Iraní.

De Irán no creo que tenga que repetirles la historia, sería como volver a contar la de Corea del Norte y, salvo que los israelitas asuman la necesidad de ponerles rienda, no veo ninguna solución. Irán está otra vez ayudando a los talibanes sin que nadie le advierta siquiera, de posibles “serias consecuencias”. Irán ha transferido a Hellzbolah cerca de un billón de dólares americanos para descompensar el escenario político libanés. El régimen de los Ayatolás sigue apoyando a Hamas y a cuanto terrorista se ofrezca a luchar contra “Occidente”.

El régimen de Irán subvenciona en un 90 % a la mayoría de las cadenas televisivas del mundo árabe e incluso, indirectamente, a algunas en España y Francia. A golpe de propaganda, los tontos europeos ya no saben a quién creer. Por un lado, lo políticamente correcto los lleva a paso acelerado a tolerar lo que hasta ayer era intolerable y por el otro, las “serias consecuencias” de los Estados Unidos y su falta de implementación los estimula a votar contra la política antiterrorista norteamericana en el parlamento europeo.

En el ámbito sudamericano la cosa no puede ir peor. Primero Venezuela, luego Brasil, después Bolivia y entre col y col, con la ayuda de la Fundación de Jimmy Carter, Argentina, México, Perú y Ecuador han radicalizado sus posturas dentro de la izquierda rabiosamente “antiimperialista”. De Hugo Chávez no tengo que agregar mucho, excepto, que son los propios norteamericanos los primeros en haberse enterado que este quiere comprar tecnología nuclear a Corea del Norte y además, que ha prometido compartirla con Irán si “ese país hermano” se lo pide.

De momento, el “azufre que transpira” Bush no ha llegado a los niveles necesarios como para amenazar a esta marioneta de Castro con sus temibles “serias consecuencias”. Aunque ya todos saben que Néstor Kirchner se ha ofrecido a facilitar la fachada civil que Chávez necesita mediante la venta de una central nuclear. Esto permitirá al ladrón del petróleo venezolano mentir al mundo con aquello de la búsqueda de energía eléctrica. Lo curioso no es todo lo que impone Chávez, sino la facilidad con que lo logra, gracias a “alta credibilidad” de las “serias consecuencias” con que amenazan desde Washington.

En Cuba, porque de otra manera no estaría ocupándome de todas estas serias porquerías, los republicanos nos han dado una buena lección de interés. ¿O debiera llamarlo “conflicto de intereses”? La administración republicana actual es la que más negocios comerciales ha cerrado con el régimen cubano. Bush no es el primer presidente norteamericano en ceder al chantaje castrista desde la administración Kennedy, pero ciertamente a triplicado en todos los frentes las grotescas concesiones de sus antecesores.

Bush no ha devuelto a la ley de Ajuste Cubano los acápites que inhabilitó Bill Clinton. No ha cumplido ni una de las promesas hechas a sus votantes en el sur de la Florida. Ha permitido la entrada en Estados Unidos de agentes de Castro para que estos le ayuden a controlar a la comunidad exiliada. Lo anterior, como preámbulo a las negociaciones secretas que lleva a cabo con la isla, no en aras de su democratización, sino siguiendo el ejemplo Chino frente al caso Coreano: para evitar una avalancha de ex-comunistas huyendo de la justicia popular.

Los primeros síntomas que demuestran que Estados Unidos trabaja a favor de perpetuar el régimen comunista en Cuba tuvieron lugar en Francia en el 2003, cuando generales del régimen castrista se reunían con los enviados norteamericanos en el ambiente de confianza total que le brinda aquel país a los comunistas cubanos. El segundo hecho, fue el negado de visas a los antiguos ex-combatientes del Escambray, desde entonces acusados de terroristas por petición expresa del Comité Central del Partido Comunista Cubano.

Un tercer síntoma de esa política anti-cubana es la ausencia total de reacción de los congresistas republicanos de la Florida. Estas bellísimas personas, más disciplinadas que los generales en Irak, parecen seguir muy bien las órdenes. El cuarto, ha sido dejar a los dos millones de cubanos en los Estados Unidos sin un medio de comunicación que les informe correctamente y que represente sus anhelos de libertad. El detalle de lo ocurrido en los Heraldos de Miami ha demostrado a los “policy makers” norteamericanos que no tenemos ningún poder político más allá de nuestra absurda gritería.

Entre tanto, los históricos anticastristas, o aquellos hombres que antaño se enfrentaron al tirano (o que ayudaron a Bush padre a combatir a los marxistas nicaragüenses), están siendo encarcelados. Baste que Fidel Castro mencione sus nombres en el Granma para que el FBI vaya y los detenga por presunto terrorismo. Los Estados Unidos han apoyado recientemente al Reino Unido, mediando ante el gobierno militar de Pakistán, para que este no ejecute a un asesino confeso de nacionalidad británica. ¿Imaginan ustedes al gobierno de los Estados Unidos abogando por el indulto de un criminal negro en Texas?

Pues no lo duden. El encarcelamiento de Luís Posada Carriles (quien entró en los USA de la misma manera que ellos han propiciado la entrada de los agentes castristas que el régimen cubano les impone) es una de esas pruebas. Y para colmo de ambigüedad, todo aquel que se acoja a la quinta enmienda, como ha ocurrido con Ernesto Abreu, José Hilario Pujol y Rubén López Castro, ¡a galeras! Por suerte (es cinismo), Bush lleva a cabo una “exitosa” lucha contra el terrorismo y allí donde las cosas no permitan decir que “la misión ha sido cumplida”, sus asesores nos tranquilizan: “vamos progresando”.

De momento, ni Kim Jong Il, ni Osama Bin Laden, ni Mahmoud Ahmadinejad, ni Hugo Chávez, ni Fidel Castro, parecen alarmarse mucho del éxito antiterrorista que dice haber logrado el gobierno norteamericano. Por el contrario, estos dictadores piden sangre y si esta es la de los que les han hecho la vida imposible durante los años de la guerra fría, pues muchísimo mejor. Quién tendrá la razón es algo que algún día sabremos, aunque para entonces, para enterarnos con certeza, debamos sufrir las serias consecuencias de una política exterior norteamericana verdaderamente irresponsable.


Carlos Wotzkow
Bienne, Octubre 20, 2006



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