Adoctrinando idiotas por Carlos Wotzkow “Yo sé que hay muchos cubanos que están de acuerdo con su pensamiento, pero no se atreven a hablar (ni a escribir), pues le temen a la censura antidemocrática de algunas voces del exilio.” Jorge A. Sanguinetti secunda a José Ignacio Rasco en su artículo del Diario de las Américas porque de eso se trata. Se trata de que el pueblo cubano siga siendo una masa de ovejas que vaya a donde algunos impenitentes quieren llevarla. “Si no das apoyo a los disidentes están ayudando a Castro (hasta aquí, una opinión como cualquier otra) y no lo sabes” (esto último, una barrabasada ofensiva y temeraria). Sólo falta que digan que Castro continúa en el poder porque algunas voces del exilio no creen en esos archifamosos disidentes. “En la unión está la fuerza” me recuerda mucho aquel otro de “Proletarios de todos los países, uníos”. No sé, demasiado compañerismo para mi gusto. Bueno, hay quienes salen al exilio porque en la repartición de poderes socializados de Cuba nadie le dio un puesto. Estoy casi seguro, que de haber gozado de un cargo, algunas prebendas, y un estatus superior al de los demás, ni siquiera se hubieran ido de la proto-provincia. Porque de eso se trata, o de eso se regodea el cubano: de apelar a una unidad forzada, no para acabar con el tirano, sino para controlar el destino de las masas. Ah, y ahora, para colmo, la mayoría no está de acuerdo con la lucha armada (¿pasó de moda, o los americanos nos la prohíben?), ni tampoco con los que se fueron “rápido”. Desconocen que los esfuerzos de la Brigada 2506 se hicieron en fechas tan tempranas como 1961. ¿Se habrán olvidado de los años del Escambray? ¡Ah, que cubanos aquellos! No lo creo, sólo que no lo sacan a colación porque les daría mucha vergüenza. Yo, coincidencias desventajosas y desvergonzadas, salí a los 31 años de Cuba, después de haberme janeado 31 años de dictadura. Así que creo saber bien lo que allí pasó y también, creo saber lo desvergonzados y maleables que hemos llegado a ser. Sin embargo, no salí para levantar la mano obedientemente a favor de Oswaldo Payá, ni de Gutiérrez Menoyo, ni de Cuesta Morúa, o Carlos A. Montaner. Ni para hacerlo a favor de Marta Beatriz, o rebelde Biscet. Salí para intentar dar un poco de veracidad a mi vida y al exilio que me ha tocado sufrir. Salí para poder gritar aquello que no me guste para la Cuba futura. Para combatir la inercia que ha calado tan profundamente en este exilio. Salí, para poder ser libre y dar apoyo a los que me resulten honestos. Y por eso, miles y miles de esos corderos me acusan (o nos acusan, porque no estoy solo) de hacerle el juego a Castro. ¿Será posible? ¡Claro que es posible, Carlos! Es posible porque todos esos patriotas de pandereta como Sanguinetti y Rasco sólo aspiran a un manojo de prebendas. Correrán luego a besar la mano del disidente electo presidente de Cuba y le recordarán como sanguijuelas sus artículos. Les restregarán por la cara su apoyo. Y se lamentarán con las migajas, que no queden dudas, porque para estos arrastrados, cualquier prebenda siempre será poca. Va y hasta regresen al exilio, y si su mala leche les alcanza para más, allí volverán a fabricarse nuevos “héroes”. Coño, que mal me cae esa cabrona palabrita, mejor la dejo para los solidarios españoles de Solidaridad con Cuba. Eso sí, estos “patriotas” seguidores de la disidencia, lamentablemente, no hablan de Luís Posada Carriles, ni de la prisión injusta a la que está sometido en la mejor democracia del mundo. No dicen que Luís Posada salió “tempranamente” de Cuba para combatir a Castro y al comunismo como nadie lo ha hecho. No dicen que fue lo suficientemente inteligente para darse cuenta de la mierda que se le echaba encima a nuestra patria. ¿Será que para conocer el comunismo hay que vivirlo 31 años? ¿Por qué estos payasos publicados en el Diario de las Américas, alfombreros a los pies de los flojitos, no afirman que Posada ha hecho más por acabar con Castro que todos nosotros juntos? ¿Por qué no están de acuerdo con la lucha armada? Es el propio Sanguinetti el que dice, y cito: “Fidel Castro es el gran culpable de que Cuba esté como está, pero no es el único culpable. Hay una gran responsabilidad compartida entre nosotros los cubanos y ya es hora de que aprendamos a enfrentar nuestros males honesta e inteligentemente. ¿Se ha leído usted a si mismo Sr. Sanguinetti? Usted ha dicho “honesta e inteligentemente”, y para creerle honesto debe usted, como mínimo, hacer tribuna también a favor de la libertad de todos los detenidos en los Estados Unidos por ser anticastristas. Debe usted criticar al FBI que encarcela a nuestros compatriotas y protege a sanguijuelas como Abascal. ¿Por qué no hablan ustedes en contra de Abascal? ¿Les caen bien los chivatos y los delatores? ¿Por qué no le critican públicamente? ¿Por qué no abogan por un juicio justo para Álvarez y Mitat? Callar antes estos detalles no es ni honesto, ni patriota: es simplemente ¡oportunista! Ustedes no hablan en contra de una alimaña como Abascal porque ustedes tienen miedo que la seguridad de Castro (para la cual Abascal trabaja) le parta el sillín en su propio condado. Ustedes Rasco y Sanguinetti, son apenas una yunta de cobardes. ¿Inteligente?, no, ustedes no son siquiera inteligentes. Aparte de ser deshonestos ustedes son astutos, que es otra particularidad de aquellos que esperan algo a cambio de sus entuertos politiqueros “a favor” de Cuba. ¿Cómo puede acusarse a nadie de “hacerle el juego a Castro” por criticar a disidentes en los que uno desconfía y creerse al mismo tiempo patriota y en el bando de los justos, sin criticar las voces altisonantes del castrismo en la Florida? ¿Ha escrito usted alguna frase contra Alejandro Armengol y el Nuevo Herald? ¿Han pronunciado ustedes algún desacuerdo con el despilfarro de recursos de Radio y TV Martí? ¿Combaten ustedes a Castro cuando se hacen los de las vista gorda con el castrismo que exuda la ciudad de Miami? No, porque allí le pueden meter un trompón a mitad del rostro sus agentes bien pagados. Entonces, antes de llenarse ustedes la boca y emborronar tantas cuartillas a favor de su “disidente” predilecto; antes de acusar a otros de “ayudar a Castro”; antes de intentar ofenderlos diciendo que además “no lo sabemos”, dígannos porque no protestan ustedes contra todos esos generales castristas recién llegados por mar sin que el INS los encierre hasta que se averigüe quién los introdujo en EEUU. ¿No sabe qué responderme? Bueno, yo lo haré por ustedes. Porque a ustedes les importa más la opinión ajena que las convicciones propias. Los que persiguen algo detrás de la política tienen miedo a la opinión pública y apoyar a un cubano acusado de ser un “terrorista” encierra para sus intereses connotaciones incompatibles con las ganancias que ustedes esperan recibir. Ustedes son patriotas a la moda, sólo que no llevan ropa y se les ve su miseria inhumana salir a borbotones por los poros. “¡No, señor extremista, lo hacemos porque damos la imagen de un pueblo desunido a la hora de acabar con Castro!” Ya han dicho algunos. Pero yo sé que no existe pueblo sobre este planeta unido detrás de ningún gobernante, o sistema político. No lo están en Polinesia, ni tampoco en los Estados Unidos. ¿Por qué lo debemos estar nosotros? ¿Para darle un respiro y margen de maniobra a un oportunista como Payá? ¿Para dejarle repetir y hacerle creer que el exilio acepta su papel de querida, de segundo plato, de ciudadanos de segunda? ¿Cómo es posible que una persona que se considere demócrata pueda pedirle a otro que cierre su boca en aras de la unanimidad? Es que acaso la gente como yo, desconfiados hasta los tuétanos de cuanto disidente se hace famoso, le pide a ustedes que acepten mis criterios? ¿Cómo pueden demostrar ustedes que su apoyo a Payá tiene más bases que mi desconfianza sobre el susodicho? ¿Apoyaba usted por casualidad a los periodistas independientes que luego resultaron ser agentes de Castro? Y si así lo hacían, ¿a quién ayudaban sin saberlo? Más importante que eso, pues si los apoyaban o no es, al final, lo que menos importa, pues probado está que Fidel lleva 47 años riéndose de nuestros apoyos, nuestras diferencias, nuestras predicciones y nuestros culipandeos. ¿La pregunta importante es, ¿apoya usted a la clandestinidad que lucha hoy día contra Castro? Perdón, ¿sabe usted si existe? ¿Apoya usted a esos que en Cuba no hacen partes de prensa, ni van a una comida de embajada a enterrar un cofrecito cargado de buenas intenciones, pero que si le meten su cuota de azúcar al tanque de gasolina del camión de la empresa? Más. ¿Apoyan ustedes el odio de ese cubano al que las tropas guardafrontera le asesinaron un hermano gemelo? ¿O le hacen poemitas a los asesinos como mismo se las hacía un recién premiado en la Universidad de la Florida? ¿Apoya usted al niño cubano que ya se ha hecho un hombre y que cuando tenga una oportunidad se las va a desquitar con el cederista que mandó a su padre a la cárcel porque este se había robado un bistec para darle de comer? ¿Apoya usted a esa madre a la que le mataron a su hijo “internacionalista”, y que en una Cuba libre pedirá pena de muerte para el teniente que se lo fusiló? ¿Apoya usted la justicia y el paredón, o apoya usted a Payá y su perdón? Y si apoya al payaso del MCL, yo y muchos otros le preguntarán: ¿con qué derecho? ¿No será acaso con el mismo derecho que yo tengo para no perdonar, para no apoyar, y para no lamer las botas de ciertos “disidentes” mimados? ¿Quién ayuda más a Castro, aquel que desconfía de una buena parte de los disidentes (sobre todo si estos han sido sospechosamente encumbrados), o aquél que se cruza de brazos en una sociedad de derecho y no exige la liberación de otros compatriotas que SÍ han combatido al tirano? Miren ustedes, compatriotas de pacotilla, desconozco si saben que respuesta donar, pero no se tomen ni el trabajo. Pongan sus ideas donde más sombra reciba su cuerpo porque ni siquiera me interesa leerlas. Pero eso sí, dejen a los cubanos que han escapado de Cuba ser libres para decidir si quieren la misma mierda con diferente careta, o una Cuba verdaderamente libre de todo tipo de socialismo, comunismo y oportunismo criollo. Cuba, no sólo necesita liberarse de todos los Castro, sino de ustedes también.
Carlos Wotzkow
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