Ecología de la Liberación y la expropiación del Amazonas

por Carlos Wotzkow


El Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva, como la Cuba de Fidel Castro, son naciones superpobladas de miserables oportunistas y de analfabetos sin ganas. Con el pretexto de que “destruir la naturaleza es un pecado”, la Iglesia Ortodoxa griega viene ahora a meter sus patas, junto a los Teólogos de la Liberación (que ya infectaban la geografía brasilera), en la selva (selva incluye también aquí, el entramado político nacional) brasileña. A ellos se une el Banco Mundial y ciertas estadísticas que sorprenden por su impúdica falsedad. Resulta que ahora el Amazonas sigue siendo del tamaño de la Europa occidental y resulta, lo dicen estos “sabios” teólogos de la ecología mundial, que todavía ocupa el 60 % de la superficie nacional de Brasil.

¡Que buena noticia! Al ritmo que los ecos la destruían en sus noticias catastróficas, yo ya pensaba que no quedaba un árbol. Y lo digo porque el desacreditado ecologista Thomas Lovejoy (del WWF, ¿de dónde iba a ser?) ya nos decía en 1974, que medio millón de especies (entre plantas y animales) desaparecerían para el año 1994, un ritmo de 100 especies por año. ¿Sacaron cuentas? Bueno, el muchacho no era muy avanzado en matemáticas. Por desgracia para ellos, la única extinción hasta la fecha ha sido la del mito de su sapiencia ecológica. Por desgracia para nosotros, Brasil no está preparado, ni cultural, ni políticamente, para hacer frente a estos farsantes alarmistas. Carece además, de un gobierno honorable y compite en corrupción, con el desgobierno ex-terrorista de los montoneros argentinos.

Las agendas eco-místicas siguen al pie de la letra aquella que dictó Paul Ehrlich desde su cómoda poltrona de la Universidad de Standford. Sólo que ahora la entronizan los hombres de negocios de Banco Mundial, los marxistas de la Iglesia Ortodoxa de Grecia y los castristas de la Teología de la Liberación. Todos, siguiendo las órdenes y las directivas políticas de La Habana, ergo, del mayor pecador ambiental que conozca el planeta: Fidel Castro. Ehrlich, entre otras cosas, siempre deseó “la desaparición del rico y del inteligente, pues ambos son peligrosos y producen demasiado y esto es una carga pesada para el planeta. La pobreza es bella.” “Debemos instaurar -decía- el sistema comunista de China, con abortos obligatorios, o mediante el asesinato de niños, hasta que cada pareja no tenga más que un hijo.”

Por un flanco nos encontramos en Brasil al Banco Mundial que, por intermedio de sus voceros, intenta implantar en toda Latinoamérica la bicicleta china y el modelo castrista de transportes, apoyados en el falso planteamiento de que “América Latina es la región con la mayor concentración demográfica en zonas urbanas del mundo en desarrollo”. Ellos, además, nos amenazan con que para el 2030, ese porcentaje aumentará un 14 %. Es curioso, porque parece otra profecía Lovejoyana, pero es sabido que en el período comprendido entre 1965 y 1995 el número de hijos por madre latinoamericana decreció de 5.9 a 3.6 (o sea, casi un 50 %). ¿Y en India Sr. Abel Mejía, o tal vez en China Sr. Mario Molina? ¿No se habrán equivocado sus sabios patrones de continente?

Ellos nos aseguran que uno de los aspectos más alarmantes en la contaminación del medio ambiente lo constituye el transporte urbano de “unas 133 ciudades que, en Latinoamérica, superan los 500’000 habitantes”. Disculpen, pero estos datos son para reír, sobretodo cuando citan como ejemplo los 4’000 muertos anuales en Santiago de Chile por causas vinculadas a dicha contaminación. ¿Y Bombay Mr. Alan Lloyd, o en Pequín Mr. Richard Ayres? ¿Me podrían dar algunas cifras? Pregunto porque esto resulta algo así como remendar los dobleces del bajo de un pantalón cuando la portañuela y el tiro andan enteramente descocido. ¿No habrá otros intereses ocultos allá en la IAL-CAL?

Por el otro flanco tenemos a los banqueros de las compañías aseguradoras inglesas, a cuya cabeza se encuentra el Sr. Johan Eliasch. Estos personajes pretenden hacerse con la totalidad del Amazonas (cosa muy factible en un estado administrado por un alcohólico sindicalista y cuyo índice de corrupción se ha destapado en todas direcciones gracias a la facilidad con que compran las firmas a todos sus ministros), aunque lo verdaderamente temerario es lo que prometen. A cambio de que el estado Brasilero les venda el 60 % del territorio nacional, ellos garantizan la no explotación de esa masa forestal. ¿Se imaginan? ¡Por apenas 18 billones de dólares, esta mafia bancaria quiere expropiar al pueblo de Brasil todas las riquezas naturales que poseen!

Ciertamente Brasil no debiera quedarse sin árboles. Todo lo contrario, mientras más poblado de árboles esté el planeta, mucho más saludable será este desde el punto de vista ambiental. Pero talar árboles no es tampoco una acción siempre negativa, sobretodo cuando se replantan después las mismas variedades que de allí se extrajeron. Además, Brasil es líder en la explotación del eucalipto, una especie de rápido crecimiento, justamente introducida con el objetivo de poder utilizarla intensivamente sin perjuicios ni daños a las especies autóctonas y a sus bosques vírgenes. Pero y los “Sin Tierra”, ¿van a aceptar que los rubitos de Europa le pongan un cartelito de “prohibido el paso” al 60 % de su territorio nacional?

La caña de azúcar es uno de los cultivos que han llevado al Brasil empresarial a constituirse en una nación independiente de los precios siempre en alza del combustible fósil. Otro tanto ocurre con los subproductos maderables extraídos de ciertas especies exóticas utilizadas en el mundo entero. Una posición energética envidiada por los Estados Unidos, y una disponibilidad de recursos forestales que hace rabiar al resto del planeta. El odio que sienten los ecologistas por los eucaliptos es entonces, aquí en Brasil, mucho más comprensible. Por un lado los esfuerzos empresariales no destruyen más parcelas vírgenes del Amazonas y por el otro, esa especie garantiza miles de dólares por hectárea al año, incluso en terrenos no irrigados.

Entonces tenemos a los del tercer frente de batalla, entre los que encontramos a los Ecologistas de la Liberación, nueva secta místico espiritista que fusiona a todos los ecologistas sudamericanos, los seguidores del legado de Frai Beto y los del ortodoxo y reconocido pro-castrista Bartolomeo I, y cuya cerbatana (con dardo envenenado) apunta a los organismos genéticamente modificados. Bartolomeo I por el Amazonas y, como ellos (John Bennett) mismos lo afirman: “nuestros simposios no buscan soluciones (¿cómo podrían, con qué conocimientos?), sino elevar el nivel de preocupación y alerta ecológica” de la población. O lo que es lo mismo, fomentar más campañas de miedo al estilo Lovejoy.

Estos cretinos de la cruz y el martillo que se oponen a todo tipo de organismo genéticamente modificado yo les preguntaría lo siguiente: ¿por qué no se oponen a todo tipo de carne y leche con la cual se sobrealimentan? ¿O es que una vaca actual no es una modificación genética de aquella especie ancestral que, en estado “natural”, no producía más que un litro de leche? ¿Sabrán estos astutos oportunistas de la ecología eclesiástica cuantos granos de maíz tenían las mazorcas primitivas? Bueno, primeramente hay que decirles que no pasaban los 5 centímetros de longitud y luego, asegurarles que poseían entre cinco y seis granos salteados y estos, duros como una piedra.

Estos eco-terroristas saben que para los seres humanos analfabetos cada cosa viviente debe tener una esencia y las religiones, ni lentas ni perezosas, se han encargado de convencerles de que mientras más “natural” sea la esencia de un producto, más puro será. Por desgracia, las plantas son criaturas vivas que han evolucionado con el “expreso deseo” de que nadie se las coma y por ende, han sido miles los experimentos humanos realizados a través de los años hasta poder encontrar mangos, melocotones, manzanas, uvas y otras frutas deliciosas, saludables, o en cantidades suficientemente grandes (cultivos humanos), como para poder ser ingeridas, o masivamente compartidas.

Todo organismo genéticamente "modificado" (en realidad, ligeramente manipulado, pues nuestros conocimientos no alcanzan a más) retumba en los oídos del vulgo analfabeto como algo “artificial”. Y todo lo que suene a artificial se representa mentalmente como una especie de Frankestein. Sin embargo, la intuición humana ha demostrado en miles de casos que sus miedos son más injustificados que los peligros que asechan detrás de la “pureza” de ciertos productos “naturales”. Es decir, se gastan miles de millones en tratar de tomar agua libre de cloroformo, mientras pagan con gusto por comerse un sándwich untado con mantequilla de maní. Sabido es que el contenido cancerígeno de la grasa del maní es mil veces más elevado que el del agua tratada con cloroformo.

Una prueba de que los ecologistas aspiran obstaculizar el bienestar de la población humana la tenemos en India en 1999. Después del paso de un ciclón, la totalidad de las agencias de ayuda contra la hambruna fueron duramente criticadas por distribuir granos altamente nutritivos, porque en ellos había especies genéticamente modificadas. Lo mismo ocurrió con el “Arroz Dorado” (que previene la ceguera) y al que el régimen dictatorial de Zimbabwe prohibió su importación y distribución (gratuita para mayor vergüenza) en momentos de extrema hambruna, y sólo para complacer una petición racista de Greenpeace. El objetivo ecologista, a decir de los deseos confesos del fundador de WWF, nunca ha sido otro que el de disminuir los niveles de población humana.

Ninguno de los 85 proyectos encaminados en el año 2001 a probar el daño potencial de los OGM en 15 años de experiencia agrícola europea, pudo señalar tan sólo un riesgo para la alimentación humana y mucho menos, para el ecosistema. Entonces sigo: el ancestro natural de la zanahoria era una raíz blanca sumamente delgada y amarga, ¿Cómo creen los brasileros que ha llegado ser la magnífica hortaliza que compramos hoy? Los métodos actuales que seleccionan plantas resistentes a los insectos y las cultivan de manera intensiva no tienen nada de innatural. Es más, el sabor artificial de almendra que produce la industria química contiene 0 % de cianuro, mientras que la almendra natural debe su sabor al benceno, que si va acompañado de restos de ese mortal veneno.

¿Creen ustedes que esto lo desconocen los ecologistas? ¿Creen ustedes que estos datos son ajenos a los teólogos de la liberación? Pues no, ellos saben que atemorizar a la población con mentiras infundadas encarece el precio de todos esos productos y los distancia del alcance de los más necesitados. Si alguien en este mundo se siente atraído por el rechazo que otros hacen a las nuevas tecnologías, suyo es el derecho a no aceptarlas y prescindir de ellas. Si la negativa a consumir organismos genéticamente modificados trae tranquilidad a todos esos tontos con hambre, todos esos tontos deben tener la opción de poder rechazarlas e irse a la cama con el estómago vacío.

Pero atención, hagan los tontos y los hambrientos lo que gusten, pero sólo al punto de no intentar obligar a los demás a aceptar sus absurdas preferencias y mucho menos, a cargar a todo el mundo con la responsabilidad del costo que sus temores implican. Por ende, la Amazonia debe seguir siendo parte del territorio de Brasil, y no un latifundio improductivo expropiado al pueblo brasilero como pretenden algunos de los aquí mencionados. Brasil es un país que merece hacer uso de su maravillosa naturaleza, porque al final, para eso queremos preservarla, para poder disfrutarla junto a nuestros nietos, no para que la disfrute un mono ecologista, después de desaparecida la especie humana.


Por Carlos Wotzkow
Julio 16, 2006



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