Destruyendo la soberanía de Brasil

por Carlos Wotzkow con la colaboración de Graça Salgueiro


Publicado originalmente en Portugués por “Mídia Sem Mascara”


Uno de los muchos errores que acarrea apoyar a los movimientos ecologistas es la ingerencia (cada vez mayor) que estos efectúan en la soberanía nacional de muchos países. Desde hace décadas esto es una práctica que han desarrollado con bastante éxito en Europa, pero hoy, uno de sus objetivos primordiales es Brasil. Para que nos demos cuenta de lo dañino que puede llegar a ser el ecologismo instalado a niveles gubernamentales, analicémoslo a través del proceso camuflado de confiscación de tierras que ellos realizan. Y si por azar usted no identifica el rumbo que intento dar a mis palabras, piense en la víctima más afectada por el ecologismo en todo el planeta: los Estados Unidos.

Siempre se piensa en los EEUU como en un país de extrema derecha, ejemplo del capitalismo salvaje y base de operaciones de todas las transnacionales. Pero ese coloso del Norte, pese a su aparente defensa de la propiedad privada, ha perdido la soberanía en casi la mitad de su territorio natural y las ha entregado (gracias a la Environmental Protection Agency), nada menos que a Naciones Unidas. La EPA, a golpe de regulaciones de toda índole, la mayoría técnicamente equivocadas, ha declarado miles de millones de hectáreas del territorio continental como “áreas protegidas”, y en las cuales queda terminantemente prohibido explotar ni siquiera racionalmente sus recursos. Según los ecologistas de la EPA, “a la naturaleza hay que preservarla de manera intacta”.

Este error (institucionalizado por los juristas de izquierda) de no permitir siquiera la extracción de la materia seca del interior de los bosques, ha provocado los incendios más devastadores que se conocen en la historia de los EEUU. Cientos de miles de hectáreas pobladas de árboles y fauna se queman cada año por culpa de la imposibilidad de sanear adecuadamente el sotobosque. ¿Cree usted que el actual gobierno norteamericano puede hacer uso de su territorio nacional? Pues no, las Naciones Unidas, ergo, los miembros de todos los países enemigos de los EEUU que la integran, tienen derecho de voto sobre todos los parques declarados “Patrimonio de la Humanidad”. Y esto, gracias a unas 250’000 regulaciones que la EPA (desde 1954) ha impuesto en contra del bienestar del pueblo norteamericano.

De coloso a otro, Brasil es ahora el próximo objetivo que los ecologistas se han propuesto conquistar. Con la desfavorable diferencia de que la mayoría de la población en Brasil no muestra ningún apego o respeto por la propiedad privada de sus nacionales, sino más bien una envidia enfermiza que infecta la mente del vulgo gracias a la labor proselitista de los teólogos de la liberación, el marxismo importado desde Cuba, y los ecologistas. Casi sin darnos cuenta, un nuevo poder se ha estado creando en Brasil, compuesto por Cardinales protectores del terrorismo (como Paulo Evaristo Arns), caciques locales (y nacionales) fuertemente influidos por la revolución cubana, y ecologistas sin patria y sin bandera.

Todas estas voces se están alzando en Brasil en contra de su soberanía nacional. Los teólogos de la liberación están empeñados en arrebatar de las manos privadas millones de hectáreas del suelo brasileño para dárselas a los morosos de la Vía Campesina. Los caciques marxistas están empeñados en “reformas agrarias” al estilo Fidel Castro, porque saben que más tarde no les costará nada quitárselas a los analfabetos que hoy dicen querer favorecer. Los eco-terroristas prefieren catalogar las tierras (mientras más mejor) como “Patrimonio de la humanidad” (o sea, en las manos corruptas de la ONU), justamente, para impedir que el pueblo brasileño pueda después hacer uso de ellas.

¿Quién cree usted que se beneficiará con toda esta locura? ¿Quién cree usted que se beneficia con impedir el uso de las semillas “terminator”*? ¿Por qué algunos caciques políticos de Brasil les parece bien “socializar” las tierras que hoy día son propiedad de colonos nativos, mientras les da igual privatizarlas entregándoselas a magnates como Johan Eliasch? ¿Qué pasará cuando un jeque árabe, miembro de las Naciones Unidas (y sin ninguna idea de lo que es un bosque tropical), le diga a los Brasileños que la madera que les permitiría desarrollarse económicamente no puede ser aprovechada? ¿Quién pagará por la irracionalidad de preservar el entorno de acuerdo a las normas ecologistas de grupos eco-terroristas como Greenpeace y WWF?

De momento, el “colonialismo ambiental” está bien visto por el eco-marxista brasilero. A ellos y a los teólogos de la liberación no les preocupa en absoluto que un extranjero se apropie de 1618 km2 de bosques amazónicos. De hecho, el millonario sueco con base en Londres ha pagado 115’600 dólares por cada km2 de foresta a la que además promete no explotar. Los teólogos de la liberación no esconden su alegría, pues por añadidura, el incauto sueco estimula a otros adinerados extranjeros a hacer lo mismo, y ya saben estos sacerdotes lo fácil que se expropia de sus bienes a un colono molesto en plena selva. La calamidad pareciera otra gracia de Dios, ya sea a base de pistola, o por el amor que algunos de sus feligreses sienten por el filo del machete.

Calculo, en base a los referentes norteamericanos y al tamaño de ambos países, que la protección de un área donde jamás ha vivido un Jaguar (eso es a los que los ecologistas llaman “zonas de rehabilitación”) costará al contribuyente brasileño un equivalente anual de 100’000 dólares por espacio vital para cada pareja por año. Es más, los jaguares, por designio mundial dictado desde las Naciones Unidas, recibirán una asignación de 100 millones de dólares al año. ¡Lo quieran o no los propios felinos que se quieren beneficiar! Según la masa forestal de Brasil, un acta para subsanar el impacto de la “lluvia ácida” sobre la Amazonia costará a los empresarios del país unos 12 billones de dólares al año. Esto, si la riqueza de los amonestados no se extingue primero.

Cuándo la dictadura ecologista haya tomado posesión plena del gobierno de Brasil, la contaminación doméstica de los ríos implicará un impuesto de 15’000 dólares anuales por cada diez familias ribereñas (pienso en familias de 6 miembros). Y claro, los preocupados ecologistas del Senado brasileño consumirán unos 500 millones de dólares en gastos administrativos para realizar sus expropiaciones y sobornos, más otros 250 millones en el papeleo, y para hacer llegar sus amenazas y prohibiciones a los desinteresados ciudadanos. Para ponerlo aún más claro: puedo imaginar que si los ecologistas triunfan en Brasil como mismo lo han hecho en los EEUU, la precaria economía privada de ese gigante sudamericano se declararía en bancarrota en menos de 20 años.

Las noticias sobre lo que ocurre hoy día en Brasil me permiten vaticinar lo ya dicho y mucho más. La lucha contra los organismos genéticamente modificados (OGM) sigue las mismas pautas que ha seguido en el Zimbabwe dictatorial de Robert Mugabe. Los agentes del ecologismo escriben historias terroríficas en las que las palabras “cáncer”, “malformaciones fetales” y “contaminación” tienen el objetivo de tirar jarros de agua fría sobre todos los reporteros del país. Estos últimos, asustados por los supuestos efectos devastadores que pronostican estos expertos (pseudo)-“científicos”, harán sin saberlo un trabajo divulgativo y gratuito a esos eco-timadores.

No hace falta más que leer las noticias alarmistas que hablan de los “condenados de la tierra” de Brasil. En una nación tan rica como esa, se los declara (por arte de magia) “víctimas” del monocultivo del eucalipto, y desplazados por las represas. Hay que ser temerariamente analfabeto para no imaginarnos el escaso impacto social y ambiental (además de local) que una represa implica para el Brasil continental. Más analfabetos todavía, para creer que el monocultivo local del eucalipto pueda acarrear perjuicios a la vida y la agricultura de esos falsos “desfavorecidos”. Pero igual, ¿no son prácticas de monocultivo todos los productos agrícolas que se producen en el mundo? ¿Por qué no pueden ser las especies de rápido crecimiento cultivadas de igual forma, si luego van a servir como materia prima para el consumo humano?

La llamada “Vía Campesina” y el “Movimiento de los Trabajadores sin Tierra” ni siquiera pueden imaginar lo que se les avecina. Como si fueran ganado, esos pobres iletrados son pastoreados de un lado a otro por todo Brasil. Los dirige una pandilla de pícaros que se aprovechan de ellos para dar un matiz social a sus aspiraciones personales. Detrás de cada manifestación, detrás de cada quema de plantaciones de cultivos transgénicos, detrás de cada payasada organizada en favor de los “condenados de la tierra” (no sé por qué, pero me encanta el morbo que encierra el nombrecito), hay un batallón de burócratas oportunistas deseando poder político, y reivindicando la hambruna para el pueblo de Brasil.

El paralelismo con Cuba no puede ser mayor. Como ocurrió en los años 60 con la creación de cientos de represas y dos reformas agrarias. Ni las represas de Castro embalsaron una gota de agua, ni los campesinos fueron nunca dueños de la tierra prometida. Nada como el hambre y la mentira para conquistar a los pueblos analfabetos y, valga que lo aclare, Cuba y Brasil son los mejores ejemplos con los que ahora cuento. Dicen los negros yorubas “que no hay Orisha sin Ewe, ni Nganga, Nkiso y hechizo sin Vititi Nfinda”. Cuba y Brasil. O sea, Ceiba y Framboyán y…“a cierta hora de la noche, la Ceiba y el Framboyán arden. Se ponen tan calientes que parecería que tienen el fuego dentro. Si nos sentamos sobre sus raíces los oiremos crepitar. Y es que esas horas, Changó y Oyá hicieron un pacto.

No lo olviden: “¡Chivo que rompe tambor, con su pellejo paga!”

Carlos Wotzkow, con la colaboración de Graça Salgueiro
Bienne, Brasil Abril 19, 2006


*Aunque parezca una paradoja única de ciertos enajenados, no lo es. La biotecnología de semillas “terminador” llega al mercado para acallar las protestas de TODOS los ecologistas en contra de los OGM. Durante años, los histéricos ambientalistas nos decían que a través de la polinización y las semillas los cultivos GM podrían diseminarse sin control. Ahora, cuando se crea esta variedad en la que las semillas son estériles y por tanto no pueden “contaminar” el ambiente inmaculado de estos alucinados. Más de lo mismo: protestan porque “terminator” no permitirá a los campesinos replantar semillas de su propia cosecha en los años siguientes. ¿En qué quedamos?



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