Otro Pampers® para Raúl Rivero por Carlos Wotzkow “A mí las descalificaciones personales me parecen aborrecibles y mucho más si tú las haces desde el cómodo respaldo del exilio.6” Y sí, digo "otro", porque no es la primera vez que el afamado poeta se ensucia y nos salpica a todos con una de sus delicadas declaraciones. Pero esta vez, no sólo se ha defecado en sus seguidores al privarle de sus “cultas” palabras en la entrevista que le concedían en Puerto Rico, sino en aceptar la idolátrica defensa que le ha hecho un cafre graduado en marxismo-leninismo, y que vegeta parasitando por allá por Suecia. Para serles sincero, no sé que es peor, si esa berracada que cometió delante de tres personas en aquella bella Isla Verde, o la imbecilidad que implica el permitir que alguien como Carlos Estefanía saque la cara por él. No sé qué es más deshonroso, dejar a todo un público esperando, o darle autoridad a un mequetrefe como el susodicho, para que lo trate con términos como “nuestro colega independiente”. Es decir, como a su igual. Antes de ir al grano, otro preámbulo. Tal parece que Raúl Rivero y yo tenemos tres cosas en común: (1) según su representante plenipotenciaria en Suiza1 (y repito sus propias palabras), nuestro desmedido apetito por las féminas, (2) una amiga común2, y (3) nuestras “berracadas”3 para contrarrestar a los que no aceptamos. Sin embargo, incluso en esos detalles, en los que al parecer nos parecemos, tenemos diferencias abismales: (1) yo soy mucho más alto, más joven, y carezco de esas carúnculas bajo los ojos que tanto recuerdan a las auras tiñosas, (2) tengo casi el doble de los hijos que él y a todos (dentro, o fuera del matrimonio) los he reconocido al momento de su nacimiento y (3), defiendo a mis amigos mucho mejor él y jamás les exijo incondicionalidad a cambio de afecto. Antes de entrar en materia, debo aclarar que no conozco a Jay Martínez y ni siquiera tengo su e-mail, que bien me gustaría, pues me parece un excelente patriota. Tampoco conozco a Alfredo Melero, o a Jorge Félix y por ende, les juro que no hemos conspirado para hacerle una cama a este gallito de Morón. Aún así, pido a los tres mis más sinceras disculpas por haber sido mí nombre el que soltara el bardo durante su ataque de histeria. ¿Qué iba yo a imaginar tamaña distinción del ilustre “disidente”? Y, ¿qué me iba a esperar que sus palabras fueran justo las que dieran la razón a todas mis sospechas? No puedo más que estar contento, pero no porque mis amigos crean que yo tenía razón, sino porque muchos cubanos empezarán a entender algunas de las cosas que a veces escribo. La mayoría de los que normalmente me leen y no me entienden, generalmente me acusan de ser un extremista irrespetuoso. Pero antes, mucho antes del incidente, ya Raúl Rivero se había destapado como el peor poeta de la Moncloa. Avergonzado les muestro aquí la foto en la cuál yo también pedí su liberación. Avergonzado por defender a un crápula de su calaña, pero honrándome a la vez por ser un hombre digno y de muy buenas intenciones. Raúl Rivero, al que sus camaradas de “Encuentro” califican de “símbolo de la libertad de expresión” hacía mucho rato que nos enseñaba que de demócrata no tenía un pelo. Y no es que se negara a contestar esas preguntas, es que hace silencio cada vez que alguien lo alaba y un ser humano así, sólo dispuesto a escuchar y recibir lisonjas, es un oportunista, no un hombre honesto. Tal y como lo demuestra la otra foto que acompaña este texto, Raúl Rivero es sólo cúmbila de los ecobios de su época. Norberto Fuentes, ya en el exilio, publicaba que al bardo las borracheras lo hacían convertirse en un bisexual sin frenos4. Esto y más, es lo que decía su socio cuando el otro se encontraba todavía en Cuba. Decía además, que se quería coger a las hijas de su tocayo (Raúl Castro) y aquí no ha pasado nada. Le pregunto ahora yo al lector, ¿a qué le temería más usted, a las hordas de negros con machetes con las que nos amenaza el poeta miliciano, o a que nuestra Patria se vea el día de mañana gobernada con este tipo de aborrecibles? Valga que lo piense, pues al paso que vamos, no estamos lejos de facilitarles el camino. Hay que hacer lo que nos dice Estefanía. Hay que ver qué es lo que hay verdaderamente detrás de los mensajes. Pero no sólo del que pregunta, sino también del que responde. Por eso no entiendo totalmente la sorpresa de los panelistas en Puerto Rico. Cuando Raúl Rivero entró en esa emisora, ya tenía preparado su espectáculo. Es más, se los advirtió con esta frase: “no hay preguntas indiscretas, existen respuestas indiscretas”. ¿Cómo es que no lo vieron venir. El bardo paga. Pagó con mucho servilismo a Castro, donde me cuentan5, hacía informes contra sus colegas sin que nadie los pidiera, y paga ahora con servilismo en España, donde le dieron un pequeño empleo a cambio de hacerse eco de la política comuñanga del desquiciado Zapatero. Otra lectura de su explosión verbal nos lleva a pensar que el bardo es capaz de hacerse (otra vez) un esbirro de la tiranía (“me entran ganas de volver para Cuba y hacerme miliciano”) antes que aceptar la libertad de opinión. Más claro ni escupiéndolo a la clara. Pero nosotros, el indomable pueblo cubano, ese al que algunos creen que yo odio, vamos a olvidar rápidamente el asunto pues, necesitamos héroes, necesitamos de un poeta nacional, de los indomables “disidentes”. Necesitamos del imprescindible Oswaldo Payá y su “Proyecto Viruela”. Necesitamos líderes y si no existen, estamos dispuestos a fabricarlos, con nuestra perruna lengua, con nuestros premios y nuestros homenajes, con nuestra pésima memoria. ¡Partida de pendejos que somos! ¿Extremismo?, para nada. Lo que no quiero ser es imbécil, como esos que se creen sabios y ni siquiera pueden entender lo que yo escribo. Y así concluyo, porque Rivero no merece más de mí precioso tiempo. Ya ha vuelto a mentir, otra vez, y ahora quien le defiende es además “su colega independiente” el ilustrado genose Carlos Estefanía. Y es simpático, porque el poeta le miente hasta a aquella gente a la que responde toda la entrevista6. Decía el “símbolo” de los demócratas de “Encuentro”, que él no trata con periodistas malos. Y ya lo ven, adora el periodismo de “su igual” cubano-sueco (cuyas faltas de ortografías son más notorias que la bazofia que escribe) y me dedica a mí, no al despechado amigo que desde aquellas frías tierras le flirtea (¿se habrá leído a Fuentes y tendrá esperanzas?), estas bellas palabras. “… un tal Carlos Wotzkow que siempre me anda criticando... tal parece que son personas que no pueden echarle un palo a ninguna mujer y la cogen conmigo, si el exilio va a Cuba tiene que prepararse con los negros con machetes en camiones… cuando yo veo estas preguntas del exilio como las que me están haciendo ustedes, me entran ganas de volver para Cuba y hacerme miliciano… no participaré en el programa, me voy pa la pinga.” Y “Como de la cárcel sólo me permitían sacar poemas de amor, creo que por eso me concentré en cuidar tanto el lenguaje…3”
Carlos Wotzkow Notas1.- La Sra. Tania Quintero, “representante plenipotenciaria de Raúl Rivero en Suiza”, según sus palabras de visita en mí casa, decía que si Raúl y yo nos conocíamos haríamos tremendas ligas ya que a ambos nos gustaban demasiado las mujeres. No digo más, para no afectar, o herir, a terceras personas. 2.- Iria González-Rodiles es una de esas amigas a las que uno debe cuidar. Imposible hablar mal de Raúl Rivero delante de ella, e imposible además, que yo la machaque siendo su anfitrión y por tan ínfimas discrepancias. 3.- En “Palabras en armas del poeta Raúl Rivero, el bardo dijo: “…el escándalo, la exaltación, el lenguaje ardoroso de barricada (o berracada) son armas del totalitarismo… La verdad no necesita de estridencia.”. Wilfredo Cancio Isla, El Nuevo Herald, Octubre 22, 2005. Ahora, parece que el entrevistado cree que contra sus contrincantes todo vale. 4.- Fuentes, Norberto: Dulces Guerreros Cubanos. Editorial Seix Barral. Primera Edición 1999. Páginas 28 y 29. 5.- A propósito de la cita: “Pero sí estás vigilando, atendiendo a la disciplina, a la fidelidad de la gente. Y se te piden informes, y hay que estar siempre en esa disposición de servir al Estado, incluso como policía ideológico.” Otro camagüeyano que lo conoce muy bien y me ha pedido el anonimato. 6.- Rivero, Raúl. “Cuba: la expiación de un poeta” Proceso, México. Francisco Olaso, Berlín, APRO. La Nueva Cuba.
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