Espuma por la boca “Character may be manifested in the great moments, but it is made in the small ones” Payá, uno más entre los tantos premios Saharov con los que hoy cuenta Cuba, está que echa espuma por la boca. A alguien se le ha ocurrido celebrar una conferencia en Bruselas sobre la “transición” para Cuba y no lo han invitado. O tal vez sí, y su papi no le dejó asistir. Entonces, ni lento ni perezoso ha hecho uso de sus resortes en el Miami Herald para dar a conocer al mundo su advertencia: me desmontan el tinglao ahora mismo, que el horno no está pa’ pastelito y aquí los que deciden como se cambia de gobierno somos Papá Mono y yo… perdón, el pueblo. Pero, ¿puede la transición en Cuba ser guiada siquiera por el deseo más ferviente de Payá? La historia abunda en ejemplos de como una chispa y no un discurso, nos pudiera llevar al cambio. Payá habla de su pueblo, de un pueblo que supuestamente lo apoya, y quiere que los cambios se hagan como él manda. Habla y habla sin parar el señor Payá, y habla de respeto a un pueblo que quiere “autodeterminación y soberanía”. ¿Con banderitas en la mano frente a la Embajada Suiza en La Habana? Pobre Payá, no sabe que cuando los individuos no se educan con ciertos principios morales, de nada vale hablar de sus virtudes populares. Creer en lo que Payá dice, ya sea contando con el mayor de los deseos, o con una imaginación más fértil de la que tuvo Disney, es demostrar que el crédulo posee una ingenuidad congénita. Durante siglos han dicho y repetido, los que aspiran a ser líderes políticos en todo el mundo, que el pueblo al que ellos quieren engañar es “único”. Es decir, el mejor, el más digno. Aún y cuando todos sabían que ninguno podía permitirse otro discurso, eso es lo que siempre han dicho. Pero, ¿cuántos en aquel infierno surrealista al estilo Orwell no nos dirán que esa propaganda está agotada? ¡Más les vale! Payá alerta que nadie debe atreverse a elaborar nada para una Cuba post-Castro si antes no se ha contado con él. ¡Dios perdone al que se pase de la raya! Sería algo así como incurrir en una ofensa a Dios, o para ser más exacto, en sus representantes terrenales del municipio Lawton. En realidad, lo del Movimiento Cristiano de Liberación (MCL) nada tiene que ver con una filosofía política, sino más bien con un autoritarismo infantil (de Payá) mezclado a un servilismo (idem., pero a Castro) patológicamente irracional. Nada de movimiento, ergo muchas personas, el enfermo tiene nombres y apellidos. Payá se autodenomina “moderado” cuando en realidad, es un mero aprendiz de sátrapa. Un tipo despótico, egoísta y extremadamente ambicioso. Sin duda, los cubanos llevamos siendo los protagonistas de nuestra propia historia desde hace 46 años. Es una larga historia de cobardía, de ovejas dóciles y donde lo que menos abunda ha sido el honor. Y Payá, como era de esperarse, quiere que eso continué igual. Nada de alteración del orden, nada de autos quemados como en París, o a Papá Mono se le podría ocurrir un toque de queda y ni a jugar dominó en la esquina. Nada de agresividad contra el anciano dictador (bueno, esto no sólo se lo he escuchado al señor Payá, sino que también lo he visto en algunos versos). ¡Peace & Love! La arrogancia política en la cabecita de Payá es tal, que habla del deseo de los del MCL como si se tratara del anhelo todos los cubanos. No hay dudas que para él es preferible seguir aguantando. Como mismo es saludable morirse de muerte natural y no en una mazmorra. Como mismo es preferible para él perder los dientes por la desnutrición que por culpa de una patada. No sé si me entienden, pero lo que Payá le pide al pueblo de Cuba es que le sigan y seguirle implica aguantar todavía más. Nada de rebelarse, nada de violencia, nada de discrepancias, nada de justicia, nada de desobediencia, nada de contar con el exilio, nada de nada que no incluya al MCL y a su líder premiado por esa Europa que ahora “debe desmontar” toda iniciativa que no haya sometido a su escrutinio. Ni ahora, cuando el dragón está que se babea, podemos darle palos. Y si el supuesto líder de la supuesta oposición le pide esto al pueblo, ¿qué no le pedirá después, una vez alcanzado el poder? Yo vuelvo y lo repito, pero no existen (ni debieran existir) los líderes sagrados. De hecho, veo más utilidad en la blasfemia que en el conformismo moderado. Cierto es que la lucha empírica y virtual son importantes, pero algunos de sus promotores son mucho menos creíbles que sus sueños. La idea de la rebelión y la justicia no se le pega al pueblo porque yo lo diga, sino porque está en concordancia con lo que se ha sufrido en estos últimos 46 años de oprobio. O porque es posible predecirlas como la única solución a nuestro dilema. O, tal vez, porque se sobran (y él no lo sabe) los cubanos con patronato dispuestos a implementarlas. Durante 46 años, a pesar de las penurias y los atropellos, el pueblo de Cuba ha estado aceptando al marxismo porque (en las probables palabras de Raúl Rivero), es un “guión perfecto y hermoso”. Hoy, la misma idea florece en los mal llamados líderes de la oposición. Y digo “mal llamados”, porque “oponerse” es otra cosa. Para llegar al pueblo de Cuba no hace falta un vocabulario sacerdotal. Hay que adoptar el vocabulario de la lengua franca y el “dialogo” y el “perdón” no son posibilidades aceptables para todo aquello que recuerde a Castro. Yo creo y confío todavía en la posibilidad de una explosión social en Cuba y Payá, junto a los que como él piensan, ni siquiera habitan en mi imaginación.
Carlos Wotzkow
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