Separando los granos de la paja “Más avanzados, imposible. Cómo será la cosa, que ya ni banderas usamos. No hace falta. Se nos conoce en seguida por la cara de gilipollas.” Agradezco profundamente a Aurora, a Enrique, a Luís y a Vicente por sus ideas y estimulantes comentarios sobre mi artículo “España odia a los cubanos, miente sobre los Estados Unidos y conjura con los árabes” (1). Pero no me crean todo lo que ataco. En realidad, muchas veces me quedo corto y si no, léanse la columna de Arturo Pérez-Reverte que describe a los españoles impecablemente. Si me lo permite Aurora, utilizaré su metáfora de los granos y la paja y si me lo permiten los demás, abreviaré sustancialmente mi texto, pues mi último libro “Cubriendo y Descubriendo” (2) está dedicado casi por completo a la mala prensa española durante el gobierno del Partido Popular. Creo que en ese compendio de artículos he plasmado suficientes ejemplos que, por no haber cambiado bajo el despótico desgobierno del PSOE, hacen de mis críticas un tema vigente y recurrente. Pero a lo que vamos. Cada noticia que, por su gran relevancia hable de los demócratas cubanos, o de los norteamericanos que apoyan la libertad de Cuba, si es favorable al exilio o contraria a Castro, cuenta inmediatamente en los medios de prensa españoles con otra que la contradiga. Es decir, si algo bueno para los cubanos (el pueblo, se sobreentiende) ocurre, es porque algo malo para España está teniendo lugar. Si España, por ejemplo, se beneficia de la cooperación antiterrorista de la administración Bush, se publican las capturas de integristas y se deja entender que se han logrado gracias a la autarquía de los servicios de inteligencia españoles. Servicios de inteligencia (e informativos), valga que lo aclare, preñados de agentes, o manipulados por la inteligencia cubana. Por el contrario, cuando algo desfavorable ocurre a los árabes en su guerra contra los norteamericanos, la prensa de España está desconsolada, hay luto y se encargan ritos propiciatorios. Los árabes, excepto el régimen de Marruecos (y debido a la ingerencia española en el asunto del Sahara Occidental) gozan en España de los mejores titulares. Y, por qué digo titulares, vean lo que sigue: Durante más de un año, el satélite Hispasat (propiedad de España), ha sido el vehículo con el que los terroristas de Hizbulah pasaban sus mensajes y propaganda al público americano. Lo peor, sin embargo, es que con fecha 20 de junio, el PSOE constata que Globecast (la empresa intermediaria) no tenía autorización administrativa para el servicio de difusión de televisión y es entonces que, con fecha 23 de junio, decreta el cierre de las emisiones". ¿Se imaginan lo confiados que debemos sentirnos con la gestión del PSOE y su lucha antiterrorista? Se los pregunto porque ahora acusan a los de PP de ser los responsables, pero el contrato se firmó en 1 de abril del 2004, cuando el PP, producto de los trucos de la izquierda española, ya había perdido las elecciones. ¡Nada, pura bobería, un año de conspiraciones terroristas enviadas a Hispanoamérica y auspiciadas por la ineptitud gubernamental española! Todavía recuerdo las decenas de musulmanes entrevistados por RTVE Internacional a raíz de los atentados del 11 de Marzo. Todos aprovecharon la oportunidad para acusar de racistas y xenófobos a los norteamericanos y se despacharon hablando mal de ellos con la mezquita de Madrid al fondo. O sea, el imponente templo construido (para vergüenza de los madrileños) con el mismo dinero de los contribuyentes que sufragaron los atentados de esa capital. Repita esta fórmula de manera invariable y hágalo año tras año. No importa quien esté al frente del gobierno (las de Fraga son a veces peores). Así, estaremos frente a una nueva CNN (con perdón para la CNN, a la que catalogaría de “justa” si la comparo a RTVE internacional) cuya agenda “liberal” (agenda marxista en el caso español) es imperturbablemente una constante. Pocos son, por el contrario, los que pueden escuchar a Radio COPE y a Federico Jiménez Losantos, Cesar Vidal o a Cristina López Schlichting. Nada de Tele 7 en Madrid, ni mucho menos el diario “La Razón”. Y claro, los que gozan de esas opciones, o a falta de ellas pueden ver las noticias en Fox, no pueden imaginarse lo triste que resulta ver este cotidiano adoctrinamiento continental. Ya he dicho en varios textos que mi familia materna es de Asturias. Ya he expresado en otras ocasiones cuánto adoro a aquella gente simple de Argüero y Villaviciosa. Todos pobres, pero enormemente ricos de espíritu. Todos, o muchos de ellos, gente muy humilde y analfabeta. Trabajadores de la tierra. Gente con las que he aprendido que durante la cosecha, toda la gramínea recibe el cuchillazo mortal y después, es que se separan los granos de la paja. Sí, lo reconozco, los españoles pueden ser también gente de bien, sólo que una gran mayoría no parece haber estado bien diseñados moralmente y como bien sugiere Luís, alguien debe sacudirle alguna que otra vez el grano. Si se pretende llegar a la gente ignorante, hay que llegarle así: a hostias. Si se pretende hacer recapacitar a un negociante español, no se le puede dar un consejo de amigo, hay que timarlo dos veces como lo ha hecho Castro. Al final va y hasta te da las gracias. Entonces, y antes que se me mal interprete otra vez, me aclaro. Estar bien “diseñado” es atribuible única y exclusivamente a esas transferencias horizontales (generacionales) de las cuales hablaba. De la misma forma en que hoy día se hace notar un abismo entre los cubanos formados por la revolución y aquellos de antes (tildados por Castro y la prensa española como, “los de la mafia de Miami”, aunque vivan en Madrid), así mismo se nota en muchos españoles. Es innegable que muchos (y aquí no tengo para nada en mente a las generaciones), digamos que por mecanismos inerciales, o por puro reflejo histórico, jamás se han inhibido de explotar ese estereotipo de abusador que busca la felicidad a costa del grupo en desventaja. Me gustaría ver a los españoles de la RTVE criticar a sus compatriotas empresarios cuando ejercen el esclavismo extraterritorial en Cuba. Sobretodo a Abel Matutes, el campeón de la demagogia del PP frente a la ley Helms-Burton. Está degradación histórica de los valores morales hace que la sociedad española parezca diseñada para el éxito a corto plazo. Como mismo ocurre en la biología, algunos de los patrones de conducta de los españoles son adaptados y otros no. Digamos que, se parecen más bien a las decoraciones no estructurales de las mezquitas. Ahí están, no sirven para nada (como los abanicos de que hablaba Dulce María Loynaz) y han sido construidos por una necesidad casi inexplicable de ostentación (léase, precariedad moral). ¿Cómo un hermano como Caín pudo llegar a matar a Abel? ¿Es ese fratricidio adaptativo? Sí, pero sólo cuando nos percatamos que lo es y en aquellos casos cuyos españoles quieren alcanzar estatus que en el transcurso de su vida. Castro y Fraga, como si se tratara de dos almogávares, son ejemplos típicos de este tipo de españoles ya fuera de la época de la inquisición. Para el español de a pie “informado” con esos telediarios, Castro y Fraga son brujos portadores de milagros con prestigio comunal. Ser brujo no obstante, no es ni adaptativo, ni biológico. Menos para aquellos que siempre han vivido del sudor de su frente. Y lo digo porque a José Gómez-Mena (millonario español radicado en Cuba) Castro lo acusó de ser un cochino imperialista, sin que nadie (ni siquiera los españoles que degustaban sus vinos importados por entonces) se pusiera a pensar que para amasar su fortuna, la familia, desde el abuelo Andrés, se pasó más de un siglo sudando nuestra historia. Por desgracia, muchos españoles asocian a los latinoamericanos como subproductos humanos. Pero los cubanos somos algo peor: somos sus enemigos, gente mejor educada y técnicamente mucho más preparados, gente incubada durante años en problemas, dispuestos a todo. No importa que en la Universidad en la que trabajo seamos algunos de nosotros los que llevemos el peso de las investigaciones en biología molecular. No importa repito, aunque sean los ellos, los españoles, los que allí trapean pisos. Unos dirán que hago alusión clara del racismo ibérico, pero en realidad, cuanto más hablo de los españoles más justo me parece recurrir al término del etnocentrismo. Tan acertado me parece este concepto, que hasta en sus odios intestinos lo detecto. No paran de hablar los de Cataluña, y los del país Vasco, y los de Galicia, y los de Andalucía, y los de Canarias, de sus “identidades” exclusivas. Identidades que los hace sentirse “diferentes”, pero que no deja de ser un egocentrismo tan absurdo como desmedido. Ya sé que nuestros abuelos, y nuestros amigos españoles son todos unos buenazos. Pero todos dirán y tienen derecho a decir lo mismo. ¿Se ha preguntado alguien por el resto? ¿Dónde están los malos? Bueno, el resto, los malos, son todos unos HP, unos M y unos gilipollas y tal vez allí, en ese grupo, esté el abuelo de mi amigo. ¿No es a cuchilladas como se mata al aburrimiento, o se facturan las necesidades sexuales en España? Entonces, si generalizar sobre los españoles es malo, no hacerlo respecto al caso cubano es aún peor. Estoy convencido de la validez de ese recurso si es que en algún momento se desea llegar al vulgo. ¿O es que acaso alguien ha escuchado hablar en España de cubanos y norteamericanos buenos? Todos además, están en el santo derecho a no sentirse aludidos por mi pluma. Por fortuna, sólo se sienten aludidos y ofendidos los que observan la infamia y no saben que nombre darle a sabiendas que los genes andan cerca. Díganle a los españoles que los cubanos somos gente buena y que sólo necesitamos un poco de ayuda para recobrar nuestro país. ¿“Vuestro”?, se preguntarán con asombro muchos peninsulares. Sospecho que una amplia mayoría estará en rotundo desacuerdo. Para medirnos, los españoles usan un rasero moral que no sirve a los europeos. Así lo han demostrado ad infinitum. Y aquí, volvemos al tema del racismo, que es expresado a niveles que yo calificaría de desvergüenza periférica y central en todas las instituciones españolas. Si alguien cree sinceramente que exagero, díganle a un español que un machete es un arma útil para la libertad y que los mambises fueron “insurgentes” necesarios. De los cinturones explosivos que portan los de Hizbulah cuando asesinan a los niños israelíes tal vez lo crean, de nosotros no. Desde la transición a la democracia y hasta hoy, la prensa española no ha parado de distorsionar ante su pueblo la causa de los cubanos. Para los que todavía no lo saben, el estribillo allá en España está igualito. “Más se perdió en Cuba... por culpa de los insurrectos y los norteamericanos”. Diga además que en el exilio de Miami hay mucha gente buena, y la agresión irracional en cualquier calle española está servida. La agresión colectiva contra los cubanos es estúpida en el sentido biológico, pero se ha desarrollado una y otra vez en la historia de nuestras relaciones y va camino de hacerse adaptativa. Según el Islam, calado hasta los tuétanos en amplios sectores de la sociedad española, el hombre más agresivo es el más exitoso. Esto no ha hecho de los españoles héroes, o altruistas naturales, sino por el contrario, miserables inevitables. La trampa política, la esclavitud extraterritorial, y el colonialismo atemporal, no son únicamente elementos amoralmente repugnantes de la España decimonónica, sino una costumbre de la actual. Está claro que ese comportamiento antiético no ha evolucionado a lo largo de los años para que sus intelectuales se dediquen a escribir hazañas de caballería. Pero las hazañas españolas, como los sueños de Calderón, sueños son, y muchas miserias han intentado ocultar. ¿Oportunismo perenne, adquirido, o innato? Yo diría que ni lo uno ni lo otro. Más bien los tres, aunque debo reconocer que la tricotomía me parece aquí incoherente. Lo anterior se evidencia también cuando vemos salir a los “hombres nuevos” desde Cuba. Salen sin deseos de trabajar, pero añorando una casa con piscina, un auto último modelo, y abundantes cantidades de dinero al día siguiente de haber llegado al exterior. Se evidencia, en los españoles cuando una inmensa mayoría cree (o dice creer, porque a la ignorancia le confían su salvación moral) que sus empresarios en Cuba dan trabajo y ayudan con él a nuestro pueblo. No quiero terminar sin antes decir que el odio es un sentimiento relacionado con la felicidad. España es, de toda Europa, el país que menos produce en todo el continente. Es el país menos competitivo y el menos serio. Votan por lo que su televisión les pida votar. Es, en otras palabras, un pesado remolque para la economía y la política europea. Su pueblo, mucho más que el pueblo consume en este continente como nadie, pero no porque tengan poder adquisitivo, sino porque es el que más se endeuda. La felicidad del español nada tiene que ver con la piedra angular de la moral liberal (no confundan este término con sus desusos norteamericanos). Su felicidad radica en conducir un auto lujoso por delante de la casa del vecino que sólo tiene una bicicleta. La felicidad es máxima allí donde la comparación denigra al prójimo. Su felicidad no se logra con ayudar al pobre, sino en saber que ese pobre diablo está obligado a aceptar y agradecer su mísera limosna. Y díganme, ¿no son acaso todas estas pasiones irracionales una cualidad creíble, no sólo de los españoles, sino de todos los humanos? Sí, pero de aquellos que todavía no han aprendido a vivir en libertad y por desgracia, los españoles sólo han aprendido a vivir a costa de privar de ella a los demás. No sé quién fue el primero en decir (pero le aplaudo) que los europeos deseaban para los cubanos, aquello que no aceptarían para ellos mismos. ¡Qué fotografía! El asesinato de miles de mujeres españolas a manos de sus esposos hace de esa barbarie ibérica una de las amenazas más cumplidas en el viejo continente. Este detalle, hace del español actual una entidad típica de la era medieval. Vuelvo y lo repito, el componente cultural islámico juega aquí un papel muy importante, no ya porque el macho ibérico sea el hombre que más haga valer sus amenazas, sino porque el sistema jurídico del país está en bancarrota. Sin embargo, al decir en bancarrota, no hablo solamente de la institución encargada de hacer justicia, sino del mecanismo moral que permite a muchos españoles exhibir cuotas insospechadas de maquiavelismo. Matar en España es un deporte y un placer, pero si además lo haces borracho y conduciendo un auto, no te cuesta nada. “Si me dejas te mato”. “Quieras o no, conmigo hasta la muerte”. Y así, a la cañona, aunque el matrimonio no funcione ni con Viagra. Para esta gente que razona así, nosotros somos (aunque no lo digan), sus esclavos, los subordinados históricos, su amenaza, y debemos ser odiados, difamados, despreciados, explotados e ignorados por no aceptar en esos términos el contrato. Como que jamás lograron nuestra obediencia y sumisión, nos desprecian. Entiendo que para alguno de ellos esto parezca más un asunto doméstico que político, pero no es así. Cuba no es una de sus comunidades autónomas.
Carlos Wotzkow (1) Wotzkow, Carlos. (2005): España odia a los cubanos, miente sobre los Estados Unidos y conjura con los árabes. Artículo publicado simultáneamente por el sitio del Consejo Militar Cubano Americano y Somos Cubanos. (2) Wotzkow, Carlos y Agustín Blázquez (2001): Cubriendo y Descubriendo. Alexandria Library Incorporated. 304 pp.
|