La unidad: un negocio redondo para Rafael Rojas Por Carlos Wotzkow
“Cuba cuenta con una nueva oposición, diversa y flexible, en la Isla y en el exilio. Hace apenas quince años habría sido arriesgado afirmar algo así. Pero en poco más de una década hemos visto vertebrarse un movimiento opositor, dentro y fuera de la Isla, que apuesta por una transformación pacífica del actual régimen totalitario y por la construcción de una democracia eficaz y una economía de mercado creciente y equitativa”. Rafael Rojas es el co-director de una revista apolítica (según convenga a la ocasión) con base en Madrid. Hace unos días, de la misma manera que Dan Rather expresa sus deseos como si se trataran de hechos ciertos, Rojas planteó muchas más tonterías que las incluidas como exergo. Incluso dijo que: “establecer jerarquías demasiado pronunciadas, excluir a algunos del campo opositor o recaer, una y otra vez, en ese “estilo paranoide” de la política, de que hablara Richard Hofstadter, y que consiste en descalificar a un opositor por "complicidad" o "agencia", es el peor favor que se le hace a un movimiento que intenta aprender a negociar sus diferencias”. Después de tildar de proeza democrática los 18 puntos aprobados por el “Consenso Cubano”, el Sr. Rojas hace hincapié en el penúltimo: “apoyamos a la oposición interna en todas sus manifestaciones, así como a todos los cubanos que anhelen y procuren el cambio no violento. Promoveremos siempre la colaboración, nunca la división”. ¿Apoyan al líder de Cambio Cubano también? ¿Y a Posada Carriles? Pregunto, porque los dos han sido calificados como terroristas ¿Apoyan al Movimiento Cristiano de Liberación y a su líder? Pregunto, porque este no apoya más que a su iniciativa. Es más, Payá no se siente incluido entre esos que desearían “la liberación inmediata y sin condiciones de todos los presos políticos”. Él, en este caso Payá, sólo quiere la de sus amigos afiliados (al Proyecto Varela), al igual que Raúl Rivero (y los Periodistas Independientes). Un poco después, Rojas nos asegura que: “Además de la disidencia y el exilio, los otros protagonistas de la transición provendrán de las élites actuales del poder.” ¡Amarradito que se lo tiene el niño! ¿Alguien se acuerda del hermano y la familia de Rojas? El sí, preocupado siempre por el bienestar de los suyos. ¡Qué buen hijo, pero sobretodo, que hermano tan adorable! No si yo lo digo, Castro debería ser considerado como el padre de la familia cubana, pero sólo en el caso de que hablemos de sirvientes marxistas desmadrados. Hace más de 10 años que vengo haciéndome las mismas preguntas. ¿Cómo podemos ser tan tontos y caer tantas veces en la misma trampa? ¿Cómo podemos creer en la “no violencia” de los que sólo utilizan el término como recurso encantado en sus discursos? ¿Quién nos garantiza que no lo hacen para luego instaurarla en la práctica? ¿Cómo, Dios mío, hay tantos y tantos tontos en el exilio capaces de creer en los mensajes huecos de quedados oportunistas como Rafael Rojas? Si Mefistófeles ofreciera a todos los cubanos alguna de las dos opciones que propongo a continuación, ¿cuál de ellas escogería usted? 1.- Resolver el problema de la disparidad de ideas con el compromiso de crear una unidad estratégica de todos los partidos políticos a fin de eliminar el castrismo en Cuba y de manera que, una vez los pícaros hayan tomado el poder (con la ayuda de la élite, claro está), nadie tenga nada más que decir y termine así, obedientemente, la desunión de los demócratas, o… 2.- Continuar expresando nuestras propias opiniones a riesgo de sean en extremo controversiales y dejar que todos los que no nos comprenden nos contemplen perplejos y cuestionen nuestra innata desunión. Estoy seguro que esta última opción haría las cosas un poco más difíciles para todos, pero, también para los oportunistas. La mayoría de mis amigos, y casi pongo la mano en la candela, admitirán que ellos se sentirían inclinados a elegir la segunda opción. Si tuvieran que escoger, ellos preferirían la polémica y el tirón de orejas a lo mal hecho, antes que lo políticamente correcto. Y es que mis amigos cubanos, sean científicos, compositores de música, poetas, escritores, o simplemente hombres de a pie, adoran que sus ideas hagan experiencia una y otra vez. Una crítica por aquí, un aplauso por allá. ¡Un puñado basta! Pero un puñado digno. Discrepo moralmente de Rafael Rojas en que la cultura de la diversidad política sea “la cultura del canibalismo y la desconfianza”. Es evidente que a 46 años de unidad forzada, los cubanos estemos muy poco interesados en “disfrutar” de la armonía política en nuestra sociedad. Esa mal llamada “unidad”, ese “dialogo”, ese perenne paternalismo político que ahora tratan de imponernos algunos, lo llevamos sufriendo más de cuatro décadas. Esa “verdad social” encontrada por Marx y en la que Rojas es un verdadero experto, no nos interesa. No hay espíritu ni vocación científica posible si la ciencia a la cual se apunta Rojas es la del Marxismo. Rojas, como mismo aspiró Marx, sueña con convencer a sus lectores y embobecer a, cuantos más, mejor. En este sentido, José Martí me viene a la mente como antídoto marxista. Al comunicar, Martí fue siempre honesto consigo mismo. Nada de engaños, o de persuadir a los cubanos de que su verdad era única. Menos que menos que la considerara la mejor. Y es que a Martí lo han leído a veces, apenas un puñado de cubanos de mi generación y entre ellos, Rojas, quién además, es uno de sus detractores por excelencia. De ahí ese “nuevo régimen” con el que nos asusta, y al que estaríamos obligados a aceptar dadas las “circunstancias” que conllevaría el no escuchar lo que él nos dice. ¿Cómo podrían gustarle las ideas de Martí a un sembrado en el exilio como Rafael Rojas? Con Martí uno puede aprender mucho sobre el honor, la moral, y la ética en los tiempos de guerra. Pero Martí nunca escribió para ser un maestro persuasivo, ni pacifista, ni mucho menos, con la intención de lograr el doctorado con discursos dialogueros. Y claro, si seguimos como vamos, y el silencio de las armas y la no violencia son su credo, va y Rojas nos intenta convencer de que Martí, Maceo y Gómez no fueron más que terroristas de su época. Retener en la mente las diferencias que existen entre los objetivos de esa unidad que añora Rojas, y los objetivos democráticos que emanan de las opiniones más disímiles, invita a optar por otras dos opciones. A.- En vías de acabar con Castro (y su régimen totalitario), aceptar obedientemente y como resultado, un país que, para no ser criticados, vuelva a caer en las manos de una autoridad única entronada por las “circunstancias” (léase, sus parientes de la élite represiva del actual en el sistema), o... B.- Que en aras de salvar las identidades ideológicas de cada cual, la nueva democracia sufra a cabezazos y los errores tengan nombre y apellidos. Aún y cuando estos fuesen suplantados por otros a su vez igual de controversiales, el país, sin dudas, sería mucho más libre. Creo que el cubano, en sentido general, honrará más al patriota que se ha equivocado 100 veces de manera involuntaria pero productiva, que a aquel que ha logrado la estabilidad política del país a golpes mentiras y el ardid dictatorial. Martí es el mejor de los ejemplos de esos errores democráticos. Rojas, aspira a serlo, pero en el sentido opuesto. ¿Preferiría usted el apoyo del estado a ser un individuo original y provocativo? Rojas adoraría que todos acatáramos las primeras opciones. Tal vez algunos de los politiqueros del exilio ya lo hagan, pero dudo que lo haga aquel que, viviendo en libertad, ya ha aprendido a discernir.
Carlos Wotzkow
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